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¿La élite rusa sigue apoyando a Putin?


2022-06-24

Anton Troianovski | The New York Times

‘Tenemos lo que tenemos’: buena parte de la élite rusa no da señales de desafiar a Putin

Casi ningún multimillonario ruso se ha pronunciado enérgicamente contra la guerra en Ucrania, a pesar de que las sanciones han congelado miles de millones de dólares en sus activos occidentales.

Fuera del Kremlin en Moscú en febrero. Los rusos que se quedaron después de la invasión han tomado diferentes direcciones en su respuesta a la guerra.

Alexander Y. Lebedev luce como un objetivo principal para las sanciones que buscan que las élites rusas se vuelvan en contra del Kremlin. Es un multimillonario y exagente de la KGB con conexiones profundas tanto en la clase dirigente de Rusia como en Occidente; su hijo es dueño de periódicos británicos y es miembro de la Cámara de los Lores.

Pero Lebedev tiene un mensaje para cualquiera que esté esperando que comience a intentar derrocar al presidente Vladimir Putin: “No va a funcionar”.

En ese respecto, Lebedev insiste en que no tiene ningún poder. “¿Qué? ¿Se supone que debería ir al Kremlin con una pancarta?”, dijo Lebedev a través de una videollamada desde Moscú. “Es más probable que suceda lo opuesto”.

Importantes empresarios e intelectuales rusos huyeron de su país tras la invasión del 24 de febrero, para establecerse en lugares como Dubái, Estambul y Berlín. Pero muchos otros que tenían buenas conexiones en casa y vínculos estrechos con Occidente se quedaron y ahora se esfuerzan por redefinir sus vidas.

Al hacerlo, sus caminos tomaron diferentes direcciones, lo que ilustra el punto de inflexión de las opciones que la guerra representa para los rusos millonarios e influyentes y las bajas probabilidades de que surja una amplia coalición de rusos para desafiar a Putin. Un puñado se está pronunciando en contra de la guerra mientras permanece en el país, a pesar del gran riesgo personal que eso implica. Muchos, como Lebedev, prefieren mantener la cabeza abajo. Algunos han optado por echar su suerte con el Kremlin.

“Tenemos lo que tenemos”, dijo Dmitri Trenin, quien hasta abril dirigió el principal centro de pensamiento del país financiado por Estados Unidos, el Centro Carnegie de Moscú, en el que Occidente confiaba para realizar evaluaciones independientes de las leyes y la política rusa. Ahora Trenin ha cambiado de rol por completo: define a Occidente como “el enemigo” y describe el “éxito estratégico en Ucrania” como la “tarea más importante” de Rusia.

“Todos hemos cruzado la línea de una confrontación en la que era posible el diálogo a una guerra en la que, en principio, no puede haber diálogo por ahora”, afirmó en una entrevista.

El estado de ánimo de la llamada élite rusa —un caleidoscopio de altos funcionarios, ejecutivos de negocios, periodistas e intelectuales— ha sido observado de cerca en busca de cualquier reacción interna contraria a la decisión de Putin de ir a la guerra. Algunos funcionarios occidentales creen que, si la consternación de esa élite por el repentino aislamiento económico y cultural del país cruzara un límite, Putin podría verse obligado a cambiar de rumbo.

La periodista Yevgenia M. Albats en Nueva York en 2018. Enfrenta cargos por delitos menores en virtud de la nueva ley de censura rusa. 

Sin embargo, según muestran algunas entrevistas, lo que está sucediendo en realidad es que el estado de ánimo abarca un espectro que va desde la desesperación hasta la euforia, pero tiene un denominador común: la sensación de que el futuro del país está fuera de su control.

“Están bebiendo”, dijo Yevgenia M. Albats, una periodista que sigue en Moscú, en un intento por caracterizar a esas élites consternadas por la decisión de ir a la guerra. “Están bebiendo bastante”.

Casi ningún multimillonario ruso se ha pronunciado enérgicamente contra la guerra, a pesar de que las sanciones han congelado miles de millones de dólares en sus activos occidentales. Un asesor de alto nivel de Putin ha renunciado, al parecer por la guerra, pero no ha comentado su salida; solo un diplomático ruso, un funcionario de nivel medio en Ginebra, ha dimitido públicamente en señal de protesta.

En cambio, muchos optan por cortar los lazos con Europa y Estados Unidos y abstenerse de criticar al Kremlin. Esta postura coincide con las constantes afirmaciones de Putin de que es mejor estar con Rusia que con Occidente.

“Es más seguro en casa”, dijo Putin en una conferencia económica en San Petersburgo la semana pasada, exigiendo que los ricos de Rusia se alejen de las casas de vacaciones y los internados occidentales. “El éxito real y sólido y el sentimiento de dignidad y autoestima solamente se da cuando uno ata su futuro y el de sus hijos a su Madre Patria”.

Como resultado, incluso la política estrictamente controlada de la Rusia de preguerra parece ahora dinámica en retrospectiva.

Una emisión en vivo desde el estudio de Eco de Moscú en la capital rusa. La emisora liberal se vio obligada a cerrar en febrero.

Albats, locutora de radio y editora de revistas liberal, continúa transmitiendo por YouTube desde su apartamento; la estación de radio Eco de Moscú, que transmitió su programa durante casi dos décadas, cerró tras el comienzo de la guerra. Albats ha llamado a Putin “criminal de guerra” y ya enfrenta cuatro cargos menores bajo la nueva ley de censura de Rusia.

Como una de las pocas liberales prominentes que continúa criticando enérgicamente la guerra dentro del país y tras ver cómo casi todos sus amigos se han ido, Albats dice enfrentar una soledad “monstruosa”.

“Vaya energía juvenil de resistencia: todos los que podrían haber resistido se han ido”, dijo Albats, de 63 años. “Debo resistir, de lo contrario dejaré de respetarme a mí misma. Pero entiendo que la vida se acabó”.

Albats, en el centro, en una manifestación no autorizada contra Putin en Moscú en 2012

Sin embargo, para otros, la vida continúa. Lebedev, el magnate empresarial, posee una participación minoritaria en Novaya Gazeta, el periódico independiente cuyo editor Dmitri A. Muratov subastó su medalla del Premio Nobel de la Paz de 2021 por 103,5 millones de dólares esta semana para apoyar a los niños refugiados ucranianos.

Lebedev, de 62 años, aseguró que Rusia se estaba acercando al modelo de “Irán y Corea del Norte”, el cual podría sostenerse durante años. En una entrevista telefónica, predijo que Putin podría permanecer en el poder mientras su salud se lo permita y rechazó los rumores de que el presidente estaba enfermo, calificándolos de “disparates”. Además, insistió en que era “una ilusión absoluta” pensar que los ricos de Rusia pudieran tener alguna influencia en el círculo íntimo insular de Putin.

Lebedev criticó las sanciones, afirmando que lo único que consiguen es que los ricos de Rusia se unan a Putin, forzándolos a cortar los lazos con Occidente y haciéndolos sentirse víctimas. Canadá incluyó a Lebedev en una lista de sanciones de oligarcas que “permitieron directamente la guerra sin sentido de Vladimir Putin en Ucrania”. Él rechaza esa caracterización, y señala que ha sido uno de los principales patrocinadores financieros del periódico independiente más conocido de Rusia.

Novaya suspendió su publicación en marzo, y Muratov anunció que lo hacía para garantizar la seguridad de sus periodistas. Lebedev predijo que Novaya no volvería a abrirse mientras continuara la guerra en Ucrania, lo que, según los analistas militares, podría durar años.

“Vivo aquí, tengo que alimentar a mi familia, así que seguiré haciendo cosas en los campos en los que entiendo algo”, dijo. “Pero no será periodismo”.

La vida en Moscú ha cambiado poco hasta el momento, aseguró Lebedev, aunque estaba siendo cada vez más difícil importar su excelente colección de vinos de Italia. Señaló que aparte de Oleg Tinkov, el fundador de un banco ruso que afirmó haber sido obligado a vender su participación esta primavera, ningún magnate empresarial ruso se ha pronunciado de manera enérgica contra la guerra, a pesar de los muchos miles de millones que podrían poseer en activos en Occidente.

“Incluso si dices que esto fue un error”, dijo Lebedev refiriéndose a la invasión, “todavía tenemos lo que tenemos”.

Es la misma lógica que ayudó a impulsar a Trenin, el exdirector del Centro Carnegie de Moscú, a cambiar de rumbo. Durante décadas, siguió el discurso dominante de política exterior tanto de Moscú como de Washington y contrató críticos de Putin para que formaran parte de su grupo de expertos. Antes de la guerra, Trenin afirmó que era poco probable que Putin invadiera Ucrania porque hacerlo implicaría “grandes pérdidas humanas y financieras” y “un enorme riesgo para la propia Rusia”.

Pero tras el comienzo de la guerra, el 24 de febrero, cuando algunos de sus colegas huyeron, Trenin decidió quedarse. Afirmó que, en retrospectiva, ya no importaba si la invasión había sido la decisión correcta y que ahora debía apoyar a su país en lo que calificó como una guerra entre Rusia y Occidente.

Los rusos que se fueron y se están expresando contra la invasión habían tomado la decisión de “oponerse a su país y a su pueblo en tiempos de guerra”, dijo Trenin en una entrevista telefónica.

“Este es el momento de tomar una decisión crucial”, sentenció Trenin, quien sirvió durante dos décadas en las fuerzas militares soviéticas y rusas. “O te quedas con tu gente y en tu país o te vas”.

El gobierno ruso cerró en abril el Centro Carnegie de Moscú, financiado por la Fundación Carnegie para la Paz Internacional de Washington. Trenin, de 66 años, dijo que ahora tiene el plan de investigar y enseñar en Moscú, y que su antigua misión de promover el entendimiento entre Moscú y Washington ya no es relevante.

Si Washington hubiera accedido a las exigencias de Putin de comprometerse a que Ucrania nunca entrara en la OTAN, argumenta Trenin, la guerra podría haberse evitado. Ahora, el conflicto entre Rusia y Occidente “probablemente continuará durante el resto de mi vida”.

“Mi trabajo tenía como objetivo crear un entendimiento mutuo entre Estados Unidos y Rusia”, dice. “Esto no ha ocurrido”.
 



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