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Los menús de código QR son la muerte de la civilización
Helaine Olen, The Washington Post La pandemia del COVID-19 produjo una serie de cambios en la forma en que vivimos, de maneras pequeñas y grandes. Algunos fueron bienvenidos: por ejemplo, la flexibilidad con el trabajo remoto o cocteles para llevar. Sin embargo, existe una adaptación pandémica que debería ser olvidada para siempre: los menús de código QR, que son ahora habituales y que remplazaron a la versión física en millones de restaurantes estadounidenses. Son innecesarios, antisociales, discriminatorios e impopulares. Degradan por completo la experiencia de salir a comer. Si no sabes qué es un código QR de restaurante, te envidio. Es el código cuadrado en blanco y negro que encuentras en un cartel en la mesa cuando te sientas, y que te pide que lo escanees con la cámara de tu teléfono para vincularte a una dirección web con las ofertas del establecimiento. Ofrecido en principio como una manera de garantizar la higiene cuando los restaurantes reabrieron tras los cierres del período inicial de la pandemia, los menús de código QR son innecesarios, ya que el coronavirus es (sabemos ahora) un patógeno que se transmite casi completamente por aire. Sin embargo, demasiados establecimientos de comida continúan usándolos. Un menú físico prepara el escenario. Destaca el hecho de que esta es una ocasión especial, incluso aunque se trate simplemente de un bocado rápido en un restaurante local. El menú significa que es hora de tomar un descanso en un día ajetreado, que esta comida está separada del curso normal de los acontecimientos. También nos motiva a interactuar con los demás. Compartimos menús. Señalamos cosas en él. Les hacemos preguntas a los meseros sobre la comida y lo que les gusta en particular. Es como abrir un programa de teatro en un espectáculo que tú y tus acompañantes están a punto de experimentar juntos. Por otro lado, sacar el teléfono para revisar el menú no ayuda en nada a establecer un ambiente, a menos que desees cenar en el metaverso. Los teléfonos inteligentes son infinitamente distractores, y se necesita disciplina para guardarlos tras revisar un menú. Exige cierto autocontrol que muchas personas no siempre tienen la capacidad de generar (me declaro culpable). Es demasiado fácil racionalizar el revisar rápidamente un correo electrónico, enviar un tuit, o echarle un vistazo a Instagram (me declaro culpable otra vez). Ya pasamos casi cinco horas al día mirando las pantallas de nuestros teléfonos inteligentes. ¿En realidad necesitamos generar otra oportunidad para pasar aún más tiempo en nuestros silos electrónicos? De hecho, el código QR, como gran parte del progreso tecnológico de la última década, está diseñado para reducir o eliminar el contacto con otras personas. Algunos, de hecho, piensan que esto hace que la experiencia de comer afuera sea más placentera, o al menos reduce el trabajo. Como bien lo expresa un sitio interempresarial que promueve el uso de códigos QR: “El cliente ya no tiene que compartir menús o tener interacciones con meseros o meseras”. Además, agrega: “Aumenta enormemente la comodidad, y hace que salir a comer sea una experiencia más placentera para todos”. En realidad, no. Un tuit reciente que hacía la pregunta “¿Qué tenemos que hacer, como cultura, para acabar con los menús de código QR?” recibió más de 300,000 likes. Una encuesta realizada a finales del año pasado por la Asociación Nacional de Restaurantes estadounidense reveló que dos tercios de los adultos preferían los menús en papel en lugar de la versión en línea. Los baby boomers en particular desprecian el uso de menús con código QR: cuatro de cada cinco prefieren un menú físico. Eso podría deberse a que, según la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles, 40% de las personas mayores de 65 años aún no tienen un teléfono inteligente. Lo mismo ocurre con una cuarta parte de quienes ganan menos de 30,000 dólares al año. Un menú de código QR equivale a decirles a los ancianos y pobres que no son bien recibidos en ese lugar. Qué lindo, ¿no? Sí, los menús de código QR tienen sus defensores. De hecho, conozco a algunas de estas almas ignorantes. Algunos de ellos son incluso mis colegas. Esas personas afirman que los menús con código QR son más saludables y mejores para el medioambiente. Pero seamos honestos en este punto: ¿Muchos gérmenes? Si estás tan preocupado por eso, deberías exigirle a la gerencia del restaurante que implemente políticas de permiso remunerado por enfermedad para el personal, algo que sin duda sería mucho más efectivo para reducir el contagio. Además, nadie que escriba para un periódico impreso tiene la moral de quejarse del desperdicio de papel al imprimir un menú. Entonces, ¿por qué persisten los menús de código QR? Ciertamente ofrecen algunas ventajas comerciales a corto plazo. Al colocar el menú en línea, los encargados no solo pueden saltarse el paso de llevarte el menú, sino que también pueden ajustar sus ofertas sobre la marcha. Eso podría ser en particular útil en estos tiempos de escasez e inflación, ya que le permite a los gerentes abordar rápidamente los problemas de la cadena de suministro y aumentar los precios para cubrir los mayores costos. Pero esa flexibilidad tiene grandes inconvenientes para el cliente del restaurante. Algunos consultores de la industria alegan que los menús de código QR lograrán en última instancia generar mayores ganancias a través del mecanismo de aumento de precios similar al de Uber, pues les permitirá a los restaurantes cobrar más en un viernes ajetreado que en un martes lluvioso por la noche. “Con el tiempo, lo que verás es un menú que cambia, y, finalmente, precios que cambian durante el día”, le explicó provechosamente un veterano de la industria de restaurantes a Eater el año pasado. ¿Es este el futuro que quieres? ¿Mirar tu teléfono e ignorar a tus acompañantes, mientras tu pasta sube 200% en comparación a su precio normal? No lo creo. Es hora de acabar con la tiranía del menú de código QR. Este es un avance tecnológico del que todos podemos prescindir. Jamileth |
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