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¿Volar para ver a tu familia es malo para el planeta?


2021-11-25

Farah Stockman | The New York Times

El año pasado, la pandemia hizo que me perdiera de la cena de Acción de Gracias en la casa de mi hermana, quien vive en Minnesota. Este año, habría caminado sobre fuego con tal de probar su pay de calabaza.

Cuando estaba comprando mis boletos de avión, me confrontó algo inesperado: la culpa. Junto al precio y a la hora de despegue, apareció en Google Flights una nueva columna de información con las emisiones de carbono vinculadas a cada boleto. Según Google, un vuelo directo de JetBlue de Boston a Minneapolis genera aproximadamente 288 kilogramos (0,238 toneladas) de dióxido de carbono por pasajero. El mismo vuelo por Sun Country —una aerolínea de bajo costo— le cuesta al planeta un aproximado de 204 kilogramos.

El transporte aéreo representa menos del 3 por ciento de las emisiones globales de carbono. Pero para los viajeros frecuentes, es la porción más grande de nuestra llamada huella de carbono personal. En 2018, solo el uno por ciento de la población mundial registró más de la mitad de las emisiones de carbono relacionadas con la aviación. Casi el 90 por ciento de la población mundial no viajó en avión ese año. Aproximadamente la mitad de todos los estadounidenses no tomaron un solo vuelo en 2017. Pero un pequeño grupo de “superemisores” realizó seis viajes o más y fueron responsables de alrededor de dos tercios de los vuelos.

Esas cifras han provocado que un número cada vez mayor de personas, especialmente en Europa, deje de volar completamente e incentive a otros a hacer lo mismo. La vergüenza social por volar —o flygskam, como lo llaman en Suecia— se está extendiendo.

El sitio web FlightFree, que busca persuadir a la gente a que deje de viajar en avión, ha publicado testimonios de estadounidenses comprometidos a permanecer en tierra. El portal cita a un legislador estatal de Vermont, un reverendo de Massachusetts e incluso un expiloto que hablan sobre las razones por las que creen que volar ya no es aceptable. Una mujer de California que siempre había soñado con visitar Nueva Zelanda dijo que ahora estaba resignada a la idea de que nunca iría, “a menos de que pueda encontrar un barco que me lleve”.

La herramienta más poderosa que usa FlightFree para avivar la culpa climática es una calculadora de emisiones de carbono, que estima que un vuelo genérico de Boston a Minneapolis emite el equivalente a 0,7 toneladas métricas de dióxido de carbono por pasajero, más del doble de la cantidad calculada por Google. El sitio agrega que esa cantidad de emisiones es suficiente para derretir dos metros cuadrados de hielo marino del Ártico. No hacer el viaje a Minnesota para el Día de Acción de Gracias, advierten, sería un sacrificio climático que equivaldría a renunciar a la carne durante 1,2 años.

Pero la culpa y la vergüenza tienen sus límites. Si combatir el cambio climático comienza a significar renunciar a la oportunidad de ver a la familia durante las vacaciones, la mayoría de los estadounidenses no se sumarán a la lucha.

Lo más impresionante del algoritmo de Google es que induce la cantidad adecuada de culpa climática sin mencionar una sola palabra sobre el hielo en el Ártico. Los vuelos con emisiones significativamente más altas que el promedio tienen una etiqueta de advertencia. Y los vuelos con emisiones significativamente más bajas obtienen una insignia verde. Aparte de eso, los números hablan por sí mismos.

Las personas pueden tener esas cifras en consideración para tomar la decisión de comprar un vuelo, o ignorarlas por completo. Sin embargo, resulta que la culpa puede ser persuasiva: quienes pueden ver las emisiones de carbono de cada vuelo tienen más probabilidades de evitar viajes aéreos con mayores emisiones.

Eso es lo que los ingenieros de Google en Zúrich esperaban que sucediera cuando iniciaron este proyecto pionero en 2019, el año en que el flygskam despegó como concepto en los países angloparlantes. Diseñaron el algoritmo contemplando la eficiencia del combustible y el motor de cada avión, así como el número de pasajeros que pueden caber a bordo de ese tipo de aeronave. (Los vuelos en clase económica y los vuelos sin escalas tienden a disminuir sus emisiones).

Elegir los boletos que consumen menos combustible puede reducir drásticamente tu huella de carbono sin mucho sacrificio. Un informe preliminar del Consejo Internacional de Transporte Limpio, con el subtítulo de “Por la divulgación de emisiones”, advierte que elegir el itinerario menos contaminante de un vuelo podría emitir un 63 por ciento menos de dióxido de carbono que la opción más contaminante, y un 22 por ciento menos contaminante que un vuelo promedio.

Por un tiempo, los usuarios tuvieron que indagar para encontrar la información de Google sobre emisiones de carbono. Pero el mes pasado, justo antes de la cumbre climática en Glasgow, Google desplegó las emisiones de CO₂ directamente en los resultados de búsqueda, a la vista de todos. La compañía tiene la intención de compartir su modelo con otras plataformas de viajes, con la esperanza de que desglosar las estimaciones de emisiones de carbono sean una medida estándar y, por lo tanto, tengan más credibilidad a los ojos del público, me dijo James Byers, gerente de productos sénior de Google.

Actualmente, las calculadoras de huellas de carbono para vuelos están en todas partes. Kayak, por ejemplo, otro sitio de viajes que permite a sus usuarios buscar vuelos en función de la baja emisión de carbono, presenta estimados que son muy distintos de lo que ofrece Google. (Los cálculos de Kayak vienen de una organización sin fines de lucro alemana llamada Atmosfair, que utiliza una metodología diferente).

Los ingenieros de Google esperan que la culpa climática ayude a inducir las preferencias de los consumidores e incentive alas compañías a invertir en aeronaves que sean más eficientes con el combustible. Esto podría acelerar el desarrollo de aviones eléctricos y combustibles más limpios. Es un objetivo maravilloso. Espero que funcione.

Pero las calculadoras de carbono también tienen un lado sombrío. El concepto de la huella personal de carbono ha sido impulsado por BP, el gigante de los combustibles fósiles y en buena medida responsable del infame derrame de petróleo de la plataforma Deepwater Horizon.

Una sección especial del portal de BP que aborda la preocupación por el medioambiente es el destino donde encuentras todo para tu culpa climática. Tiene una calculadora de huella de carbono que estima que un vuelo normal de Boston a Minneapolis generaría 0,62 toneladas métricas de emisiones de carbono en el aire, más del doble del cálculo de Google para el vuelo de JetBlue. Y después se ofrece gentilmente a tomar mi dinero para compensar esas emisiones para comprar paneles solares en India, estufas de bajo consumo en México y turbinas eólicas en China. Mi pecado climático de visitar a mi hermana sería absuelto por la módica cantidad de 2,80 dólares.

Dar dinero para compensar las emisiones de carbono no es malo. Pero es difícil confiar en que esas compensaciones sean permanentes y reales, especialmente cuando son coordinadas por una compañía petrolera, incluso una que dice que quiere alcanzar la neutralidad de carbono para 2050.

La verdadera desventaja de la culpa climática y las calculadoras de carbono es que transfieren la responsabilidad a las personas, que deben hacer sacrificios extraordinarios, lejos de la industria de los combustibles fósiles, que ha sido acusada de bloquear el mucho más importante cambio sistémico que se necesita.

Michael Mann, un científico del clima y autor del reciente libro The New Climate War: The Fight to Take Back Our Planet, argumenta que BP puso en marcha una de las primeras calculadoras de carbono, y se autopromocionó como una empresa “más allá del petróleo”, posiblemente para desviar la atención de su papel en la crisis climática. “Si esto reflejó una adopción genuina de la energía verde o una táctica cínica de ‘lavado verde’, nunca lo sabremos”, escribe. Pero si todos somos culpables, nadie puede culpar a la industria de los combustibles fósiles.



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