Internacional - Seguridad y Justicia

El regreso amargo a Sderot cinco meses después de la matanza de Hamás: "El miedo sigue"

2024-03-07

Pese a la intranquilidad que muestran muchos de sus residentes, en Sderot se respira cierto grado...

 

Sderot (Israel), 7 mar (EFE).- Carmela reza en la terraza de su casa en la ciudad israelí de Sderot, la más cercana a la Franja de Gaza, mientras sostiene entre sus manos, decoradas con anillos, La Torá. De vez en cuando, alza la vista del libro sagrado para ver a los curiosos que asoman la cabeza por las rejas de su patio. Se siente todavía desorientada, hace tan solo cuatro días que ha regresado a su hogar tras cinco meses fuera.

“No me siento bien todavía, el miedo no se va", cuenta a EFE esta anciana israelí. "Rezo por los rehenes que siguen secuestrados por Hamás. Espero que salgan pronto”.

Como ella, otros casi 18,000 habitantes de unos 30,000, según datos del ayuntamiento, han ido regresando en las últimas semanas a esta urbe, donde se incrustó el horror el pasado 7 de octubre: Sderot fue la última ciudad a la que lograron llegar los milicianos de Hamás. Durante horas, se movieron por las calles con furgonetas o a pie y abrieron fuego contra edificios, casas y coches.

Al menos setenta personas murieron, y a día de hoy, más de 150 días después y una guerra devastadora en Gaza, los residentes aspiran a lograr pasar página y despojarse de esos episodios de terror. Pero saben que no es una tarea fácil.

“Vas caminando por la calle y todo te recuerda a lo que ocurrió aquel sábado negro. Piensas 'aquí mataron a unos vecinos, allá a otros más'. Estamos reviviendo todo el tiempo lo que ocurrió aquel día. Ese es ahora nuestro problema: el trauma”, lamenta Gitit Botera, una mujer de 41 años recién llegada de Tel Aviv, donde como la mayoría de desplazados se ha estado alojando gracias a hoteles habilitados por el gobierno del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu.

Los ataques con cohetes no cesan

El pensar que la ciudad pueda ser atacada en cualquier momento con cohetes de Hamás es lo que más sigue atormentando a Botera. “Me noto que estoy siempre en alerta por si suenan las alarmas. Si voy conduciendo no me pongo el cinturón, ni tampoco a mi hija de cuatro años. Tenemos cincuenta segundos para salir y buscar un refugio. Vivir así es muy complicado”, indica.

Pese a lo que considera un regreso amargo, Botera cree que ha tomado la decisión correcta: “Teníamos que volver. Somos judíos, somos resilientes. Lo hemos sobrevivido todo y esto también lo vamos a ganar”.

La misma sensación invade a Timor, una joven de 22 años, que cada día se desplaza desde su ciudad natal de Netivot para realizar sus prácticas en un despacho de abogados. La oficina se encuentra en la planta baja de un edificio agujereado por el impacto de un proyectil.

“No sabíamos cómo nos íbamos a encontrar la ciudad después de tantos meses. Yo admito que me siento asustada todo el rato. Hace dos días volvieron a sonar las alarmas por la llegada de cohetes”, señala la letrada.

Cierta normalidad ausente en Gaza

Pese a la intranquilidad que muestran muchos de sus residentes, en Sderot se respira cierto grado de normalidad a la que los vecinos se afanan como pueden. Se ve a los dueños de algunas casas limpiándolas y reparándolas de los daños causados por los ataques de Hamás. Los colegios y guarderías reabrieron sus puertas el pasado domingo y en la principal zona comercial de la urbe las tiendas, peluquerías y supermercados tienen clientes.

Sin embargo, los trabajadores y propietarios de estos comercios dicen navegar entre enormes dificultades económicas. "He perdido más de un millón de séqueles en estos últimos meses. Netanyahu ha dicho que no gestionarán ayudas económicas hasta que no acabe la guerra", detalla Gabi, un israelí de 33 años y propietario de una tienda de telefonía.

Incluso entre sus calles, donde se escucha el continuo retumbar de una guerra que persiste en Gaza, hay algunos turistas como Kalman y Alissa, un matrimonio de judíos procedentes de Nueva York que empatiza con el trauma israelí. "Hemos aterrizado esta mañana en Tel Aviv y lo primero que queríamos hacer era venir a Sderot para mostrar nuestro apoyo a nuestros hermanos y hermanas judías", explica esta mujer neoyorquina.

Mientras tanto, a tan solo un kilómetro, las bombas israelíes y norteamericanas siguen cayendo. El estruendo de las detonaciones, en una ofensiva bélica en la que según el Ministerio de Sanidad gazatí ya han muerto más de 30,700 gazatíes, se aprecia con tanta claridad como el zumbido de los drones y cazas. Y así seguirá siendo hasta el ansiado alto el fuego.

 



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