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Una asistente rompe el pacto de silencio de la Casa Blanca de Trump
Por Ruth Marcus | The Washington Post Cassidy Hutchinson, exasistente del jefe de gabinete de la Casa Blanca de Donald Trump, Mark Meadows, en la audiencia donde se investiga el ataque del 6 de enero en el Capitolio de Estados Unidos. Capitol Hill, martes 28 de junio de 2022 en Washington, DC. (Jabin Botsford/The Washington Post) Un presidente fuera de control que se abalanzó sobre el volante de su limusina para que lo llevara al Capitolio el 6 de enero, tras insistir en que no le importaba si sus partidarios armados habían sido sometidos o no a controles de seguridad porque “no están ahí para lastimarme”. Un jefe de personal de la Casa Blanca abrumado e ineficaz que entendió que “las cosas podrían ponerse muy peligrosas el 6 de enero” y no hizo nada para evitarlo. Un alarmado abogado de la Casa Blanca que advirtió sobre la inacción del presidente: “Hay que hacer algo o la gente va a morir y esa sangre estará en sus malditas manos”. Nunca en la historia de Estados Unidos ha habido una caracterización de un presidente tan inepto para el cargo o tan dispuesto a traicionar su juramento en un intento desesperado por retener el poder. Nunca tantas personas en posiciones de inmensa autoridad permanecieron tan vergonzosamente en silencio durante tanto tiempo sobre el horrendo comportamiento que presenciaron, tanto el 6 de enero de 2021 como antes. La nación, además, nunca había sido testigo del drama de una funcionaria tan joven, serena y resuelta describiendo ser testigo de un desastre constitucional que no pudo evitar: “fue un terrible accidente automovilístico a punto de suceder, el cual no puedes detener pero quieres hacer algo”. En un gobierno de facilitadores, en una multitud de aduladores que incluso hoy siguen sin ser capaces de enfrentarse a Donald Trump y hablar públicamente sobre su conducta desquiciada, Cassidy Hutchinson, de 25 años, exasistente de Mark Meadows, jefe de personal de la Casa Blanca, emergió el martes de la nada para convertirse en una improbable —y solitaria— narradora de la verdad. Read in English: An aide shatters the Trump White House’s code of silence Hutchinson fue la testigo perfecta para dar fe de la negligencia en el cumplimiento del deber que observó durante los últimos días de Trump en la Casa Blanca. Fue una creyente de Trump que se convirtió en una informante reacia. Su buena fe republicana, que incluye pasantías para el látigo de la minoría de la Cámara de Representantes Steve Scalise (republicano por Luisiana) y el senador Ted Cruz (republicano por Texas), no podría ser más impecable, ni su comportamiento —calmado y afligido— más convincente. Hutchinson fue como un John Dean con un saco blanco y un collar de diamantes, que recitó una retahíla de hechos igual de condenatorios. Hutchinson había literalmente limpiado los desastres del presidente, como la vez que ayudó al camarero de la Casa Blanca a limpiar salsa de tomate de la pared luego de que Trump arrojara un plato, enfurecido por la conclusión de su fiscal general de que el fraude electoral no había sido la causa de su derrota en las elecciones. Sin embargo, su límite llegó el 6 de enero, y al final estuvo dispuesta a abandonar el código de silencio cómplice que aún prevalece entre muchos de sus antiguos colegas. “Como miembro del personal que trabajó para representar siempre al gobierno de la mejor manera posible, y para mostrar las cosas buenas que Trump había hecho por el país, recuerdo haberme sentido frustrada y decepcionada, y realmente lo sentí de manera personal. Estaba realmente triste”, le dijo Hutchinson al comité selecto de la Cámara que investiga la insurrección del 6 de enero. “Como estadounidense, estaba asqueada. Fue algo antipatriótico y antiestadounidense. Vimos cómo destruían el edificio del Capitolio por una mentira”. Si es que acaso hubo adultos junto a Hutchinson, que estaba recién egresada de la universidad, su mayor experiencia no se manifestó: ella fue quien demostró tener la madurez para advertirle a Meadows que no fuera al centro de operaciones del hotel Willard, donde los aliados de Trump conspiraban para mantener al presidente en el cargo; de presionarlo para que llamara al representante Jim Jordan (republicano por Ohio) cuando la turba irrumpió en el Capitolio; de intentar hacer algo, cualquier cosa, para detener la masacre inminente. “Le dije: ‘Oye, ¿está viendo la televisión, jefe? Los alborotadores se están acercando mucho’”, le contó Hutchinson a la representante Liz Cheney (republicana por Wyoming) , vicepresidenta del comité. “‘¿Ha hablado con el presidente?’, le pregunté y me respondió: ‘No, él quiere estar solo en este momento’”. Escuchar a Hutchinson fue sentir la decepción de una funcionaria que reconoce las limitaciones de su superior. “Recuerdo haber pensado: ‘Mark tiene que reaccionar y no sé cómo lograr que reaccione’”, testificó. “Es importante que empiece a importarle la situación”. Mientras Meadows buscaba un indulto presidencial tras la insurrección, Hutchinson dio un paso al frente para cumplir con su deber como ciudadana. Dejemos que Trump niegue su relato, como lo hizo rápidamente, y se burle de ella calificándola de ser un “fraude total” con una “historia falsa”. Cualquiera que la haya visto puede juzgar su credibilidad por sí mismo. Hutchinson es una heroína estadounidense que describió un momento para nada heroico. Esto plantea la pregunta: ¿Dónde están los demás? Cheney mostró el espectro de la manipulación de testigos, y recitó las presiones ejercidas sobre los convocados por el comité selecto. Interlocutores no identificados les transmitieron mensajes amenazantes de Trump a quienes estaban a punto de testificar. “Quiere que te haga saber que está pensando en ti”, contó uno. “Él sabe que eres leal y que harás lo correcto cuando vayas a hacer tu declaración”. Lo “correcto”. Sí, claro. Escucha el pódcast El Washington Post para conocer las últimas noticias en español ¿Cómo pueden tantos negarse a comparecer ante el comité? ¿Dónde está Pat Cipollone, el abogado de la Casa Blanca que, según Hutchinson, desaconsejó un viaje de Trump al Capitolio, tras argumentar que: “Seremos acusados de todos los delitos imaginables si hacemos que ese movimiento suceda”. ¿Dónde está Meadows y el exsubdirector de personal Tony Ornato, quien fue testigo de los hechos de ese día? ¿Dónde está el exvicepresidente Mike Pence? Cuán aterrador debe haber sido para Hutchinson haber dado el salto: primero comparecer ante el comité para las declaraciones, y luego testificar durante una transmisión televisiva en vivo. Hutchinson no habrá podido evitar el accidente automovilístico, pero le brindó un servicio a su país al proporcionar una descripción detallada de la colisión. aranza |
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