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Un país cubierto de ceniza se inquieta por la llegada del virus
Damien Cave, Isabella Kwai, The New York Times Tonga ha mantenido el coronavirus bajo control, algo que podría cambiar con el arribo de la ayuda humanitaria. Pero hay problemas más inmediatos, como confirmó el gobierno en el primer informe tras el desastre. SÍDNEY, Australia — En Tonga hay en marcha una operación de limpieza y evacuación tras una erupción volcánica épica que desencadenó un tsunami. El gobierno de la nación isleña, tras días de silencio, informó el martes por la noche de un “desastre sin precedentes”. Los esfuerzos internacionales para llevar ayuda se vieron obstaculizados no solo por una nube de ceniza sobre el principal aeropuerto del país y líneas de comunicación dañadas, sino por las preocupaciones de que un país que hasta ahora ha logrado protegerse del coronavirus sucumba al permitirle la entrada a trabajadores humanitarios que podrían portarlo. En una conferencia de prensa el martes, Jonathan Veitch, coordinador residente de UNICEF para las Islas del Pacífico, dijo que se realizarían esfuerzos de ayuda para llevar los suministros que tanto se necesitan a Tonga sin contacto directo. “No haremos nada que amenace la seguridad de la población”, dijo, dirigiéndose a los periodistas de forma remota desde Fiji. Pero incluso trasladar los suministros llevará algún tiempo. Tanto Australia como Nueva Zelanda tienen aviones de suministro cargados y listos para despegar, pero los escombros producidos por la explosión han inutilizado las pistas del aeropuerto de Tonga. “La ceniza ha resultado más difícil de limpiar de lo que se esperaba”, dijo Veitch. “Pensamos que estaría operativo ayer”. El equipo que usa agua para despejar las pistas con mayor rapidez va camino a Tonga por barco, pero aún faltan entre seis y ocho días para que llegue. Esos buques también transportan alimentos y agua, que se necesitan desesperadamente en algunas partes del archipiélago. “Hemos escuchado que las tiendas se están quedando sin alimentos”, dijo Veitch. Durante tres días después de la erupción del volcán Hunga Tonga-Hunga Ha’apai, a unos 64 kilómetros de Tonga, se supo poco del país de alrededor de 100,000 habitantes. La erupción provocó “una columna de hongo volcánico” y olas de tsunami de hasta 15 metros que golpearon las costas occidentales de varias islas. Internet permaneció inactivo y las comunicaciones, que se cortaron debido a la erupción, quedaron limitadas en las islas. El primer informe oficial se dio la noche del martes, el gobierno de Tonga dijo que había empezado a evaluar el número de víctimas de la erupción y confirmó que tres personas fallecieron, entre ellos un ciudadano británico, una mujer de 65 años y un hombre de 49. Los equipos de búsqueda y rescate empezaron a desplegarse la mañana del domingo, decía el comunicado, y casi todas las casas en algunas de las islas más afectadas, entre ellas Mango, Fonoifua y Nomuka, fueron dañadas o destruidas. El gobierno también indicó que había instalado centros de evacuación y que estaban distribuyendo artículos de emergencia. La ceniza volcánica ha “afectado gravemente” las provisiones de agua potable. Conforme los países se preparaban para ayudar, la gran duda era cómo hacerlo de modo seguro. “El tema prioritario debe ser: ¿Cómo nos aseguramos al 100 por ciento que no llevaremos covid a este país?”, dijo Jonathan Pryke, director del Programa de Islas del Pacífico en el Instituto Lowy, un laboratorio independiente de pensamiento en Sídney. “Cualquier buena voluntad creada con la respuesta podría desbaratarse completamente si lleva covid a Tonga”. Los temores de los tonganos llevan el eco de un trauma del pasado. En la Polinesia, una región que comprende unas 1000 islas dispersas por el Pacífico Sur, hay una historia de cientos de años teñida por el tema de las enfermedades que traen los foráneos. El contacto regular con las fuerzas colonizadoras de Europa llegó relativamente tarde a lugares como Tonga: el capitán James Cook recorrió el archipiélago en 1773, 15 años antes de que el primer grupo de británicos se estableciera en Australia, pero con un impacto devastador. Durante el siglo siguiente, epidemias de sarampión, disentería e influenza, acarreadas por los europeos, devastaron comunidades isleñas en todo el Pacífico Sur. Un estudio histórico publicado en 2016 reveló que en Hawái, Fiji, Tonga, Samoa y Rotuma (que depende de Fiji), hasta una cuarta parte de la población de todas las edades murió a causa del sarampión a principios del siglo XIX. Y en Tonga, otra ola de muerte llegó en circunstancias incluso más turbias con la gripe española. En noviembre de 1918, según Phyllis Herda, historiadora en la Universidad de Auckland en Nueva Zelanda, se cree que un buque de vapor llamado Taulane introdujo el virus porque su capitán, John Mawson, ocultó el riesgo luego de salir de Auckland. Cuando el barco llegó a la capital de Tonga, Nukualofa, con 71 pasajeros y tripulantes enfermos, el capitán supuestamente dio la orden de que todos a bordo “se vistieran y fingieran que no estaban enfermos”, para poder descargar el vapor. Casi 2000 tonganos murieron en el brote que siguió, alrededor del ocho por ciento de la población. No es de extrañar que la covid sea vista tras el prisma de dicha experiencia. Tonga solo ha reportado un caso del virus, en octubre, y requiere que los viajeros que llegan al país hagan una cuarentena de 21 días. Alrededor del 60 por ciento de la población del país ha recibido dos dosis de alguna vacuna para la covid. Curtis Tu’ihalangingie, el jefe de misión adjunto de la Alta Comisión de Tonga en Australia, dijo que los funcionarios de Tonga habían estado en comunicación con los gobiernos de Australia y Nueva Zelanda y los socios donantes sobre el modo seguro de entregar ayuda en un contexto de covid. “Estaremos trabajando con funcionarios en el terreno en Tonga para asegurar que cumplimos todas las expectativas y protocolos que ellos han establecido”. Peeni Henare, ministro de Defensa, dijo que había otros modos de evitar la transmisión. “Hemos realizado varias operaciones en el Pacífico en los últimos dos años que se han llevado a cabo sin contacto”, dijo. Una veintena de trabajadores de la ONU ya estaban destinados en Tonga al momento de la erupción y Veitch dijo que estaban trabajando en labores que incluían brindar asistencia médica. Los grupos de ayuda en Australia y en la región han dicho, no obstante, que están delegando a los gobiernos la mejor manera de brindar asistencia. “No enviaremos a nadie a menos que se nos solicite, y entonces seguiremos la orientación como sea requerido”, dijo Katie Greenwood, quien dirige la oficina del Pacífico de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja. Añadió que la Cruz Roja tiene unos 70 voluntarios en Tonga y que disponen de acceso a suficientes artículos de ayuda para unos 1200 hogares y que estos incluyen lonas impermeables, kits de construcción de refugios y mantas. Aún es difícil saber si eso sería suficiente. Tu’ihalangingie, el diplomático de Tonga en Australia, dijo que pasarían semanas antes de que se restablecieran por completo las conexiones telefónicas o de internet con el mundo exterior. “Todavía tenemos acceso limitado a Tonga”, dijo a ABC Radio en Australia. “Aún no tenemos una comunicación directa con nuestro gobierno”.
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