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La ola migratoria de cubanos hacia Estados Unidos salpicará a Biden
Abraham Jiménez Enoa, The Washington Post El pasado 29 de abril, seis cubanos —cuatro hombres y dos mujeres— llegaron a la orilla de 53rd Street y Collins Avenue, Miami Beach, en un bote de madera. Los migrantes partieron de Cuba, huyendo de la escasez y la falta de derechos, y estuvieron casi dos semanas remando en el mar para comenzar una nueva vida en Florida, Estados Unidos. De acuerdo con lo reportado por el diario El Nuevo Herald, este fue el desembarco número 93 —en su mayoría embarcaciones que son armatrostes— que la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos procesó en sus inmediaciones marítimas desde octubre de 2021. En este periodo han detenido en el mar a 1,451 personas procedentes de Cuba, la cifra más alta de los últimos cinco años. Un número que, sumado a los 46,752 cubanos que en el mismo lapso de tiempo llegaron por tierra a la frontera de México y Estados Unidos según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza, deja claro que estamos en presencia de una nueva ola migratoria cubana. La carestía de las necesidades más básicas, la represión del régimen a la sociedad civil y la desesperanza están provocando que los cubanos quieran escapar de la isla como sea y hacia donde sea. Pero históricamente, por cercanía geográfica y por alcanzar el anhelo del sueño americano, los cubanos han preferido emigrar hacia Estados Unidos. Esta salida masiva hacia el país del norte ya provocó que la administración del presidente Joe Biden se sentara en Washington a dialogar al respecto con una delegación del régimen cubano. Es la primera vez que Biden mueve una pieza de su ajedrez político hacia Cuba, lo que pone en perspectiva la importancia de lo que está ocurriendo. En su campaña electoral había prometido echar por tierra la estrategia agresiva del expresidente Donald Trump hacia la isla y retornar la postura de acercamiento de Barack Obama, de la que fue parte siendo vicepresidente. En lo que va de mandato, si bien Biden no prosiguió con la estela de sanciones económicas de Trump, tampoco se aproximó a darle la mano al régimen como Obama. Hasta estas conversaciones migratorias, lo único que había hecho era pasar de largo del tema de Cuba, con excepción de sus declaraciones acerca de las protestas populares de julio de 2021 en la isla. Ned Price, portavoz del Departamento de Estado, dijo sobre las conversaciones: “Se identificaron obstáculos para cumplir con los objetivos de los acuerdos”. Aunque Price no dio detalles sobre esos inconvenientes, estos deben estar relacionados con el hecho de que Cuba, desde que explotó la crisis migratoria en octubre de 2021, no ha aceptado la deportación de cubanos en vuelos comerciales o chárteres, y que Estados Unidos incumple con su compromiso de emitir 20,000 visas anuales a cubanos desde 2017. Pero mientras ambos gobiernos se esfuerzan en llegar a un supuesto acuerdo, los cubanos siguen arriesgando sus vidas al lanzarse al mar en condiciones lamentables y al atravesar la selva de América Central. Porque Cuba es un país donde no hay espacio para tener un pensamiento diferente a la ideología estatal, la comunista, y porque Cuba es hoy el país que encabeza el índice mundial de miseria. La administración de Biden debería prestar atención al movimiento migratorio que los involucra no solo por esas razones sino porque el régimen cubano, a lo largo de sus 63 años, ha desarrollado siempre la misma estrategia cuando ha notado un resquebrajamiento de su poder totalitario: utilizar la migración como válvula de escape de la ebullición social y como moneda de negociación con los gobiernos estadounidenses. Así ocurrió en 1965, en 1980, en 1994 y hoy podríamos estar viviendo otro capítulo, motivado por la resaca de presos políticos y el descontento popular que dejaron las protestas masivas de julio de 2021. El motivo que hace sospechar que el amplio movimiento de cubanos hacia Estados Unidos puede estar condicionado por el propio castrismo para sacarse de encima la molestia social, está en que el punto de inflexión fue provocado por uno de los pocos aliados de Cuba: Nicaragua. Después que Daniel Ortega logró reelegirse como presidente —en unas elecciones amañadas—, decidió eximir a los cubanos de visado obligatorio para entrar en Nicaragua. Esto ha provocado una tentativa para los ciudadanos de la isla: miles de personas, asfixiadas por el día a día, viajan todas las semanas a ese país para de ahí comenzar la travesía hacia Estados Unidos. La estrategia es sencilla: el régimen aprieta y el gesto —la ayuda— de Ortega empuja a abandonar la isla a los que tienen la soga en el cuello. Así limpia la nación y así genera un conflicto que acerca de nuevo a Estados Unidos a la zona de confort del castrismo: la confrontación. El escenario es complejo. No hay nada que haga pensar que la situación de Cuba va a cambiar a mediano plazo y eso significa que los cubanos seguirán buscando emigrar hacia Estados Unidos. Joe Biden, que no ha querido mirar a la isla, ahora tendrá que hacerlo de manera obligatoria para decidir, por fin, cómo lidiar con el régimen cubano. aranza |
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