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Venderle Twitter a Elon Musk es bueno para los inversionistas, ¿y para el público?


2022-04-27

James B. Stewart | The New York Times

Twitter es “la plaza pública digital donde se debaten asuntos vitales para el futuro de la humanidad”, proclamó un triunfante Elon Musk al anunciar su acuerdo para comprar la plataforma de redes sociales.

En otras palabras, Twitter no es una corporación común. Funciona como algo parecido a una empresa de servicios públicos, un medio de comunicación único y mundial.

Entonces, ¿Twitter debería ser administrada como una empresa convencional que cotiza en los mercados públicos, con un consejo de administración enfocado principalmente en cosechar la mayor cantidad de dinero posible para los accionistas, sin importarle mucho los intereses de otros grupos?

Para algunos expertos influyentes en derecho y comercio, la respuesta es “no”. Los consejeros de la empresa también debieron evaluar las calificaciones de Musk para servir como administrador responsable de un canal vital de comunicaciones públicas y, con base en los comentarios públicos que realizó el consejo de administración de Twitter, no hay ninguna evidencia de que lo haya hecho.

“Al momento de evaluar el valor de la empresa a largo plazo, el consejo debió considerar los intereses de las partes involucradas como los empleados y los usuarios”, opinó Lenore Palladino, profesora titular de Economía en la Universidad de Massachusetts, campus Amherst, e investigadora del progresista Instituto Roosevelt en Nueva York.

Musk es una figura polarizadora. Es un emprendedor que ha cambiado el mundo, responsable de empresas como PayPal y Tesla, las cuales han revolucionado industrias enormes. Musk ha utilizado su influencia significativa —tiene 85 millones de seguidores en Twitter— para vituperar contra una cultura que considera liberal y censuradora en los medios y la tecnología.

A veces, también es imprudente y caprichoso, rasgos que le han acarreado problemas con reguladores federales y lo hicieron objeto de una demanda de difamación, entre otros problemas. Apenas la semana pasada, se burló de la barriga cervecera de Bill Gates después de que se rumoró que el cofundador de Microsoft había apostado en contra del precio de las acciones de Tesla.

La pregunta que se debe hacer es si algo de lo anterior en realidad fue un factor, o debió serlo, en la decisión que tomó el consejo de administración de Twitter de venderle la empresa a Musk.

En décadas recientes, las corporaciones estadounidenses y sus consejos han operado según una doctrina legal conocida como “la primacía de los accionistas”, la cual plantea que los consejos corporativos deben enfocarse en una sola meta: maximizar el rendimiento para los accionistas.

Bret Taylor, el presidente de Twitter, se apegó mucho a esa doctrina el lunes, cuando dijo que el consejo había evaluado la oferta de Musk enfocándose en “el valor, la certidumbre y el financiamiento” y que el acuerdo iba a producir una “prima cuantiosa en efectivo”.

Bien pudo referirse a un fabricante de herramientas y troqueles.

Ni siquiera se mencionó a las otras partes interesadas de Twitter —sus usuarios, empleados y anunciantes, por nombrar algunos— ni la profunda importancia de la plataforma para el discurso público. No queda claro si los consejeros, en el que parece haber sido un fin de semana vertiginoso de deliberaciones, siquiera tocaron estos temas.

Según la ley actual, consolidada en su mayoría en los tribunales de Delaware, los consejos tienen “la discreción, pero no la obligación” de considerar los intereses de personas distintas de sus inversionistas, comentó Jill A. Fisch, profesora de Derecho Comercial en la Escuela de Derecho Carey de la Universidad de Pensilvania. No obstante, pocas empresas, si es que alguna, han ejercido esa discreción, agregó Fisch.

En años recientes, el modelo de priorizar a los accionistas ha sido criticado por haber enriquecido a los accionistas a costa de casi todo y todos los demás: empleados, clientes, innovación, el planeta.

La situación de Twitter muestra cómo “en esencia, necesitamos cambiar el enfoque de la administración corporativa”, comentó Palladino.

Musk ha declarado que no está comprando Twitter para ganar dinero (aunque asegura que tiene planes para “liberar” el potencial de la empresa). Se podría decir que esa es una causa de preocupación. Los accionistas públicos, o cualquiera de los dueños que busque maximizar las ganancias, tienen un incentivo económico para atraer y mantener la mayor cantidad de usuarios. Esto quiere decir que la gerencia debe prohibir el acceso a los extremistas, para evitar ofender o alejar a muchos más usuarios, mientras busca prohibir a los menos posibles, a fin de aumentar el valor de la plataforma para los anunciantes.

Por otro lado, esto deja a la gerencia de la empresa supeditada a los caprichos de Wall Street, cuyos intereses tal vez no estén muy alineados con los del público general.

Desde que su oferta de compra se volvió pública este mes, Musk ha ensalzado sus planes para promover Twitter como un bastión de la libre expresión. El lunes, Musk declaró que esperaba que “incluso mis peores críticos permanezcan en Twitter, porque eso significa la libertad de expresión”.

Aunque hasta ahora los comentarios públicos de Musk han sido reconfortantes para los defensores de la libertad de expresión, en especial la gente de la derecha que asegura que las grandes empresas tecnológicas han silenciado los puntos de vista conservadores, no hay ninguna garantía de que Musk siga apoyando esas visiones tolerantes en cuanto asuma el control.

Al haber renunciado a los motivos económicos, es posible que a Musk no le importe a quién ofende, ya sea por darles la bienvenida a los extremistas o por suspender las cuentas de personas que lo denuncian. Musk es un hombre que alguna vez llamó “pedófilo” a un rescatista porque este lo había criticado. Ha sido cuidadoso de no decir dónde pondrá el límite entre la libertad de expresión y el discurso violento o de odio, algo que la gerencia actual de Twitter ha intentado restringir, con un historial notable por su imperfección.

En cierto sentido, es fácil entender las ganas del consejo de Twitter de salir de este nido de avispas al tiempo que enriquece a los accionistas. Rechazar una oferta de adquisición a un precio mayor del precio actual de las acciones de la empresa habría sido motivo de litigio. Aceptar la propuesta fue el camino de menor resistencia y, según Fisch, es poco probable que se desafíe con éxito en los tribunales o que la demoren los reguladores federales.

Sin embargo, la respuesta del consejo frente a Musk no tuvo que haberse basado en ninguna evaluación subjetiva del carácter o los motivos de Musk.

Como lo señaló Palladino, el consejo pudo haber asumido la postura de que servir al interés público es más importante para el valor a largo plazo de Twitter y que venderle Twitter a cualquier comprador privado solo era del interés de los especuladores y el mismo Musk.
 



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