Pura Demagogia

La reforma y la revolución

2014-05-06

Pues bien, las revoluciones sociales, se comportan más o menos de la misma manera que los...

Gonzalo Martínez Corbalá, La Jornada

Parece ser que hace tiempo debimos haber señalado hasta dónde llegó el movimiento social tan complejo que hemos llamado, como bien sabemos, el llamamiento a tomar las armas, fechado el 20 de noviembre de 1910.

Problemas económicos y sociales en todo el país, por supuesto, pero con características muy diferentes, como se fue estallando ya formalmente, como tuvo intensidades diversas en cada caso, y así todo, a un siglo de distancia, cuando casi ya se va dando por terminada, así del mismo modo que empezó, así es precisamente como está llegando ya, a sentirse con mayor o menor intensidad los espasmos, tan poderosos como el temblor del 11 de septiembre de 1985, mostrándose violento, destructor e incontrolable, como lo era efectivamente en la espantosa y alarmante realidad, en algunas partes bien definidas del Distrito Federal, así como en otras, apenas si sentía como para alarmarse, más verdaderamente por las llamadas de los amigos y los parientes que habiendo vivido ubicados en zonas en las que se manifestó como lo que fue verdaderamente, como un terremoto que produjo efectos que nadie que en esos momentos habiendo vivido por generaciones donde mismo que ahora, nunca como en ese terrible momento, tuvieron una experiencia similar, sobre todo en lo que a la probable duración se refiere, en ese momento no sabes si durará sólo un instante o, por nuestra propia experiencia, podría prolongarse varios minutos, y esto lo hace más peligroso. ¿Qué tan peligroso? Nadie puede saberlo, no hay indicadores, nada que se mueva sabe uno cuánto seguirá haciéndolo, ni tampoco que nos recuerde el sismo anterior, nos puede dar base para tranquilizarnos y sí, en cambio, hay sonidos, ruidos que uno cree sin base real o con ella, en esos momentos, si será más fuerte, si va a durar más. Y de pronto, el sismo sólo se da por satisfecho de que esta vez ya fue suficiente para que las placas que lo generan se aquieten, ya entraron en equilibrio. Y, bueno, no se diga que aquí acaba todo; luego vienen las réplicas y a éstas, no se sabe si serán más amenazantes que el movimiento original.

De todas maneras, cada caso es una experiencia distinta, y cada uno es también, en su término, en su duración, los daños que causa y cómo y cuándo se pasa a un estado general de calma, y finalmente, con la plena conciencia y con el convencimiento imposible de que este movimiento, el último que nos aterrorizó, y afortunadamente, el próximo es muy probable que nos deje vivir tranquilos, en este aspecto, por un tiempo; lo razonablemente largo como para que el anterior se nos olvide.

Pues bien, las revoluciones sociales, se comportan más o menos de la misma manera que los terremotos. ¡Zacatlán! Allí tienen ustedes. Toda una teoría para discutir. Pero así es, ni modo, en realidad las teorías, si bien no se inventan solas, tampoco las hace el hombre que dice y se vanagloria que él o cuando son considerados, ellos fueron el papá de la criatura. Pero sea como sea, yo afirmo en este caso, que los estremecimientos fatales del último terremoto que nos apanicó a todos los mexicanos, a los que nos afectó seriamente en nuestras personas o nuestras propiedades, o también por solidaridad, con nuestros compatriotas que sí lo fueron, tenemos ya todos, la sensibilidad exacerbada que nos dejó el último movimiento social desplegado en toda su plenitud, la Revolución Mexicana, la de Madero, la de Calles, la de Obregón y la de Venustiano Carranza, así como la de Lázaro Cárdenas. Esta revolución, que costó al país un millón y medio de muertos, cuando en el territorio había, quizás, no más de 15 millones de habitantes, por lo que yo pienso en que estaría más que justificado, dedicar unas reflexiones profundas y verdaderas, sin maquillajes, que nos permitieran en esta materia saber con alguna precisión, en qué terreno estamos parados. ¡Tenemos que saber si hay que preparase para años mejores y más tranquilos, o bien analizar objetivamente, la prolongación de lo que actualmente nos obliga a enfrentar la fuerza del gobierno con la capacidad completamente desbocada para producir inquietudes que tienen base en unas consideraciones serias y fundadas en premisas verdaderas.

Luego hemos de considerar en nuestra opinión, si ciertamente hemos de ver las cosas de orden social, mayor optimismo, que nos ofrezca, fundado también en la plena realidad, y no en autoengaños irrealizables, cuyas consecuencias serían quizás peores que las descritas.



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