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Riesgos de la desglobalización del petróleo
Rafael Ramírez | Política Exterior El mercado del petróleo y el gas sufre un proceso de desglobalización, consecuencia directa de la implosión del equilibrio geopolítico tras la invasión rusa de Ucrania. Los grandes consumidores de energía que no son autosuficientes, como Europa, se encuentran hoy inmersos en una frenética y costosa carrera por garantizar el suministro. La prohibición anunciada por la Unión Europea a las importaciones de petróleo ruso es una medida política contundente que tendrá un fuerte impacto en los mercados energéticos internacionales, restringiendo el suministro de 4,1 millones de barriles diarios (mbd) de petróleo y derivados a un mercado que es importador neto de 10,72 mbd. La prohibición de la UE, que entrará plenamente en vigor entre diciembre de 2022 y febrero de 2023, combinada con la anterior prohibición de Estados Unidos de 600,000 barriles diarios (tbd), significa que se están retirando 4,7 mbd de petróleo y derivados rusos de estos mercados de alto consumo de petróleo (35,9 mbd en total). Si añadimos los 1,3 mbd de petróleo que ha dejado de producir Irán debido a las sanciones de EU reintroducidas en 2018, llegamos a un volumen de 6 mbd de petróleo que está restringido o fuera del mercado por decisiones políticas. La invasión rusa de Ucrania y las sanciones y prohibición de venta de petróleo sin precedentes impuestas a Moscú, combinadas con las anteriores sanciones petroleras contra Irán, hacen avanzar rápidamente una nueva realidad geopolítica: la desglobalización del mercado internacional del petróleo. Estas prohibiciones a la venta de enormes volúmenes de petróleo y las restricciones impuestas al libre comercio de energía representan un nuevo e inquietante factor de inestabilidad y fragmentación del mercado. Como ha señalado recientemente el economista galardonado con el premio Nobel Joseph E. Stiglitz, en su artículo “Getting Deglobalisation Right”, estas nuevas propuestas políticas implican “que las antiguas reglas del sistema de comercio internacional comienzan a torcerse. No se puede conciliar el friend-shoring (externalizar solo en países amigos) con el principio del libre comercio no discriminatorio”. El proceso de desglobalización del petróleo contrasta con el desarrollo y la expansión de la economía capitalista, especialmente desde el Foro de Davos de 1987 y los procesos de desregulación que siguieron su estela. Contradictoriamente, en el mercado del petróleo, los grandes consumidores han defendido permanentemente el acceso libre e ilimitado al crudo y han insistido en que los intereses de los países productores no pueden restringir el acceso al petróleo ni influir en el volumen disponible en el mercado. Este ha sido un factor histórico de conflicto con los países productores de petróleo, especialmente los agrupados en la OPEP. Entre las respuestas que se proponen a esta nueva situación están los esfuerzos por relocalizar o externalizar solo en países amigos. Sin embargo, tales esfuerzos son imposibles cuando se trata de combustibles fósiles, dado que estamos hablando de recursos naturales ubicados en un territorio concreto y no de materias primas o procesos industriales que puedan deslocalizarse. En este sentido, la desglobalización del petróleo no parece ser un fenómeno pasajero. Más bien, es probable que se convierta en una novedad duradera y estructural en la economía mundial. Esta nueva situación ha provocado un aumento vertiginoso de los precios del petróleo (115-120 dólares por barril en la primera quincena de junio), mientras que otros precios de la energía, sobre todo el del gas, también han subido, principalmente debido a la incertidumbre sobre el suministro. Combinados con la inflación, así como con las actuales perturbaciones relacionadas con el Covid-19, estos acontecimientos tienen claras implicaciones económicas. A principios de junio, el Banco Mundial revisó a la baja sus perspectivas de crecimiento mundial en 1,2 puntos, previendo un crecimiento del 2,9% en 2022. Los efectos de la prohibición de venta de petróleo son diferentes en Rusia y en Europa, pero ambos son adversos. Por un lado, Rusia debe buscar ahora nuevos mercados más lejanos con costes logísticos crecientes, al tiempo que ofrece descuentos del 30% por su petróleo en un esfuerzo por atraer compradores y sortear las sanciones. Por otro, Europa se enfrenta a unos costes energéticos extraordinarios, un componente clave que explica la actual tasa de inflación del 8,1% en la zona euro; así como a la urgente necesidad de buscar nuevos proveedores de petróleo y gas, una tarea compleja en un mercado global donde la oferta adicional es limitada. Desde el punto de vista económico, ambas partes salen perdiendo. En cuestión de meses, la red comercial existente para el mercado del petróleo y el gas en Europa se ha visto obligada a ajustarse a este proceso de desglobalización, consecuencia directa de la implosión del equilibrio geopolítico en Europa tras la invasión rusa de Ucrania. Las grandes potencias y los bloques de países, como la UE, responden ahora a esta nueva realidad geopolítica, luchando por garantizar sus suministros energéticos. Esto está reestructurando el mercado del petróleo de una manera que reforzará bloques cada vez más antagónicos y probablemente enfrentados: Rusia-China (un bloque euroasiático) y el Atlántico Norte, tal y como ya lo conocemos, pero en el que Europa será más dependiente de EU, tanto en términos energéticos como de seguridad. Esta costosa y peligrosa competencia por un suministro energético seguro y fiable se dejará sentir con especial intensidad en zonas en disputa como el mar del Sur de China, Europa del Este, el Báltico, el Ártico, Oriente Próximo y el Norte de África, así como en el continente africano, donde existen grandes reservas de recursos naturales o corredores para el suministro de combustibles fósiles que son muy volátiles. Al mismo tiempo, cabe esperar que la elevada demanda y el coste de la energía, así como la inflación de los alimentos y las interrupciones de las cadenas de suministro, provoquen una importante inestabilidad en todo el Sur Global. Equilibrio precario en el mercado del petróleo El mercado del petróleo se había estabilizado en el último trimestre de 2021, al restablecerse progresivamente las bases después de que la OPEP+ acordara un recorte de 9,7 mbd de petróleo debido al desplome de la demanda (-10 mbd) en 2020. En 2022, la demanda mundial de petróleo se había recuperado de este desplome y se preveía que alcanzaría los 100 mbd para ese año, la primera vez que la producción mundial habría alcanzado ese nivel. La plena recuperación de la demanda de petróleo indicaba que el crecimiento mundial pospandemia de +6,1% en 2021 se basaba en los combustibles fósiles (petróleo, gas e incluso carbón). La subida de los precios del petróleo por encima de los 80 dólares el barril y del gas natural en más de un 500% en Europa durante 2021 son claros indicadores de que la demanda existente no está satisfecha con la escasa oferta. En junio de 2022, la producción mundial de petróleo se situaba en 98,8 mbd, y se prevé que la demanda siga aumentando hasta los 100,3 mbd a finales de año. Sin embargo, los inventarios de los países de la OCDE y de EU están por debajo de sus niveles medios de los últimos 5 años, lo que mantiene los precios del petróleo en tensión. Desde la invasión rusa, el precio ha superado los 100 dólares por barril, y los consumidores pagan unos 30 dólares más por barril, lo que se conoce como “prima de guerra” del petróleo. Hay dos factores existentes que explican la actual escasez de oferta: en primer lugar, muchos países y empresas productoras de petróleo hacen frente a un descenso de los niveles de producción, sobre todo debido a la desaceleración económica de 2020-2021 (que afecta principalmente a los productores africanos); la falta de incentivos económicos debido a los bajos precios del petróleo; así como la continua inestabilidad política en países como Libia y Venezuela. En segundo lugar, los países y empresas productoras de petróleo se sienten cómodos con los precios actuales, ya que utilizan estos ingresos para estabilizar sus economías, recuperar pérdidas y pagar deudas. En el primer trimestre de 2022, las principales compañías petroleras obtuvieron 99,300 millones de dólares de beneficios mientras que se prevé que los exportadores de petróleo del Golfo Pérsico crezcan un 5,9% en 2022. Por estas razones, hay pocos incentivos para aumentar la producción y desinflar los precios. Desde finales de 2021, la OPEP+ ha rechazado sistemáticamente los llamamientos de EU, la UE y otros consumidores para aumentar la producción. Mientras tanto, los productores de EU también experimentaron una ralentización de la producción y de las inversiones, al tiempo que volvían a pagar las deudas y los dividendos, a pesar de los incentivos y los llamamientos directos del presidente Biden para aumentar la producción y reducir los precios. Esta es la principal razón por la que EU y otros países, incluida China, introdujeron una liberación masiva de reservas estratégicas de petróleo de al menos 273 mbd en 2022. Riesgos y costes de la desglobalización del petróleo Tras el colapso económico y del mercado del petróleo de 2020-2021 y la actual crisis energética provocada por la invasión rusa, hay dos elementos que requieren una cuidadosa consideración por parte de los responsables. El primero gira en torno al reconocimiento de que los hidrocarburos siguen siendo insustituibles para impulsar el crecimiento económico mundial a corto y medio plazo. La transición energética verde aún tiene un largo camino por recorrer. Esto implica que, si bien los esfuerzos deben dirigirse a aumentar la capacidad de las energías renovables, es necesario dirigir un esfuerzo paralelo a la optimización del consumo de petróleo y a una transición acelerada del carbón al gas, ya que el carbón sigue representando el 26% del consumo energético mundial. La segunda consideración implica reconocer que, a corto plazo, no hay volúmenes excedentes de petróleo fácilmente disponibles para sustituir la producción total de Rusia de 10 mbd, ni hay suficiente gas para sustituir los suministros rusos a Europa (153,000 millones de metros cúbicos al año en 2021). Sencillamente, no hay suficiente capacidad sobrante en el mercado. Durante los últimos 9 meses, los países de la OPEP+ han estado por debajo de sus cuotas de producción en 1 mbd, y por primera vez desde la guerra, según datos de la OPEP, la producción de petróleo de Rusia cayó en 800 tbd en mayo de 2022. Pocos países productores han aumentado su producción de petróleo este año. EU ha aumentado su producción en 600 tbd en 2022, pero esto sigue siendo 900 tbd por debajo de su producción de 12,8 mbd en 2020. Arabia Saudí ha aumentado su producción en 370 tbd, mientras que Emiratos Árabes Unidos lo han hecho en 120 tbd. Sumados, estos productores han aumentado sólo 1,09 mbd este año, obviamente insuficiente para sustituir el volumen de producción de petróleo ruso. Lo mismo ocurre con el gas. El ministro de Energía de Qatar, Saad Sherida Al-Kaabi, confirmó que no hay suficiente volumen de gas natural licuado (GNL) disponible para sustituir el suministro de gas ruso a Europa. Al mismo tiempo, países europeos como España e Italia quieren obtener más volúmenes de gas por gasoducto desde Argelia. Otros, como Alemania e Italia, deben aumentar su capacidad e infraestructura para recibir cargamentos de GNL, pero eso requerirá tiempo e inversiones. Mientras tanto, el acuerdo energético entre EU y la UE de mediados de marzo promete aumentar el suministro de GNL a Europa desde EU hasta 98 bcm al año, un aumento extraordinario del 104% respecto a los 48 bcm previstos para todo el año 2022. El anuncio viene acompañado de muchas incertidumbres. Incluso en el caso de que se alcanzara este objetivo, sólo equivaldría al 65% de los 153 bcm de gas al año que Rusia suministra a Europa. El gobierno ruso está aprovechando estos acontecimientos, utilizando la crisis energética para socavar la cohesión política europea. Mientras Europa se esfuerza por diversificar su suministro energético, los responsables políticos deben reflexionar sobre el significado y el alcance de la “independencia energética europea”. En este sentido, un embargo de petróleo y gas a Rusia no cambiaría la dependencia europea de los combustibles fósiles. A corto y medio plazo, simplemente no hay suficiente capacidad de energía renovable para sustituir a los hidrocarburos y sostener la economía europea. La UE se encuentra ahora en una carrera contrarreloj para encontrar nuevas fuentes de energía capaces de sustituir el suministro ruso. Estos nuevos proveedores: EU, MENA o países africanos, no sólo son insuficientes sino más caros, tanto por los altos precios del mercado, como por los costes de transporte y —en el caso del GNL— el desarrollo de nuevas infraestructuras. Otro subproducto de la desglobalización del petróleo es que los grandes consumidores que no son autosuficientes en materia de energía, como Europa, China, el resto de Asia y la India, se encuentran ahora inmersos en una frenética y costosa competencia por garantizar el suministro de petróleo y gas natural. Esta competencia por un suministro limitado, al tiempo que se paga más por la energía y se desplazan los recursos destinados a otros países, ya está creando tensiones geopolíticas entre bloques y dentro de los países con más dificultades. Esta nueva situación es peligrosa porque ningún país o bloque puede quedarse sin fuentes de energía. Sin suministro, la pérdida de competitividad o el colapso de las economías industrializadas será cuestión de tiempo. La disputa por la energía es, pues, una cuestión de supervivencia. Los responsables políticos, especialmente en Europa, deben abordar la seguridad energética como una cuestión de seguridad colectiva. La UE sigue teniendo una gran dependencia de los combustibles fósiles, una situación diferente a la de EU, Reino Unido y Canadá. Si las tensiones geopolíticas siguen deteriorándose y los mercados energéticos se convierten en un escenario clave de competencia, la economía europea sufrirá más en comparación con sus aliados productores de petróleo. Ningún país o grupo de países de Europa será inmune a las implicaciones de esta desglobalización del petróleo. En este sentido, los responsables políticos deben prepararse para hacer frente a las repercusiones, incluida la posible desestabilización política provocada por la inflación, el aumento de los costes energéticos y la desaceleración más general de la economía. Algunas políticas públicas deben ser diseñadas para proporcionar alivio, incluyendo el posible racionamiento de energía para la industria y la necesidad de subsidios públicos para proteger la economía y las poblaciones del creciente coste de la energía. Además, deberían redoblar los esfuerzos para maximizar los recursos energéticos disponibles, acelerar la diversificación del suministro, limitar el despilfarro y seguir promoviendo la transición energética. La politización de la energía y las tensiones derivadas de la guerra producirán una escalada de medidas y contramedidas entre los bloques. Esta espiral de escalada ya ha socavado el precario equilibrio del mercado energético, con resultados imprevisibles y cambios permanentes en la geopolítica del petróleo y el gas. Las implicaciones serán de largo alcance, pero en última instancia la permanencia de este proceso de desglobalización en los mercados energéticos dependerá exclusivamente de factores políticos, no económicos. Por esta razón, considerar cuidadosamente las implicaciones a corto, medio y largo plazo derivadas de un mercado energético internacional más fragmentado y enfrentado debería encabezar las agendas de los responsables de la toma de decisiones en todo el mundo, empezando por Europa, que ha vuelto a convertirse en el ojo del huracán en términos de retos políticos, socioeconómicos y de seguridad superpuestos que no van a resolverse a corto plazo.
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