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La alegría del cristiano tiene su fundamento en Dios
Por: Mauricio Ochoa Urioste La alegría está relacionada con la generosidad, la misericordia, la filiación divina. En cierta ocasión, el Señor se dirigió a sus discípulos y les dijo: Dichosos vuestros ojos, porque ven y vuestros oídos, porque oyen (Mt 13, 16). Son dichosos, exclusivamente, porque están abiertos a la fe, a Cristo. La alegría – escribe Santo Tomás – es el primer efecto del amor y, por tanto, de la entrega. San Juan Pablo II, el año 1980 pronunció estas palabras: “… solo de Él, cada uno de nosotros puede decir con plena verdad, con San Pablo: Me amó y se entregó por mí (Gal 2, 20). De ahí debe partir vuestra alegría más profunda, de ahí ha de venir también vuestra fuerza y sostén. Si vosotros, por desgracia, debéis encontrar amarguras, padecer sufrimientos, experimentar incomprensiones y hasta caer en pecado, que rápidamente vuestro pensamiento de fe se dirija hacia Aquel que os ama siempre y que con su amor ilimitado, como de Dios, hace superar toda prueba, llena todos nuestros vacíos, perdona todo nuestro pecado y empuja con entusiasmo hacia un camino nuevamente seguro y alegre”. En definitiva, como diría San Gregorio Magno: “perdemos la alegría verdadera por el deleite de las cosas temporales”. Pero el “camino de Dios” es un camino alegre. San Josemaría Escrivá de Balaguer, escribió que “el camino de Dios es de renuncia, de mortificación, de entrega, pero no de tristeza o de apocamiento”. Y San Pedro de Alcántara dirá que “la alegría es el principal remo en esta navegación nuestra”. Respecto a su relación con el dolor, San Juan Pablo II, dijo en 1980: “vuestras pequeñas cruces de hoy pueden ser solo una señal de mayores dificultades futuras. Pero la presencia de Jesús con nosotros cada día hasta el fin del mundo (Mt 28, 20), es la garantía más entusiasta y, al mismo tiempo, más realista de que no estamos solos, sino que Alguien camina con nosotros como aquel día con los entristecidos discípulos de Emaús”. Finalmente, la alegría está relacionada con la generosidad, la misericordia, la filiación divina. Es consecuencia del amor y esperanza del cielo. La Sagrada Eucaristía, es, claro está, una fuente valiosísima de alegría. aranza |
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