Vox Dei

«No he venido a llamar a justos, sino a pecadores»

2024-01-13

«No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal; no...

Evangelio, Marcos 2,13-17

«No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal»

En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo por la orilla del mar, toda la gente acudía a Él, y Él les enseñaba. Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme». Él se levantó y le siguió. Y sucedió que estando Él a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que le seguían. Al ver los escribas de los fariseos que comía con los pecadores y publicanos, decían a los discípulos: «¿Qué? ¿Es que come con los publicanos y pecadores?». Al oír esto Jesús, les dice: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».

Reflexión

Llucià Pou Sabaté

«La llamada lleva consigo también la fuerza para responder»

Mientras que algunos apóstoles son fervientes observantes de la religión judía, algunos incluso de los más celosos (zelotes), “al otro lado del círculo de los Doce encontramos a Levi-Mateo, estrecho colaborador del poder dominante como recaudador de impuestos; debido a su posición social, se le debía considerar como un pecador público” (Benedicto XVI). Hoy contemplamos su conversión, cuando Jesús pasa: es algo “mágico” (en el sentido de misterioso), que no es solamente una cuestión moral o de ver, una filosofía del instante presente, de aprovechar el momento: tiene Jesús la capacidad de ofrecer un cambio de corazón instantáneo, algo así como una “mutación” de la energía interior, sobrenaturalizarnos…. Un flechazo que transforma el interior.

Por eso muchas cosas “pasan” cuando Jesús “pasa junto a” y “mira” a alguien, vuelca su mirada en la persona que tiene delante, Caravaggio quiso plasmar ese momento en el que Jesús dirigió esa mirada suya a Leví y con ella penetró en su alma, y se metió en su vida. «Pasando», lo miró. Hay una comunión profunda entre Jesús y la persona “mirada” por él. Después de esta mirada, las cosas no quedan nunca como estaban. La vocación es una llamada personalizada. Mirada libre, que no coacciona ni somete de ninguna forma: invita. Jesús se presenta casi siempre en camino. El Jesús en movimiento es también el Jesús que pone en movimiento. La llamada se realiza siempre en el contexto histórico de la persona que es llamada, en medio de sus cosas (barcas o banco...).

Esa mirada tiene algo anterior en el tiempo, un destino y misión: “Antes que fueses formado, en el seno materno, yo te conocí; antes que salieses del seno de tu madre, yo te consagré y te hice profeta” (Jr 1,5). Destino sería el día a día que forjamos con el aprendizaje, las dificultades y otras cosas… la misión, el motivo de nuestra existencia, para lo que Dios nos dio cualidades y ese aprendizaje… Jesús pasa, ama y llama a los que él quiere (cf. Mc 3,13), cuando él quiere y como él quiere, “no en virtud de nuestras obras, sino en virtud de su propósito y de la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos eternos” (2 Tm 1,9). Si por una parte, cuando Jesús invita al seguimiento anima a los discípulos a perseguir metas elevadas (cf Mt 11,12), por otra parte les deja claro que si no fuese por la ayuda divina fracasarían necesariamente en su empresa (cf Mc 10,38). Aunque es en el tiempo cuando descubrimos poco a poco esa llamada suya, en Dios está desde toda la eternidad. Somos amados en Cristo y llamados, a imagen suya, en nuestras circunstancias, para estar con Jesús (cf Mc 3,13), a seguirle (cf Mc 1,17), a estar donde está él (cf Jn 12,26).

La llamada es a veces imprevisible, sorprendente: un pecador, un vendido a Roma, que les sangra impuestos de los invasores para revenderlos a los romanos, quedándose una parte, un traidor, es uno de los escogidos para la nueva alianza. La llamada lleva consigo también la fuerza para responder. Cuando dice “Sígueme”, incluye esta Palabra el poder transformador para hacer todo lo que conviene a seguir a Jesús. Jesús, como Yahweh en el Antiguo Testamento, tiene en su palabra autoridad, y la fuerza para la misión que nos da. Sorprende la pronta respuesta que dan los discípulos a la invitación del Señor: al instante, dejándolo todo, le siguen (Mc 1,22). No es algo a lo que no se pueda resistir, pues la respuesta es libre y hay ejemplos de quien dice “no” (Jonás, el joven rico, Judas). Hay un encuentro entre la libertad de Dios y del que es llamado, ¿a qué? A la misión, pues es un dejarse implicar: “Me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, para que le anunciase entre los gentiles...” (Gal 1,15-16).

Es una llamada en primer lugar a estar con Jesús, seguirle: “Los llamó para que estuvieran con él y enviarlos a predicar” (Mc 3,14). Sólo quien le conoce, quien ‘permanece’ con él (cf Jn 1,39) puede dar fruto, como el sarmiento da fruto sólo si permanece unido a la vid (cf Jn 15,4-5).

Leví se convierte, sigue a Jesús. Con esta prontitud y generosidad hizo el gran "negocio". No solamente el "negocio del siglo", sino también el de la eternidad: «Y todo el que haya dejado casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o campo por mi nombre, recibirá el ciento por uno y gozará de la vida eterna» (Mt 19,29).

Quizá Leví pensaba dejarlo todo, asqueado con aquel camino que no le llenaba, que le degradaba… entonces, precisamente entonces, Jesús aparece, cuando más lo necesita, cuando está para pensar en hacer una tontería, en dejarse llevar por ese fruto del remordimiento cerrado en uno mismo que es el resentimiento, no perdonarse a uno mismo. Pero así como el dolor no es malo, sino un síntoma del mal, el remordimiento es el dolor del alma que indica una herida, que ha de transformar el remordimiento en arrepentimiento. Entonces, nace el deseo de penitencia (Catecismo, 1989); hay una apertura a la verdad y al bien. Aquellas dificultades que hundían, por la humildad se transforman en oportunidades. Nada está perdido, hay más experiencia. Si la voluntad se inclina maliciosamente hacia conductas pecaminosas, si las pasiones y los sentidos experimentan un desorden que les lleva a rebelarse al impulso de la razón, más fuerte es el amor de Dios, que ayuda a ir creciendo una nueva vida; después va influyendo en los que le rodean.



JMRS
Utilidades Para Usted de El Periódico de México