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En la Cumbre de las Américas escuchemos a Boric, el líder más joven de la región
León Krauze | The Washington Post La Cumbre de las Américas que se realiza esta semana en Los Ángeles, California, será más recordada por sus ausencias que por sus posibles acuerdos. Aunque el encuentro promete abordar temas apremiantes para la región, los presidentes de varios países —México, Bolivia, Honduras, El Salvador, Uruguay y Guatemala— enviarán representantes o se saltarán la cumbre por completo. Algunos tienen quejas específicas. Por ejemplo, el presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, parece no estar muy contento con las críticas del gobierno estadounidense de Joe Biden al nombramiento de María Consuelo Porras, la polémica fiscal general del país. Pero para los gobiernos de izquierda en México, Bolivia y Honduras, el ímpetu detrás de las ausencias es un esfuerzo concertado para defender a los regímenes autoritarios en Cuba, Nicaragua y Venezuela como dignos de tener un lugar en la mesa. El gobierno de Biden puede agradecerle al presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, por eso. Durante semanas, López Obrador advirtió que boicotearía la cumbre si Estados Unidos excluía a las tres dictaduras de izquierda de la región. El lunes 6 de junio, cumplió su amenaza. Esto pudiera percibirse como una brecha profunda entre los populistas de izquierda de América Latina y el gobierno de Biden. Sin embargo, existe un tipo diferente de progresismo en la región. Su figura principal es el presidente más joven de América Latina: el chileno Gabriel Boric. Elegido en medio de una avalancha de esperanza y altas expectativas no muy diferente a la victoria de Barack Obama en 2008, Boric prometió abordar la historia de desigualdad económica y social de Chile. Ha sido difícil. En los primeros meses de su gobierno, Boric ha experimentado una dramática caída de apoyo. Pero en lugar de culpar al pasado o eludir responsabilidades, el presidente de 36 años ha reconocido sus errores. Boric enfrenta un gran desafío. Chile enfrenta un conflicto de vieja data en el sur del país, violencia relacionada con las drogas y tensiones por la llegada masiva de venezolanos que buscan refugio en el país. A pesar de todo, Boric se ha comprometido a mantener el rumbo y evitar “atajos” como el “populismo”. En una conversación que tuvimos el lunes, le pregunté a Boric —quien se identifica como un “socialista igualitario” y le gusta citar a John Rawls— si había considerado no ir a la reunión de esta semana en Los Ángeles. “Lo discutimos”, me respondió. Al final, decidió participar en la cumbre. “No podía estar ausente de un espacio construido para la cooperación”, afirmó. “Necesitamos reunirnos y volver a alzar la voz de América Latina en los foros internacionales”. A diferencia de la mayoría de los otros líderes de izquierda de la región —y de algunos en Estados Unidos, también— Boric ha logrado escabullirse del pernicioso atractivo de la esfera de influencia cubana y venezolana. Por ejemplo, le pregunté cómo pensaba que la historia iba a recordar a Hugo Chávez. Boric se tomó un momento y comenzó a recordar un viaje que hizo en 2010 a Venezuela, cuando todavía gobernaba Chávez. Me explicó cómo había creído en la promesa de inclusión social realizada por Chávez. Pero luego, me dijo, Chávez lo decepcionó. “Creo que la corriente de Venezuela, esa concentración de poderes, es el camino equivocado”, afirmó. Boric es más cauteloso cuando se trata de Cuba. Explicó con vehemencia cómo la “política de exclusión”, incluida específicamente el embargo de Estados Unidos, no ha logrado involucrar a Cuba. En nuestra entrevista, se negó a identificar al régimen cubano como una dictadura rotunda. Sin embargo, sorprendentemente dado el control de Cuba sobre la izquierda latinoamericana, habló sobre las tendencias autoritarias actuales en la isla. “Yo lo que quiero es que haya libertad en Cuba”, me dijo. “Hoy en Cuba hay ciudadanos presos por protestar y expresar una opinión diferente respecto al régimen actual. Y eso me parece inaceptable”. Todo esto es muy distinto a voces como la del grandilocuente López Obrador y su apasionada defensa del régimen de Castro, al cual ha calificado como “un ejemplo de resistencia”. En una región que se está distanciando de la democracia, Boric es un defensor de la razón. “Hay ciertos principios que uno tiene que defender sin importar dónde estés”, me dijo. “Respeto absoluto a los derechos humanos. Creer en la ciencia, actuar sobre políticas con base empírica y tener responsabilidad fiscal”. En Los Ángeles, Boric tiene previsto decir algunas verdades incómodas, incluidas algunas dirigidas a Estados Unidos, el cual le hizo gran daño a Chile cuando apoyó el golpe de Estado de 1973 contra Salvador Allende, una herida que, según Boric, sigue abierta en la sociedad chilena. aranza |
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