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Por la vida, siempre


2022-06-27

Por: Andrea Tornielli

La sentencia del Tribunal Supremo, que después de medio siglo anula la legalización federal del aborto en EU devolviendo a cada Estado la potestad de legislar, puede ser una ocasión para reflexionar sobre la vida, la protección de los indefensos y los descartados, los derechos de las mujeres y la protección de la maternidad.

Es un tema sobre el que, desde el principio de su pontificado, el Papa Francisco se ha expresado con fuerza y de forma inequívoca. En Evangelii gaudium, el documento que trazó la hoja de ruta del actual Obispo de Roma, leemos:

“Entre esos débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana en orden a hacer con ellos lo que se quiera, quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo. Frecuentemente, para ridiculizar alegremente la defensa que la Iglesia hace de sus vidas, se procura presentar su postura como algo ideológico, oscurantista y conservador. Sin embargo, esta defensa de la vida por nacer está íntimamente ligada a la defensa de cualquier derecho humano. Supone la convicción de que un ser humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier situación y en cada etapa de su desarrollo. Es un fin en sí mismo y nunca un medio para resolver otras dificultades”.

Una reflexión seria y compartida sobre la vida y la protección de la maternidad requeriría salir de la lógica de los extremismos opuestos y de la polarización política que, a menudo, lamentablemente, acompaña a la discusión sobre este tema, impidiendo un verdadero diálogo.

Ser por la vida, siempre, significa preocuparse, por ejemplo, si aumentan las tasas de mortalidad de las mujeres a causa de la maternidad: en Estados Unidos, según datos del informe de la agencia federal Centers for disease control and prevention, se pasó de las 20,1 mujeres muertas por cada 100,000 nacidos vivos en 2019 a 23,8 mujeres muertas por cada 100,000 nacidos vivos en 2020. Y sorprendentemente, la tasa de mortalidad materna de las mujeres negras en 2020 fue del 55,3 muertas por cada 100,000 nacidos vivos, 2,9 veces la tasa de las mujeres blancas.

Ser por la vida, siempre, significa preguntarse cómo ayudar a las mujeres a acoger una nueva vida: según una estadística en Estados Unidos, cerca del 75% de las mujeres que abortan viven en la pobreza o tienen salarios bajos. Y sólo el 16% de los empleados de la industria privada tiene acceso a un permiso parental remunerado, según un estudio publicado en la Harvard Review of Psychiatry el 9 de marzo de 2020. Casi una de cada cuatro madres recientes que no tiene derecho a un permiso remunerado se ve obligada a volver al trabajo a los diez días de haber dado a luz.

Ser por la vida, siempre, significa también defenderla contra la amenaza de las armas de fuego, que lamentablemente se han convertido en una de las principales causas de muerte de niños y adolescentes en Estados Unidos.

Es de esperar, por tanto, que el debate sobre la sentencia del Tribunal Supremo de EU no se reduzca a una contraposición ideológica, sino que ofrezca la oportunidad de cuestionar – al otro lado del océano y también de este – lo que significa acoger la vida, defenderla y promoverla con legislaciones adecuadas.
 



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