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Paralelos entre invasión de Ucrania y horrores de Alepo
Por AJ NADDAFF BEIRUT (AP) — Cuando Afraa Hashem piensa en lo que fue su vida durante el sitio de Alepo, recuerda lo creativa que era la gente. A fines del 2016, las fuerzas del gobierno sirio habían aislado completamente la parte oriental de la ciudad, en manos rebeldes, donde vivían 270,000 personas. Meses de bombardeos de aviones rusos destrozaron la ciudad. Escaseaban los alimentoso y la familia de Hashem, igual que tantas otras, sobrevivía con una comida al día. Un día, su hijo mayor, Wisam, de 11 años, le preguntó: “Mami, ¿podemos comer pescado?”. En realidad, a ninguno de sus tres hijos les gustaba el pescado, pero cuando no tienes casi nada, extrañas incluso las cosas que no te gustan, dijo la mujer. En un esfuerzo por no caer en la desesperación, Hashem fritó un pan viejo, encontró un poco de cilantro, ajo y los famosos pimientos rojos de Alepo y les dijo que era tilapia. Todos fingieron que comían tilapia. Los chicos incluso dijeron que sabía a tilapia. “Yo no era la única. Todas las mujeres de Alepo hacían estas cosas para alimentar a sus hijos”, dijo Hashem. Ella y otros sobrevivientes del sitio de Alepo recordaron el martes el 11mo aniversario de la revolución que dio paso a una guerra civil. El aniversario adquiere una dimensión especial este año, en que ven con horror cómo los ucranianos pasan por lo mismo por lo que pasaron ellos: bombardeos, un sitio brutal y el abandono de sus casas. En Siria, Rusia ayudó al gobierno de Bashar Assad con una estrategia despiadada. Una por una, sitiaron las ciudades y barrios controlados por los rebeldes, bombardeando y haciendo pasar hambre a la gente hasta que ya no pudieron resistir más. El sitio de Alepo fue uno de los más brutales. Alepo era la ciudad más poblada de Siria, famosa por su cocina y su milenaria ciudad vieja. Cuando empezó la guerra, sus distritos orientales batallaron con las fuerzas del gobierno por años, empujados por un fervor revolucionario. Pero casi seis meses de asedio convirtieron la zona en ruinas, con su población muerta o dispersa. En Ucrania el puerto de Mariúpol vive una experiencia similar desde hace dos semanas y decenas de miles de personas buscan comida y refugio de los bombardeos ruso. El temor es que el presidente ruso Vladimir Putin utilice tácticas como las empleadas en Alepo en toda Ucrania. Ahora en Londres con su esposo y sus hijos, Hashem dijo que se solidarizó con Ucrania desde el primer día de la invasión rusa. “Mucha gente me pregunta si me molesta el hecho de que el mundo se solidariza más con Ucrania que lo que hizo con Siria. Les digo que eso no me interesa. Lo que me preocupa es que son ellos también víctimas”, dijo la mujer. En un sector de Siria que el gobierno todavía no controla, otro sobreviviente de Alepo, Abdulkafi Alhamdo, también siente una conexión con Ucrania. Vive en la provincial de Idlib, en manos de la oposición, y trabaja como profesor de literatura en la vecina Azaz, controlada por los turcos. En las aulas, “siempre asocio al Hermano Mayor de la novela ‘1984’ de George Orwell con Putin, tanto en Siria como ahora en Ucrania”, expresó. Alhamdo imprimió dos banderas de Ucrania que hizo flamear junto a las banderas de la revolución siria durante una protesta en Idlig con motivo del aniversario de la guerra. Cuando comenzó el conflicto en el 2011, Hashem era la directora de una escuela y militante de la causa rebelde. Alentó esperanzas de un cambio en Siria al ver los progresos de la oposición, incluida la toma del sector oriental de Alepo. Hashem trabajó con un consejo local que administraba la ciudad y ayudó a organizar manifestaciones de protesta. Con el correr de los años, aviones rusos y del gobierno sirio intensificaron sus bombardeos de la parte oriental de Alepo. Hashem instaló su escuela en un sótano y sus oscuros salones hacían de aulas y de refugios. Comenzó un teatro allí, escribiendo obras que montaban sus alumnos. La situación se agravó y la vida se vio más alterada todavía. Por las mañanas pasaba junto a una colina que separaba el sector oriental de la parte controlada por el gobierno. Era tan infranqueable como el muro de Berlín, según cuenta. Si alguien se acercaba demasiado, había francotiradores que le disparaban. Pero a ella le gustaba escuchar lo autos y cualquier ruido del otro lado que le recordaba a los amigos y familiares que quedaron allí. “Siempre me preguntaba, ¿cómo será la vida en ese otro universo?”, expresó. Su universo se transformó en un infierno cuando comenzó el sitio en julio del 2016. La parte oriental de Alepo quedó aislada y casi no llegaban suministros de nada. Los bombardeos del gobierno y de los rusos acabaron con todo, incluidos hospitales y escuelas. Se escuchaban explosiones constantemente. El departamento de Hashem fue bombardeado varias veces y ella se tuvo que mudar en numerosas ocasiones. Al no haber gas para cocinar, las familias usaban cualquier pedazo de madera que encontraban, incluida la de muebles. Subieron los precios. Casi no había frutas ni vegetales. Era imposible conseguir harina, por lo que Hashem y otras familias cocinaban pan moliendo judías blancas. Los inviernos eran feroces y los hijos de Hesham extrañaban el saleb, una bebida dulzona, que se toma caliente en los días fríos. Se prepara con tubérculos de orquídea, imposibles de encontrar bajo el asedio. Hesham volvió a improvisar. Empleó la poca harina que guardaba y la cocinó en agua hirviendo con azúcar, haciéndola pasar por saleb. A fines de diciembre del 2016, aceptó partir de Alepo junto con decenas de miles de personas, en el marco de un acuerdo para evacuar residentes. Fue primero a la parte noroccidental de Siria, en manos de la oposición, y luego a Turquía. En su primera noche en un departamento de la ciudad turca de Gaziantep, vio funcionar una máquina de lavar ropa por primera vez en años y lloró. Hesham llevó a sus hijos a un centro comercial y a la “tierra prometida”, como describió la zona de comidas. “Comimos un montón de cosas con las que soñábamos: Pizza, hamburguesas, tiras de pollo, pescado y papas fritas. Todo eso”. Un soldado del gobierno sirio vive hoy en su casa de Alepo, según le cuentan familiares que permanecen allí. El gobierno confiscó muchas propiedades. Iman Khaled Aboud, una viuda de 40 años que se asiló en Inglaterra, dice que se fue de Alepo en la misma evacuación, en un día de diciembre frío y un con niebla, un clima parecido al que hay ahora en Ucrania. Cuenta que vio soldados rusos por primera vez cuando los autobuses usados en la evacuación pasaban por los distintos puntos de control, tras meses de bombardeos ruso. Su esposo y su hijo murieron en un bombardeo ruso, según cuenta. Ella y su familia se tuvieron que mudar 15 veces por los ataques. Aboud dice que espera que los ucranianos no tengan que pasar por lo que pasó ella. En todo caso, “les recomendaría que almacenen alimentos”. aranza |
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