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La estrategia de Biden para intentar evitar los planes de Putin


2022-02-22

Michael D. Shear, Julian E. Barnes, Eric Schmitt | The New York Times

El presidente de Estados Unidos tomó tres decisiones críticas sobre cómo manejar las provocaciones de Rusia y evitar un conflicto armado en Ucrania.

En una serie de reuniones ultrasecretas celebradas en octubre, el equipo de seguridad nacional del presidente estadounidense, Joe Biden, presentó información inquietante que pronto desencadenaría un enorme esfuerzo para evitar lo que podría convertirse en el mayor conflicto armado en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.

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Altos funcionarios de inteligencia y militares informaron a Biden que el presidente ruso, Vladimir Putin, se estaba preparando para invadir Ucrania. Cada mañana, se reunían en el Despacho Oval a fin de evaluar la amenaza global; en dicha reunión, conocida como el Informe Diario del Presidente, describían mediante imágenes satelitales cómo las fuerzas rusas iban avanzando poco a poco hacia la frontera de Ucrania.

Estados Unidos no solo disponía de imágenes de los soldados en movimiento, sino también de los planes del ejército ruso para una campaña contra Ucrania, cuyos elementos ya habían comenzado. En una de las reuniones matutinas, Biden envió a William J. Burns, el director de la CIA, a Moscú con un mensaje para Putin:

Sabemos lo que está planeando hacer.

Detenerlo sería un reto. Muchos de los aliados más cercanos de Estados Unidos no creían que Putin —un maestro de la desinformación— en realidad planeara una invasión. El uso de las fuerzas militares estadounidenses contra Rusia no estaba contemplado, así que los aliados tendrían que amenazar a Putin con sanciones económicas tan graves que también tendría consecuencias en Europa y Estados Unidos. Y no era nada seguro que los republicanos del Congreso respaldarían los planes del gobierno.

El lunes, después de pronunciar un discurso lleno de agravios que atacaba la soberanía de Ucrania, Putin ordenó el ingreso de los soldados a dos regiones separatistas del país respaldadas por Rusia. Sin embargo, no se sabe hasta dónde, o qué tan rápido, será su avance. Al final del día, Estados Unidos y sus aliados solo impusieron sanciones limitadas y reservaron todo el poder de su respuesta para los movimientos que Putin pudiera hacer más adelante.

La Casa Blanca reconoció desde el comienzo que su campaña para detener a Putin podría no impedir realmente que Rusia invadiera Ucrania. Pero, según los funcionarios del gobierno estadounidense, al menos Biden puso en evidencia a Putin y a sus verdaderas intenciones, lo que ayudó a unir, al menos por ahora, a la fracturada alianza de la OTAN.

Según las entrevistas con más de una decena de altos funcionarios del gobierno y otros que solicitaron el anonimato para hablar de las reuniones confidenciales, Biden tomó tres decisiones críticas sobre cómo manejar las provocaciones de Rusia en un lapso de tres meses y medio. Al principio, el presidente aprobó una recomendación para compartir la información de inteligencia con los aliados de manera mucho más extensa de lo que era habitual, dijeron los funcionarios. La idea era evitar que hubiera desacuerdos sobre la imposición de sanciones económicas fuertes al asegurarse de que todo el mundo supiera lo que Estados Unidos sabía sobre las acciones de Putin.

Biden también dio luz verde a una campaña de información pública sin precedentes contra Putin. Con el apoyo de sus principales funcionarios de inteligencia —y con la promesa de proteger “las fuentes y los métodos” de las agencias de inteligencia— el presidente permitió que se dieran a conocer una serie de comunicados públicos destinados a evitar que Putin empleara sus desmentidos usuales para dividir a sus adversarios.

Y cuando se disiparon las dudas de que Putin seguía acumulando fuerzas en la frontera de Ucrania, el presidente aprobó el envío a ese país de más armas, incluidos misiles antitanque Javelin, y el despliegue de más soldados en otros países de Europa del Este como muestra de solidaridad con Ucrania y para tranquilizar a los nerviosos aliados del flanco oriental de la OTAN.

El domingo por la mañana, casi cuatro meses después de esas reuniones, Biden volvió a reunir a su equipo de seguridad nacional.

Habían acertado sobre las intenciones de Putin. Y habían conseguido la unidad de los aliados e incluso de los republicanos en torno a las sanciones. Pero en todo momento, la decisión de iniciar un conflicto armado solo dependía de Putin. A pesar de todos los esfuerzos, parecía que la guerra era inevitable.

En la reunión del domingo, el debate se desplazó a nuevas cuestiones: si enviar más tropas a los países de la OTAN; cómo apoyar una resistencia ucraniana cuando Rusia invada; cómo hacer frente a una avalancha de refugiados; y cómo gestionar las consecuencias económicas de las sanciones en Europa y Estados Unidos.

“El riesgo para Estados Unidos es que los aliados no permanezcan juntos”, dijo Jeremy Bash, ex jefe de Gabinete del director de la CIA y del Secretario de Defensa durante la presidencia de Barack Obama. “Esta crisis y este modo de enfrentamiento con Rusia va a durar meses y años, no días y semanas”.

El cortejo a los aliados

Las reuniones con los líderes de los aliados más cercanos de Estados Unidos comenzaron días después de las reuniones informativas secretas de octubre, durante un viaje de Biden a Roma para una reunión de los líderes del Grupo de los 20. Ahí, convocó a los miembros más importantes de la OTAN, conocidos como “el quinteto”: Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania e Italia.

Ese día en Roma, el presidente y sus homólogos comenzaron a diseñar la respuesta a la agresión rusa y, poco después, Biden puso en marcha su plan para ampliar el círculo de confianza sobre Ucrania, según los funcionarios.

En una serie de videoconferencias seguras desde la Casa Blanca, el presidente y su equipo de seguridad nacional empezaron a compartir información altamente clasificada con un grupo más amplio, que incluía a Polonia, Rumania y los presidentes de la Unión Europea y Canadá, así como a las figuras más importantes de la OTAN.

No todos estaban convencidos.

El 17 de noviembre, Avril Haines, directora de Inteligencia Nacional de Estados Unidos, viajó a la sede de la OTAN para realizar una presentación clave. Aunque Estados Unidos se ha resistido en ocasiones a compartir sus mejores datos de inteligencia con toda la alianza de la OTAN, debido a la presencia de espías rusos en varios gobiernos, en este caso ya había hecho una fuerte advertencia a Rusia sobre lo que sabía. La reunión informativa marcó un cambio significativo en la opinión de los aliados, dijeron los funcionarios.

Los funcionarios de inteligencia europeos y estadounidenses mencionaron que, inicialmente, Putin creyó que Europa y Estados Unidos seguirían divididos y no estarían dispuestos a imponer sanciones fuertes, en particular en lo concerniente a la defensa de Ucrania. Pensó que podría conformar una fuerza significativa y luego atacar a Ucrania o lograr concesiones de Kiev, sin mucha oposición unificada de Europa, dijeron los funcionarios.

“Según nuestra evaluación, a finales del verano, es probable que Putin haya dado instrucciones para preparar opciones militares contra Ucrania”, dijo Mikk Marran, director general del Servicio de Inteligencia Exterior de Estonia. “Y en otoño de 2021, detectamos la actitud del presidente Putin: consideraba que Occidente era débil y que había que arreglar la cuestión de Ucrania”.

De hecho, la alianza tuvo sus momentos de inestabilidad. Cuatro años de arrebatos del entonces presidente Donald Trump contra la OTAN habían hecho mella. Y Biden había irritado a algunos aliados europeos importantes por considerar que no consultó con ellos los detalles de la retirada de Estados Unidos de Afganistán. Tampoco ayudó una disputa con Francia sobre un acuerdo de submarinos nucleares.

Pero la evaluación de Putin acabó siendo un error de cálculo, según funcionarios estadounidenses y europeos. A medida que Estados Unidos compartió más información de inteligencia tanto con la OTAN como con los aliados individuales, las posturas contra Rusia se endurecieron. El funcionario de inteligencia de Europa del Este dijo que el calendario de Putin para un ataque bien podría haberse retrasado ante la inesperada cohesión entre los aliados.

“He estado en contacto constante con nuestros aliados en Europa, con los ucranianos”, dijo Biden a los periodistas a principios de diciembre.

Dijo que estaba reuniendo lo que creía que sería “el conjunto más completo y significativo de iniciativas para hacer muy, muy difícil que Putin siga adelante y haga lo que a la gente le preocupa que pueda hacer”.

“Pero eso está en juego ahora mismo”, añadió.

Hacerlo público

A finales de noviembre, Biden sabía que era hora de volver a hablar con Putin. La fuerza rusa seguía creciendo y la amenaza de guerra se hacía más presente.

Pero a Biden y a sus asesores les preocupaba que Putin utilizara la conversación como una nueva oportunidad para manipular el sentimiento público y mintiera sobre la realidad que se vivía en las zonas gélidas de la frontera ucraniana.

Mientras se preparaba para la llamada con Putin, Biden aprobó la publicación de un documento de inteligencia no clasificado que mostraba el posicionamiento de lo que, según los funcionarios, podría llegar a ser una enorme fuerza a lo largo de la frontera, que incluía blindaje pesado, artillería y otros equipos.

“Nuestra teoría ha sido que poner información verdadera en el dominio público, que se mostraba en tiempo real debido a que todo el mundo puede ver lo que realmente están haciendo, era la mejor manera de evitar que los rusos y lo que siempre hacen, que es tratar de controlar la narrativa con la desinformación”, recordó recientemente un alto funcionario del gobierno.

La idea era arriesgada. Utilizar la información sobre los planes rusos podría hacer que el gobierno pareciera que estaba fomentando la guerra en lugar de tratar de evitarla.

En el pasado, las agencias de inteligencia habían bloqueado las propuestas estadounidenses de divulgación de información, lo que algunos responsables políticos consideraron un rechazo general demasiado cauto. Pero en este caso, Burns, diplomático de carrera, apoyó una estrategia selectiva para desclasificar y divulgar información, si las fuentes y los métodos podían protegerse. Haines también apoyó la estrategia.

El documento del 3 de diciembre se convirtió en el primero de una serie de esfuerzos para desclasificar la inteligencia sobre los planes rusos por parte de Estados Unidos y Gran Bretaña, que llegaría a incluir detalles de una campaña de sabotaje rusa, un plan de golpe de Estado, un elaborado esfuerzo para utilizar un video falso para crear un pretexto para la invasión y otras operaciones encubiertas tramadas por la agencia de inteligencia militar rusa, el GRU.

Biden y Putin hablaron a través de un vínculo de video seguro durante una hora y 59 minutos la mañana del 7 de diciembre, apenas tres días después de que se publicara el documento desclasificado. Según los funcionarios estadounidenses, el presidente Biden le ofreció una opción a Putin: aceptar la diplomacia o correr el riesgo de sufrir fuertes consecuencias económicas y políticas derivadas de las sanciones que se impondrían si invadía Ucrania.

En cierto sentido, Biden se había preparado para ese momento. Dado que ha visitado Ucrania una media decena de veces en la última década, conoce el país mejor que cualquier otro presidente estadounidense. Su equipo de política exterior está formado por los llamados “atlantistas”, que han dedicado su vida a estudiar la seguridad europea (Antony Blinken, el secretario de Estado, creció en París).

Los asesores también dijeron que la larga historia de Biden con Putin lo hacía menos susceptible a las tácticas del presidente ruso. En las conversaciones sobre Ucrania, los funcionarios dijeron que a Putin a menudo le gustaba debatir durante largos periodos hasta el más mínimo detalle del Protocolo de Minsk, un complicado esfuerzo de años de diplomacia con Ucrania, con la esperanza de generar confusión.

Movilizar al ejército

En Navidad, el ejército ruso anunció que retiraría a 10,000 soldados de la frontera de Ucrania y afirmó que era una prueba de que Putin no tenía intenciones de invadir a su vecino en el futuro próximo.

Al interior de la Casa Blanca, ni el presidente ni su equipo le creyeron.

Los funcionarios de inteligencia habían visto repetidos casos en los que los rusos desplazaban a un grupo táctico de batallones cerca de la frontera, establecían la infraestructura necesaria para una rápida invasión y luego retiraban a las tropas, pero dejaban dicha infraestructura en pie para que la usaran otros batallones, la guardia nacional rusa u otras fuerzas militares leales a Putin.

El movimiento de tropas de un lado a otro no era evidencia de una retirada, dijeron los funcionarios. Era una prueba de lo contrario: los preparativos para una invasión de Ucrania.

Pero Biden había acordado enviar a Blinken y a otros a una semana de intensa diplomacia en Europa desde el 10 de enero. Esas conversaciones culminaron con las discusiones en Viena el jueves 13 de enero, con el objetivo de convencer a Putin de que no se arriesgara a recibir sanciones devastadoras por enviar sus fuerzas a Ucrania.

Al día siguiente, decenas de miles de tropas rusas empezaron a entrar en Bielorrusia, el vecino del norte de Ucrania, para lo que Rusia llamó ejercicios militares conjuntos.

El 18 de enero, el gobierno intensificó su campaña de información pública con una sesión informativa del Departamento de Estado para los periodistas sobre Bielorrusia, en la que se reveló el alcance de la actividad rusa en ese país.

Al día siguiente, horas antes de que Biden diera una conferencia de prensa de dos horas en la Sala Este de la Casa Blanca, se reunió virtualmente desde la Sala de Situación con media decena de senadores —demócratas y republicanos— que acababan de regresar de Ucrania. A diferencia de sus numerosos enfrentamientos con los republicanos en materia de política interior, Biden se había asegurado un apoyo mayoritariamente bipartidista.

La rueda de prensa no salió bien. En respuesta a las preguntas, Biden sugirió que los aliados podrían no responder a lo que llamó una “incursión menor” de Rusia. Su equipo pasó la última parte del día asegurando rápidamente al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, y a los aliados que cualquier incursión —por pequeña que fuera— desencadenaría sanciones punitivas.

Durante meses, el secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, se había reunido dos veces a la semana con líderes civiles y militares de alto nivel para ultimar las opciones del ejército. Las reuniones, llamadas sesiones “Op/Policy Sync”, se centraban en parte en una de las tres “estrellas del norte” o principios estratégicos rectores de Austin: evitar una confrontación directa en Ucrania o cerca de ella entre Rusia y Estados Unidos, las dos mayores potencias nucleares del mundo.

Sin embargo, para finales de enero, tanto Austin, un general de cuatro estrellas retirado del ejército conocido por sus juicios cautelosos, como el general Mark Milley, presidente del Estado Mayor Conjunto, un historiador que lleva consigo un mapa de Ucrania marcado con detalles tácticos, ya no veían ninguna ambigüedad posible en lo que pretendían hacer más de 100,000 fuerzas rusas. No se trataba de simples ejercicios de entrenamiento, como insistían los rusos.

“Señor presidente, hemos entrado en un periodo inequívoco de advertencia”, dijo Austin a Biden, según un alto funcionario del Pentágono. “Putin está desplegando a sus soldados para un ataque y ahora es el momento de estar en posición de responder de inmediato”.

En una reunión del 22 de enero en Camp David, la residencia presidencial de retiro en Maryland, los altos funcionarios del Pentágono presentaron a Biden varias opciones que desplazarían los activos militares de Estados Unidos mucho más cerca de las puertas de Putin, según dijeron funcionarios gubernamentales.

Las opciones incluían enviar entre 1000 y 5000 soldados a países de Europa del Este, con la posibilidad de aumentar ese número diez veces si las cosas empeoraban, dijeron los funcionarios.

Una semana después, el 2 de febrero, el Pentágono anunció el despliegue a Polonia del primer grupo de casi 5000 miembros de infantería paracaidista de la 82.ª División Aerotransportada en Fort Bragg, Carolina del Norte, para tranquilizar a un aliado fundamental en el flanco oriental de la OTAN.

El desenlace

Durante meses, Biden había intentado evitar una guerra en Europa. Pero ahora, con la movilización de las fuerzas rusas, el presidente y sus asesores enfrentan nuevos retos.

Después de que Biden y sus principales asesores predijeran durante semanas que era probable que Putin lanzara un ataque total contra Ucrania, una incursión rusa más limitada podría debilitar la determinación de la alianza reunida por Biden.

Ben Rhodes, viceconsejero de seguridad nacional en el gobierno de Barack Obama, dijo que era posible que Putin no avanzara de inmediato hacia el resto de Ucrania, lo cual evitaría las escenas de grupos de refugiados y grandes batallas que los funcionarios habían pronosticado.

“Es más fácil conseguir que los líderes hagan cosas difíciles si las consecuencias más dramáticas son evidentes para todos”, dijo. “El desacuerdo provoca momentos de incertidumbre”.

Una invasión lenta, en la que las fuerzas de Putin permanezcan en las zonas disputadas y controladas por los separatistas durante semanas o meses, también podría tensar el apoyo bipartidista que se había aglutinado en torno al duro enfoque de Biden en los meses previos a las acciones del lunes por parte del líder ruso.

Algunos republicanos arremetieron de inmediato, instando al presidente a actuar con mayor rapidez para imponer sanciones. El senador Lindsey Graham, republicano de Carolina del Sur, escribió en Twitter que las medidas de Putin del lunes equivalían a “una declaración de guerra contra el pueblo de Ucrania”.

Y añadió: “Su decisión debería ser respondida inmediatamente con sanciones contundentes para destruir el rublo y aplastar el sector ruso del petróleo y el gas”.

Y ahora que parece que el presidente ruso está ignorando esas amenazas, Biden se arriesga a ser acusado por los republicanos y otros críticos de no haber hecho lo suficiente para, en primer lugar, evitar una invasión. Rhodes dijo que esa crítica sería injusta.

“Las sanciones pueden imponer un costo y hacer las cosas más difíciles para Putin”, dijo Rhodes. “Pero no pueden sacudir su cálculo por completo”.



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