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Sobre Johnny Depp y otros piratas


2022-05-24

Por Maureen Dowd | The New York Times

La semana pasada tuvimos la oportunidad inusual de echar un vistazo al alma torturada de George W. Bush.

Durante un discurso en su biblioteca presidencial en Dallas, a Bush cometió la madre de todos los deslices freudianos. Denunció “la decisión de un hombre de emprender una invasión totalmente injustificada y brutal a Irak”. Se corrigió con rapidez y aclaró que estaba hablando de Vladimir Putin, y dijo: “Me refiero a Ucrania”. Sin embargo, moviendo la cabeza, agregó: “Irak también”.

Los Bush siempre me dijeron que no les gustaba que los “pusieran en el diván”. Pero esta vez, W. se sentó en el diván él solo. Para el expresidente estadounidense de 75 años, fue un momento de autoincriminación digno de Dostoievski: una manifestación de conciencia y un viraje hacia la verdad en un momento en el que la verdad parece perdida en la niebla.

Hacia donde miremos estamos inundados de engaños y grandes mentiras.

Putin timó a una nación, engañando a los rusos sobre la guerra en Ucrania de la misma manera en la que se engañó a sí mismo. Cuando un coronel retirado soltó la verdad el lunes en la televisión estatal rusa, al decir que “la situación para nosotros claramente empeorará”, fue otro momento confesional poco común. Los presentadores que estaban con él parecían estar incómodos cuando él soltaba la sopa y les advertía a los rusos que no tomaran “sedantes informativos”.

“Estamos en un aislamiento geopolítico total y el mundo entero está contra nosotros, aunque no queramos admitirlo”, dijo el coronel Mikhail Khodaryonok, quien ahora es columnista conservador y analista de televisión sobre asuntos militares.

Unos días después regresó a la televisión con un tono distinto para denunciar las armas fabricadas en Occidente, a pesar de que el patético espectáculo de las armas rusas obsoletas e ineficaces en Ucrania les ha dado a los oficiales militares de Estados Unidos un nuevo y elegante argumento para vender nuestros sistemas de armas.

El martes de la semana pasada, durante las elecciones primarias del Partido Republicano, las mentiras fueron recompensadas. Como escribió Reid Epstein en el Times, los votantes republicanos en Pensilvania ungieron a Doug Mastriano, el candidato a gobernador de derecha que “ayudó a liderar el descarado esfuerzo para anular las elecciones estatales de 2020 y alquiló autobuses para el mitin previo a los disturbios en el Capitolio, y quien desde entonces ha promovido un esfuerzo constitucionalmente inviable para descertificar la victoria del presidente Biden en su estado”.

Mastriano difundió teorías de la conspiración sobre boletas fantasmas en 2020, máquinas hackeadas y votantes fallecidos. Se jactó de que estaría feliz de robar las elecciones de 2024 y señaló: “Tengo la facultad de nombrar al secretario de Estado, a quien se le ha delegado el poder de hacer las correcciones a las elecciones, los registros de votación y todo. Podría anular la certificación de todas las máquinas del estado de un plumazo por medio del secretario de Estado”.

También participó en una conferencia cristiana de extrema derecha organizada por los profetas de QAnon que comenzó con un video sobre el “sacrificio ritual de niños” y un “culto de sangre satánico a nivel mundial”.

En otro espectáculo vergonzoso, la verdad es un asunto sin importancia para los fanáticos iracundos de Johnny Depp. Los fanáticos de Depp se parecen a los de Trump en su lealtad ciega y su voluntad de omitir los hechos desagradables sobre su héroe. Depp está atrapado en un espeluznante enfrentamiento con su exesposa Amber Heard en la corte de un suburbio de Washington, un juicio que una persona con conocimiento me describió como O. J. Simpson “en cocaína”.

Al igual que los seguidores de Trump, los fans de Depp actúan como si estuvieran en una secta. Dicen que las denuncias de violencia doméstica de Heard son un engaño y cada vez que la abogada de Depp, Camille Vasquez, le hace una pregunta difícil a Heard la celebran, en una suerte de coliseo romano en línea.

Heard se sumó al ambiente circense cuando despidió a su muy respetada firma de relaciones públicas y contrató a un gurú de relaciones públicas que ha sido acusado de conducta sexual inapropiada.

Heard y Depp han compartido las historias más degradantes y horribles de una relación que, evidentemente, sacaba lo peor de ambos. Al margen de lo que el jurado decida, un hombre que alguna vez fue considerado el rey de lo cool ahora parece un cascarón desgastado y abrasivo de su antiguo yo.

Él culpó al ensayo de opinión de Heard en The Washington Post, en el que ella escribió que fue víctima de abuso doméstico sin nombrar a Depp, por dañar su carrera como pirata. Pero los mandamases de Disney me dijeron que la compañía ya estaba desalentada por un incidente de 2015, cuando Heard falsificó documentos para introducir de contrabando a sus yorkshire terriers en Australia, donde se estaba filmando la quinta entrega de la franquicia de Piratas del Caribe y, cuando los atraparon, enviaron a los perros de vuelta a California en un avión privado. Disney también estaba molesta por el incidente en el que una parte del dedo de Depp se cortó durante una pelea marital y la filmación se retrasó.

Rodeado de aduladores, Depp se engañó a sí mismo pensando que su consumo de alcohol y drogas no estaba alterando su carrera, sus relaciones y su vida. A contracorriente de su imagen despreocupada, estaba enojado y celoso, según testimonios de quienes lo conocen. Su exgerente comercial testificó que la estrella estaba derrochando el dinero y gastaba 300,000 dólares al mes en personal y miles de dólares al mes en pastillas con receta médica.

Bruce Witkin, quien fue amigo de Depp, describió el velo de pretensión que lo rodeaba. “La gente en la nómina realmente no dirá mucho”, dijo. “Lo intentarán, pero no quieren perder su trabajo”. Agregó: “Es algo extraño alrededor de personas como él. Todo el mundo quiere algo”.

Y los superfanáticos de Depp no querrán escuchar nada malo sobre el capitán Jack Sparrow en la corte.

En todo el mundo, los datos hechos a la medida están de moda. La verdad se fue de la casa.
 



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