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La predecible campaña de terror contra la nueva Constitución de Chile
Yasna Mussa, The Washington Post En la semana del 18 al 22 de abril, se aprobaron de forma inédita en el pleno de la Convención Constitucional de Chile un catálogo de derechos sociales entre los que figuran el derecho a salud, a la educación, a la vivienda, a la ciudad y algunos artículos más innovadores como el derecho al cuidado. El miércoles 20, el periódico La Segunda titulaba en portada “29 convencionales que pueden frenar la hegemonía del PC”, en referencia al supuesto poder ideológico que tendría dentro de la instancia el Partido Comunista, el cual solo cuenta con 6 militantes entre los 154 escaños de la Convención. Por esos mismos días, en el hotel Sheraton de Santiago, ubicado en un sector de clase alta de la ciudad, la Multigremial Nacional realizó un evento privado y sin acceso a la prensa para hablar sobre el proceso constituyente al que asistieron varias de las voces contrarias al funcionamiento de la Convención. Después, el medio La Tercera publicó un inserto firmado por 300 abogados que expresan su preocupación por “el tono ríspido, lejano a la autocrítica en discusiones que concluyen, aprobando normas de deficiente calidad y rigurosidad técnica y jurídica, que pueden producir al futuro serios vacíos, contrasentidos o incluso problemas graves en materia de interpretación constitucional”. Otro grupo de 500 abogados y abogadas no tardó en responderles y acusar a sus autores de realizar críticas vagas y generales. “Las serias y graves acusaciones que afirman exigen que estas sean demostradas fundadamente ante la opinión pública”, se lee en el texto publicado este martes 26. Entendiendo la importancia histórica que tiene este proceso de interés público y masivo, en el que se han generado profundas expectativas y proyecciones, debería ser siempre una buena noticia el interés que genera y las posibilidades de discusión, debate e intercambio entre distintos actores de la sociedad. En este caso, sin embargo, una de las dos partes comenzó su campaña mucho antes de que se escribiera la primera línea. La predisposición de este grupo que se niega a todo tipo de cambios ha quedado manifestada previo que la Convención Constitucional se instalara el 4 de julio de 2021, o tuviera sus primeras votaciones en el pleno, recién en febrero pasado. La sola idea de que se eligiera un órgano democrático para redactar un texto que reemplace las reglas impuestas en una dictadura parecía incomodar a un parte del poder que creció y se fortaleció gracias a las líneas que se leen en el texto constitucional de 1980. Entre los argumentos que suelen usar está el defender la tradición, entendiendo como “tradición” todo aquello que proviene de la misma línea elitista de la que ellos descienden. Incluso resulta difícil hablar de críticas, cuando no se ha puesto ni la mitad de la energía en tratar de especificar o aportar a su éxito, sino solo deslegitimar su trabajo y a repetir como mantra que “la sensación de Rechazo crece”. Por supuesto que crece cuando se invierten millones de pesos en publicidad para llamar a votar en contra de la nueva Constitución, mientras el Apruebo no cuenta con portadas, ni largas entrevistas sosteniendo mentiras en pos de sus intereses o apariciones en redes sociales que confundan a los usuarios. Es cosa de abrir YouTube o Facebook para encontrarse con llamados histéricos que instan a votar en contra del proceso constituyente, sea cual fuere el resultado de su trabajo. Del proceso constitucional se ha dicho de todo: que reemplazarán la bandera y el himno; que se le cambiará el nombre al país, que nadie tendrá derecho a la propiedad privada; que no podrás elegir la educación de tus hijos; que si una persona mapuche comete un delito contra una winka (no mapuche), los tribunales indígenas fallarán en contra de la última; que no se podrán vender helados porque si no se consideraría comercializar el agua; que los trabajadores ya no serán dueños de sus ahorros previsionales”. Lo curioso es que quienes llevan meses sentados en el pleno, tengan derecho a voz y voto, sean capaces de decir mentiras como esta última de manera destemplada, insistiendo sin ningún tipo de decoro y aprovechando la portada que le entrega un medio de distribución nacional que en general cubre farándula, salvo cuando se trata de implantar el miedo entre la población. El convencional Bernardo Fontaine no ha perdido la oportunidad de insistir en un punto en que han tenido que salir varios constituyentes a desmentir sus dichos y explicar el fondo de la discusión. Aunque se adivinaba que la campaña en su contra llevaría la delantera, era difícil adivinar el grado de orquestación que tendría desde mundos que antes se reconocían como democráticos, y que hoy no tienen problema en levantar mentiras con forma de titulares sabiendo que se viralizarán aunque muy pocos hagan clic en el enlace o se den el tiempo de verificar el contenido de la norma de la que se habla. Han aprovechado la inmediatez con que viaja un link por grupos de Whatsapp o con que se comparte un tuit; el cansancio electoral y social, para insistir en que su tendencia avanza hacia el éxito sin más pruebas que su propia fe. La fórmula no es nueva: ya lo hicieron cuando el plebiscito de entrada decidiría si avanzábamos o no a esta instancia y el Apruebo arrasó pese a sus advertencias. Entre quienes hoy promueven el Rechazo o colaboran en ello, hay muchos integrantes de la ex Concertación, quienes han declarado incluso que el proceso actual sería tan antidemocrático como la Constitución pinochetista sin siquiera sonrojarse. Entre ellos hay muchos militantes de la Democracia Cristiana, un partido que llegó a ser el más grande y poderoso del país, pero que hoy tiene solo a un representante en la Convención, como prueba irrefutable de la cuenta que les pasó la ciudadanía ante su desconexión y sus prácticas que ayudaron a perpetuar la llamada vieja política. Dicen, en su defensa, que siempre estuvieron a favor de una nueva Constitución. Sin embargo, hoy se aferran a ideas rígidas alejadas de cualquier innovación que exigen los tiempos que vivimos, sin entender que lo que se escribe entre los muros del antiguo Congreso Nacional es el resultado de una transformación profunda que la sociedad exigió en las calles: derechos sociales tan básicos como el acceso a la vivienda, al agua y a pensiones dignas. Hoy por fin se avanza hacia eso y por cada campaña del terror que se cuela en la web o en una portada, siguen siendo más los que están dispuestos a defender la vía democrática que siempre ha enfrentado con éxito las maniobras que carecen de honestidad intelectual. aranza |
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