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La guerra de Ucrania a través de los ojos de los combatientes extranjeros
Por Thomas Gibbons-Neff, Valerie Hopkins y Jane Arraf | The New York Times DRUZHKIVKA, Ucrania — Cuatro meses después de que Rusia invadiera Ucrania, los veteranos de combate extranjeros que respondieron al llamado de lucha del presidente ucraniano están lidiando con la dura realidad de una guerra que no se parece a nada que hayan visto antes. Muchos son veteranos estadounidenses y británicos de las guerras en Afganistán e Irak, en las que contaban con la posibilidad de solicitar ataques aéreos para protegerse y otros tipos de apoyo esenciales. En Ucrania, el esfuerzo militar es en esencia escueto, lo que deja a las fuerzas ucranianas —y a sus aliados combatientes extranjeros— frente a una fuerza invasora rusa más grande y mejor equipada, sin cosas básicas como alimentación regular, ni algunas herramientas de la guerra moderna que podrían ayudarlos a nivelar la confrontación. “Esto es mucho más intenso que lo que vi en Afganistán”, aseguró Brian, un exparacaidista del ejército estadounidense, que no quiso que se publicara su apellido por razones de seguridad. “Esto es combate, combate”. Esa realidad, afirman los combatientes voluntarios, ha ahuyentado a algunos de los cientos de hombres que llegaron a Ucrania al principio del conflicto para ayudar a combatir en la que muchos consideraban una guerra justa y profundamente desigual. De los que quedan, algunos ahora trabajan directamente para las fuerzas militares ucranianas, que los han utilizado de forma silenciosa y efectiva para llenar los vacíos en las capacidades de primera línea, incluida una grave demanda de médicos. Algunos aspirantes a combatientes todavía deambulan por el país, y sus objetivos varían desde construir una legión de seguidores en línea, experimentar por primera vez la batalla o, en algunos casos, encontrar a otras personas que defiendan ideales de extrema derecha, según compañeros combatientes. Sin embargo, los soldados extranjeros más profesionales se han ganado cada vez más el respeto de sus camaradas ucranianos, así como de los líderes del país. Oleksiy Arestovych, asesor del presidente ucraniano Volodímir Zelenski, aplaudió en especial a quienes combatieron recientemente en una de las batallas más duras de la guerra, en Severodonetsk, y afirmó que su “motivación, profesionalismo y preparación para la guerra urbana” jugaron un papel importante en haber mantenido a raya a las tropas rusas durante tanto tiempo. Ellos son “justo lo que necesitábamos”, aseguró. Aun así, incluso con la ayuda de los voluntarios, al final las autoridades ucranianas decidieron que no tenían más remedio que retirarse de esa ciudad, lo que preparó el terreno para los combates que tuvieron lugar el jueves, cuando las fuerzas rusas atacaron a la vecina Donetsk, la última provincia de Ucrania oriental que no está bajo el control de Moscú. Al menos siete civiles habían muerto allí en las últimas 24 horas el 7 de julio, entre ellos una joven de 17 años encontrada bajo los escombros, dijeron las autoridades locales mientras advertían de una inminente ofensiva rusa. En la ciudad de Kramatorsk, un cohete que, según las autoridades ucranianas, fue disparado por las fuerzas rusas, mató a un hombre que estaba sentado en un banco en el patio de un complejo de apartamentos e hirió a otras seis personas, según las autoridades y los testigos. Los residentes habían estado cocinando y comiendo en el patio desde el comienzo de la guerra, dijo una antigua residente, Anastasia, de 25 años, que estaba de visita cuando cayó el cohete. “Estaba aquí, fuera”, dijo. “No tenía ninguna posibilidad”. La cifra de muertos extranjeros palidece en comparación con las pérdidas sufridas por los ucranianos, pero los riesgos a los que se enfrentan los combatientes del exterior se han reforzado en las últimas semanas. El 9 de junio, Rusia condenó a muerte a tres extranjeros capturados, y han surgido informes de al menos cuatro muertes de estadounidenses en el campo de batalla. En el caso más reciente, el Departamento de Estado de Estados Unidos confirmó el 22 de junio que Stephen Zabielski, de 52 años, veterano del Ejército, murió en mayo tras pisar una mina terrestre. El profesionalismo descrito por Arestovych surgió del caos inicial de una avalancha de voluntarios. Algunos eran veteranos de combate experimentados; otros aspirantes a combatientes que llegaban con mochilas repletas de equipo militar, pero sin ninguna experiencia en frentes de guerra. Llegaron a responder lo que en esencia fue una llamada de auxilio por parte de Zelenski en los primeros días de la guerra, cuando muchos líderes mundiales y analistas asumieron que los rusos derrotarían rápidamente a los ucranianos. En cuestión de días, los voluntarios comenzaron a llegar a Polonia y a dirigirse a su frontera con Ucrania. Al cabo de unas semanas, la ciudad de Leópolis, en el oeste de Ucrania, a 90 minutos de la frontera, estaba repleta de estadounidenses y otros extranjeros que llegaban en tren y autobús buscando encontrar un camino hacia el frente de batalla. Debido a que casi no existía una estructura para seleccionar a quienes estaban en condiciones de combate o ayudar a los recién llegados a encontrar posiciones, algunos voluntarios deambularon por Leópolis hasta que encontraron a alguien que pudiera dirigirlos a una oficina de reclutamiento. Otros regresaron a casa, frustrados. “Fue un intento de conseguir algo de apoyo para una causa que a finales de febrero no parecía tan prometedora”, dijo Kacper Rekawek, miembro del Centro de Investigación sobre el Extremismo de la Universidad de Oslo, sobre la llamada de socorro de Zelensky. “Salió del círculo presidencial, y no creo que todos los elementos de la burocracia —militares, civiles, etc.— recibieran inmediatamente el memorándum”. Cuatro meses después de iniciada la guerra, gran parte de la información sobre las fuerzas extranjeras sigue siendo opaca. Arestovych calcula que 1000 han participado en las batallas. Pero, al no existir un centro de intercambio de voluntarios, nadie lo sabe con certeza. Cientos o miles más han venido a ayudar en tareas no relacionadas con el combate. El presidente Joe Biden ha disuadido a los estadounidenses de ir a Ucrania. Hace poco, reiteró ese punto cuando dos veteranos estadounidenses desaparecieron y se informó que estaban bajo custodia rusa. El más conocido de los grupos combatientes extranjeros es la Legión Internacional de Defensa Territorial de Ucrania, creada por el gobierno ucraniano en consonancia con el llamado de Zelenski. La legión no revela su cantidad de integrantes, pero su vocero, Damien Magrou, afirmó que, de los países representados en sus filas, Estados Unidos y el Reino Unido estaban a la cabeza. Todos los aceptados por la legión firman contratos con el Ejército ucraniano, sirven en unidades donde los suboficiales extranjeros responden a oficiales ucranianos y reciben el mismo salario que las fuerzas militares ucranianas, informó. Un video publicado recientemente en redes sociales mostraba a los combatientes de la legión durante un intenso combate urbano. El video, que fue editado y, según se informó, fue filmado en Severodonetsk, muestra a un grupo de soldados, claramente bien entrenados y equipados, moviéndose a través de edificios bombardeados y disparando contra las tropas rusas. El metraje al estilo Hollywood fue un claro indicador de algunas de las habilidades de la legión y de quienes conformaban sus unidades: combatientes profesionales experimentados que ahora están directamente involucrados en algunas de las batallas más feroces de la guerra. Gran parte de los esfuerzos mediáticos cuidadosamente gestionados por la Legión Internacional ha buscado incrementar el apoyo público extranjero al esfuerzo bélico de Ucrania y argumentar que Ucrania necesita armas más avanzadas. Magrou afirmó que, tras una tasa de aceptación inicial más amplia, la legión acepta actualmente solo a aquellos que tienen experiencia en combate, hayan aprobado controles psicológicos y de antecedentes penales, y no expresen puntos de vista extremistas. Pero algunos de los rechazados por la Legión, dijo, fueron aceptados por otras unidades de extranjeros o encontraron su camino al frente y formaron sus propios grupos de combate. “Los grupos de voluntarios pueden ser desde 15 tipos con tres rifles” hasta las formaciones más grandes y organizadas, dijo Magrou, un abogado corporativo franco-noruego que estaba viviendo y trabajando en Ucrania cuando Rusia invadió el país en febrero. Separar a los extremistas de los muchos combatientes que quieren ayudar a Ucrania ha resultado difícil. Dos reclutas de primera línea, que no quisieron dar sus nombres por razones de seguridad, describieron que se reunieron en escondites con miembros estadounidenses y escandinavos de la Hermandad Aria, supremacista blanca, incluidos algunos con tatuajes de la cárcel, que intentaban llegar por su cuenta a la batalla. Incluso la Legión puede haber tenido problemas. Una fotografía en su página de Facebook de los miembros caídos retrataba a una baja francesa, Wilfried Blériot, que llevaba un parche de la “División Misántropa”, un grupo de extrema derecha con opiniones supremacistas blancas. En otra fotografía, publicada en Telegram por la División Misántropa, lleva una de sus camisetas. Magrou dijo que había hablado con la madre de Blériot y con compañeros reclutas, quienes dijeron que Blériot se había hecho amigo de un miembro de la División Misántropa, pero que Blériot desconocía la identidad racista del grupo. Las razones por las que los combatientes deciden arriesgar sus vidas por un país que no es el suyo varían mucho. Brian, el veterano estadounidense que combatió en Afganistán, dijo que vino porque años atrás había capacitado a ucranianos para tratar de contener a las fuerzas separatistas respaldadas por Rusia, y muchos de los amigos ucranianos que hizo habían muerto en esas batallas. Brian, hijo de un infante de la Marina, afirmó que iba a quedarse —a pesar de que su esposa se había enterado de que estaba embarazada— porque se había dado cuenta de que aún no estaba listo para salir de las fuerzas militares y además siente que está marcando una diferencia en una batalla desigual. En lugar del combate activo que muchos aspirantes a reclutas imaginaban, la unidad de Brian —liderada por un comandante de pelotón danés, la cual trabaja con las fuerzas de operaciones especiales de Ucrania— se ha centrado en tareas mundanas pero vitales. Entre ellas se incluye ayudar a las fuerzas ucranianas a deslastrarse de algunas de las doctrinas estilo soviético que les impiden compartir información entre unidades y empoderar a líderes de menor rango. Para algunos otros estadounidenses y británicos que cargan con el peso de guerras impopulares en Irak y Afganistán, e incluso para algunos que no combatieron, el llamado a las armas para lo que consideran una causa bien definida resultó irresistible. Matthew Robinson, un británico que fue contratista de las fuerzas militares estadounidenses en Irak, aseveró que veía su servicio en Ucrania como una forma de “redención” por haberse beneficiado de una guerra que ahora cree fue injusta. Robinson terminó capacitando a las fuerzas de defensa ucranianas en todo el país, incluidas las cercanas a los frentes de guerra en el este, la zona de algunas de las batallas más intensas de este conflicto. Allí, las fuerzas ucranianas enfrentan ataques de artillería casi constantes. “A menos que hayas combatido en la Segunda Guerra Mundial, ¿cuándo has experimentado esto?”, preguntó. Jamileth |
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