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La guerra Scherer-Gertz Manero pone en jaque a López Obrador
Carlos Loret de Mola A. | The Washinton Post El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, durante una conferencia de prensa en Palacio Nacional, en México, el 24 de marzo de 2022. (Mario Guzman/EPA-EFE/Shutterstock) Si el gobierno del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), fuera un barco, las alarmas estarían sonando a todo volumen porque hay un boquete en el cuarto de máquinas, las bombas de expulsión de agua de la sentina están colapsadas e incluso la lujosa cubierta está inundada. El cuarto de máquinas se llama Julio Scherer Ibarra, de quien el presidente dijo: es “como mi hermano”. Fue el consejero jurídico de la presidencia los primeros tres años del sexenio, en los que fungió como el principal operador político: hizo todo lo que el presidente necesitaba que se hiciera sin tener que mancharse las manos. Fungió como interlocutor de políticos y empresarios, de perseguidos y asustados, de amenazados y cómplices. “Ya hablé con Julio”, era quizá la frase más escuchada en círculos de poder cercanos a Palacio Nacional. Hoy, en la Fiscalía General de la República (FGR) hay denuncias en contra de una red de abogados, cercanos al ex brazo derecho del presidente, acusada de extorsionar mediante el poder del Estado y volverse multimillonaria. También en contra de Scherer por presuntamente extorsionar al abogado Juan Collado, detenido en 2019 por delincuencia organizada. La sentina, a donde llegan las aguas sucias que se desalojan hacia afuera del barco con bombas, es Alejandro Gertz Manero, quien encabeza la FGR. Sin duda, no ha purificado nada. La fiscalía solo le sirve al fiscal, quien fue exhibido en unas conversaciones telefónicas —que sirvieron de contraataque a Scherer— usando su cargo para alentar venganzas personales e intereses particulares a costa del erario. Y si la cubierta es la cara bonita de una embarcación, ese papel lo tuvo Olga Sánchez Cordero, exministra de la Suprema Corte de Justicia y después secretaria de Gobierno durante la primera mitad de la administración de AMLO. En el organigrama, ella tenía el segundo cargo de mayor relevancia en el gobierno, pero nunca lo ejerció. El presidente más bien echaba mano de ella para atender temas sociales y presentar un rostro tolerante y apegado a la ley frente a las crecientes denuncias de que su gobierno se acerca a un régimen autoritario. Scherer la culpa a ella de coludirse con el fiscal Gertz Manero para mancharlo judicialmente por intereses políticos. El cuarto de máquinas, la sentina y la cubierta colapsan. El barco se está hundiendo. Las acusaciones de corrupción, abuso de poder y enriquecimiento ilícito en contra de tres de quienes son o han sido de los más altos funcionarios del gobierno de AMLO no provienen de una investigación periodística ni de una denuncia de la oposición. Sino de lo que han dicho públicamente los tres involucrados, de lo que se acusan y denuncian sobre cómo se maneja el gobierno de AMLO. No es un ataque desde fuera: es una implosión, un colapso desde adentro. Encima, ha salido salpicada la Suprema Corte de Justicia, pues en una de las grabaciones de Gertz Manero da a entender que tiene en la bolsa a “tres o cuatro” de los 11 ministros. [Leer más: AMLO se perfila para ser un presidente simpático pero inútil] AMLO está en su peor momento de aprobación ciudadana y su círculo cercano se ha quitado los guantes y se golpea en horario estelar. En esta ocasión el presidente y su gobierno solo pueden culparse a sí mismos, no pueden decir que son mentiras de los medios o un complot de sus opositores como suelen hacerlo. Y como no puede decir eso, el presidente ha preferido no decir nada. El hombre que habla de absolutamente todos los temas, que gobierna desde la palabra y encabeza una conferencia de prensa de dos horas diarias en la que da su opinión hasta de las más ridículas banalidades, dice sobre esto que “no se va a meter”, que son pleitos fruto de la condición humana. Así que mientras su barco hace agua, el capitán trata de voltear hacia otro lado. El problema para él es que no puede. “El presidente de México tiene toda la información. Todos los presidentes saben lo que sucede, además es un sistema político presidencialista”, dijo en 2019 sobre hechos del sexenio pasado. Así que, bajo esa premisa, siempre supo lo que hicieron o dejaron de hacer Gertz Manero, Scherer y Sánchez Cordero, pero les ha brindado un manto de impunidad: el presidente dejó entrar el agua al barco sin sonar la alarma, sin avisar a los pasajeros y sin meter las manos. Por eso es cómplice y responsable. No puede solo alejarse. Además, está políticamente entrampado: Scherer ya no es su consejero jurídico pero tiene mucha información y muchos contactos dentro de su administración. El mismo Gertz Manero acusó ante senadores que el espionaje en su contra pudo provenir del propio gobierno. Sánchez Cordero ya no es secretaria de Gobernación, pero preside el Senado y también cuenta con información y contactos. Al fiscal no lo puede remover porque no cuenta con los votos en el Congreso como para garantizar un reemplazo que no le sea hostil. Los tres tienen una capacidad de destrucción mutua asegurada y aún habrá que ver si esta guerra parará aquí o si involucrará a más altos funcionarios, o incluso miembros de la familia de AMLO. Tenga quien tenga la razón de los funcionarios involucrados, gane quien gane esta guerra, el presidente está íntimamente ligado a todos. Así que el gran perdedor de esta guerra es él. aranza |
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