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Singapur vacuna a su población y convive con el COVID-19
Por DAVID RISING y ANNABELLE LIANG SINGAPUR (AP) — Cuando Singapur decidió convivir con el COVID-19, apoyándose en uno de los mejores programas de vacunaciones del mundo, las infecciones se dispararon y muchos se preguntaron si no habría cometido un error. Pero las cifras de contagios bajaron tan rápidamente como subieron y ahora aumenta la confianza en que esta pequeña ciudad-estado tiene bajo control al virus, a pesar de la aparición de la preocupante variante ómicron, y puede ayudar a determinar lo que funciona y lo que no. “Diría que ahora el COVID se parece a un resfriado normal”, expresó Glacier Chong mientras iba de compras por la popular calle Orchard Road. “Todos se están acostumbrando. Da la impresión de que tener el COVID es normal, de que es una enfermedad curable”. Esa confianza se deriva en parte de las últimas estadísticas. El 94% de la población habilitada para recibir la vacuna está inmunizada y un 26% ya recibió incluso la tercera dosis de refuerzo. Si bien la cantidad de infectados está aumentando de nuevo, el 99% de los contagiados no tienen síntomas o son muy leves. Los centros de atención se vieron recargados, pero no desbordados. Y, si bien las muertes aumentaron, siguen siendo bajas, sobre todo personas mayores con otros problemas de salud. La gran mayoría de los fallecidos, por otro lado, no se habían vacunado. Singapur logró vacunar a tanta gente asegurándose de que nada impedía conseguir la vacuna, aumentando las dificultades para quienes no se vacunaban —con cosas como prohibir ir a restaurantes y centros comerciales— y generando confianza en el manejo de la pandemia por parte del gobierno, según Alex Cook, especialista en enfermedades infecciosas de la Escuela Saw Swee Hock de Salud Pública de la Universidad Nacional de Singapur. “Tal vez la mejor lección que deja la experiencia de Singapur es que hay que facilitar el acceso a las vacunas y complicarles la vida a quienes no se inmunizan”, opinó Cook. Al principio de la pandemia, este importante centro comercial mundial mantuvo la tasa de contagios baja durante casi un año apelando a una estricta cuarentena. Una firme campaña de vacunación, un agresivo programa de pruebas de COVID-19 y un buen sistema de rastreo de contagios, combinados con firmes orientaciones para la población, hicieron que esta nación de 5,5 millones de habitantes se sintiese lo suficientemente segura como para encarar en agosto una nueva fase. El COVID-19 empezó a ser tratado como una enfermedad endémica, imposible de erradicar totalmente, y se permitió a la gente reanudar su vida normal. Además de tener a la mayor parte de la población vacunada, Singapur pensó que su programa de pruebas era lo suficientemente amplio como para poder identificar y aislar cualquier posible brote, y que su sistema de salud estaba en condiciones de lidiar con los casos más graves. La nueva variante delta, altamente contagiosa, complicó las cosas y en septiembre el gobierno endureció algunas medidas. Redujo, por ejemplo, la cantidad de personas que podían reunirse en restaurantes y otros eventos sociales. Hacia fines de octubre, Singapur registró casi 700 casos por millón de personas durante siete días, su peor tasa desde el inicio de la pandemia. Esta semana hay 258 contagios por millón de personas. Es una cifra alta, pero con una clara tendencia declinante. Llegó a registrar más de 5,300 contagios diarios y ahora son menos de 1,000. La cifra promedio más alta de muertes durante siete días fue de 2,57 por un millón de personas, alcanzada el 10 de noviembre. Ahora se registra una muerte por millón, según Our World in Data. A título de comparación, en la vecina Malasia hubo 12,71 muertes por millón de personas en septiembre. Los malayos también experimentan una fuerte reducción en la cantidad de decesos y ahora están a la par de Singapur, ayudados por las vacunas. Casi el 80% de la población se ha inoculado. Cook cree que tal vez fue un error permitir a partir de agosto que las personas con síntomas leves o asintomáticas permaneciesen en sus casas, sin ir a los hospitales. La intención era aliviar la carga de los centros médicos, pero esto generó un fuerte aumento de los contagios. “En el futuro”, manifestó, “cuando surjan virus peligrosos, los países deberían reconsiderar seriamente la conveniencia de permitir que los pacientes se recuperen en sus casas, sin importar qué tan leves son sus síntomas”. Las restricciones se suavizaron nuevamente, pero el primer ministro Lee Hsien Loong dijo el domingo que la aparición de la variante ómicron podría cambiar las cosas y que la población debe prepararse para “nuevos tropiezos”. El ministro de salud Ong Ye Kung dijo el martes que suspendería por ahora el levantamiento de algunas restricciones y aumentaría las pruebas de los visitantes del exterior y del personal de primera línea, a la espera de ver cómo evoluciona la nueva variante. De todos modos, se reabrió el lunes el puente que conecta Singapur y la península malaya, que había estado cerrado casi dos años. aranza |
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