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Tras comprar Twitter, Elon Musk se enfrentará a la realidad de lo que ha dicho sobre la libertad de expresión


2022-04-26

Shira Ovide | The New York Times

Hace una década, algunos ejecutivos de Twitter, incluido el director ejecutivo de ese entonces Dick Costolo, declararon que la red social era “la fracción a favor de la libertad de expresión del partido de la libertad de expresión”. La postura significaba que Twitter defendería la capacidad de la gente de publicar todo lo que quisiera y ser escuchada por el mundo.

Desde esa fecha, Twitter ha sido arrastrado a pantanos de vendedores ambulantes de desinformación, abuso de las redes sociales por parte de los gobiernos para incitar a la violencia étnica y amenazas de funcionarios electos de encarcelar a empleados por tuits que no les gustaron. Al igual que Facebook, YouTube y otras compañías de internet, Twitter se vio obligado a transformarse de defensor férreo de la libertad de expresión a niñera de lo que se menciona.

 

 

Los últimos diez años han sido testigos de repetidas confrontaciones entre los principios nobles de la generación fundadora de compañías de redes sociales de Silicon Valley y la realidad complicada de un mundo en el que “libertad de expresión” significa cosas diferentes para cada persona. Ahora, Elon Musk, quien el lunes llegó a un acuerdo para comprar Twitter por casi 44,000 millones de dólares, es parte directa de esa tensa historia.

Generaciones sucesivas de líderes de Twitter desde su fundación en 2006 han aprendido lo que Mark Zuckerberg (uno de los cofundadores de Facebook) y la mayoría de los ejecutivos de internet también han descubierto: declarar que “los tuits deben fluir”, como uno de los fundadores de Twitter, Biz Stone, escribió en 2011, o “creo en darle voz a la gente”, como mencionó Zuckerberg en un discurso de 2019, es fácil de decir pero difícil de cumplir.

El acuerdo de Musk para comprar Twitter pone al combativo multimillonario, quien también es director ejecutivo de Tesla y SpaceX, en el centro al rojo vivo del debate global sobre la libertad de expresión. Musk no ha sido específico sobre cuáles serán sus planes cuando se convierta en el propietario de Twitter, pero en el pasado se enfureció cuando la compañía eliminó publicaciones y prohibió el acceso a los usuarios y opinó que Twitter debía ser un refugio para la expresión sin restricciones dentro de los límites de la ley.

“La libertad de expresión es el fundamento de una democracia funcional y Twitter es la plaza pública digital donde se debaten los asuntos vitales para el futuro de la humanidad”, afirmó Musk en un comunicado para anunciar el acuerdo.

Musk es relativamente un aficionado en este tema y no ha abordado los sacrificios difíciles de dar voz a una persona que podría silenciar la expresión de otros y administrar un espacio de expresión en el que casi todo se vale y que puede ser invadido por mensajes no deseados, desnudez, propaganda de autócratas, acoso contra menores de edad e incitación a la violencia.

“Necesitamos proteger la libertad de expresión para hacer funcionar nuestra democracia”, opinó Jameel Jaffer, director ejecutivo del Instituto Knight de la Primera Enmienda de la Universidad de Columbia. “Pero hay mucha distancia entre esa premisa y los tipos de decisiones que las compañías de redes sociales deben tomar todos los días”.

Casi ningún lugar en internet o en el mundo físico es una zona de libertad de expresión total. El desafío de la expresión en línea es el desafío de la expresión, punto, con preguntas que tienen pocas respuestas sencillas: ¿cuándo es mejor una mayor expresión y cuándo es peor? ¿Y quién lo decide?

En países con tribunales sólidos, grupos cívicos y medios informativos que hacen rendir cuentas a los políticos, puede ser relativamente benigno cuando líderes electos hablan mal de sus oponentes en línea. Sin embargo en países como Birmania, Arabia Saudita y Somalia, los líderes gubernamentales han convertido a las redes sociales en un arma para someter a sus críticos a un acoso verbal despiadado, para difundir mentiras que se propagan en su mayoría sin ser verificadas o para incitar a la violencia étnica.

Si Twitter quiere dejar de moderar el discurso en su sitio, ¿las personas estarán menos dispuestas a pasar el rato donde pueden ser acosadas por quienes no están de acuerdo con ellas y ser bombardeadas por anuncios que intentan venderles criptomonedas, bolsos Gucci de imitación o pornografía?

La elección presidencial estadounidense de 2016 y el voto del brexit ese mismo año les dio a ejecutivos de Silicon Valley, funcionarios estadounidenses electos y al público un vistazo de lo que puede salir mal cuando las compañías de redes sociales deciden no ahondar en lo que la gente publica en sus sitios. Los propagandistas rusos amplificaron los puntos de vista de estadounidenses y británicos, en extremo divididos, lo que polarizó aún más al electorado.

Durante la presidencia de Donald Trump (en particular, en los primeros meses de la pandemia de coronavirus y después, conforme Trump y sus simpatizantes propagaron afirmaciones falsas sobre fraude en las elecciones de 2020), Twitter, Facebook y YouTube cambiaron su postura acerca del papel que desempeñaban en avivar la ira, las mentiras, las distorsiones y la división que dejaron exhaustas a algunas personas y a otras con una perspectiva cínica del mundo que les rodea.

Twitter y Facebook, presionados en ocasiones por sus empleados, dieron más pasos para remover o marcar publicaciones que podrían violar sus reglas contra la información falsa y modificaron los sistemas informáticos para evitar que las mentiras virales se propagaran rápido y a grandes distancias. Facebook, Twitter y YouTube también eliminaron las cuentas de Trump en sus plataforma tras el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021.

Nuevas leyes, incluyendo la Ley de servicios digitales en la Unión Europea, requieren que Twitter y sus similares hagan un mayor esfuerzo para eliminar el abuso y la desinformación de sus sitios. En otros países, tales como Vietnam, las compañías de redes sociales enfrentan riesgos legales cuando las personas publican lo que el gobierno considera críticas poco favorecedoras contra la autoridad. Twitter y otras compañías de redes sociales están en una posición que podría perjudicar la libertad de expresión y la democracia cuando intervienen muy poco en lo que la gente publica en línea y cuando intervienen en exceso.

Una de las paradojas de la revolución de Silicon Valley es que le restó poder a los antiguos guardianes de la información y la persuasión tales como los magnates de los medios y los líderes políticos, pero creó nuevos. La compra de Twitter por parte de Musk no cambiará eso. Tal vez no queremos que estos potentados de los medios digitales tengan tanto poder, pero la realidad es que lo tienen.
 



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