Policrato Philodemos

Los paraísos de la corrupción

2007-06-26

Una vez consumada la independencia de México persistió la costumbre de gobernar como...

(1a. de 4 partes)

"Como pudrir a un país"

Cuando observamos el deterioro educativo, la inseguridad ciudadana, la proliferación del crimen organizado y su  vesania asociada al narcotráfico, la degradación profunda en que ha caído el quehacer político, el culto al caciquismo sindical como norma, la impunidad de los criminales asociada a la corrupción profunda del sistema judicial y policiaco, el peculado como arquetipo y ejemplo a seguir, así como el deterioro de los valores que le dan sentido y coherencia al tejido social.

Cuando vemos todos estos indicadores de descomposición social y decadencia que se convierten en algo cotidiano, y que además lo empezamos a considerar como una "normalidad" inevitable, necesariamente surgen la preguntas sobre las causas, circunstancias que les dieron origen y el momento histórico en que éstas se iniciaron, como si fuera una mancha de aceite que ya alcanzó a ensuciar a gran parte de nuestra sociedad en sus estructuras, y por ende, a sus instituciones de manera  generalizada.

Las causas que nos han llevado a alcanzar los niveles descritos en el párrafo anterior, se remontan a la conquista y período colonial en donde tuvo su origen la corrupción, nacida de la costumbre autoritaria en el ejercicio del poder gubernamental, ya que del absolutismo real con su paradigma de que "los vasallos nacieron para obedecer" a sus majestades (no existían ciudadanos libres sino súbditos), se derivó la discrecionalidad de las autoridades en el ejercicio del gobierno, misma que generalmente se orientaba para favorecer sus privilegios personales y conveniencias familiares, que además se facilitaba por tratarse de tierra de conquista y por la impunidad que daba la lejanía de la metrópoli, y por ende del poder del soberano,  independientemente de que durante la colonia los cargos administrativos gubernamentales, las mercedes reales, los fueros, y hasta los grados militares eran fácilmente comprados u obtenidos a cambio de favores y complicidades, dando lugar a la frase de que "se obedece pero no se cumple", tradición cínica que parece haber perdurado hasta nuestros días.

Una vez consumada la independencia de México persistió la costumbre de gobernar como si se tratara de súbditos cuyos derechos quedaban al arbitrio y voluntad de los funcionarios, y no a ciudadanos a los que habían de servir, pues parece que los 300 años de coloniaje lo habían convertido en una tradición que se transmutó en la idiosincracia del poder para la naciente república, solo que la corrupción existente, ya institucionalizada, tuvo el agravante del caos y de la falta de coherencia política, del analfabetismo generalizado, y de una ausencia de educación ciudadana en las grandes masas de población, así como a la circunstancia de que al consumarse la independencia el territorio que había constituido el virreinato de la Nueva España dejó de ser propiedad de la corona española, por lo que muchos de los caudillos que surgieron del movimiento independentista, supusieron que el territorio nacional pasaba a sus manos como patrimonio personal, convirtiéndolo en feudos, de hecho, a los que gobernaron discrecionalmente, esto es, a base componendas y conveniencias.

El pueblo "liberado" no participaba en los asuntos de gobierno y los gobiernos tampoco se preocupaban de su bienestar, anarquía y corrupción que debilitó a la nación, amén de que la diferencia de castas diluyó la muy poca identidad nacional, escenario que facilitó la existencia de frecuentes revueltas y cuartelazos, en una rebatinga entre los caudillos que se sentían con el derecho de apropiarse del gobierno; Esta ingobernabilidad facilitó el desmembramiento de más de la mitad de nuestro territorio por nuestros codiciosos vecinos del norte, quienes desde siempre tuvieron entre sus planes expansionistas el apropiarse de los territorios mexicanos que bañan las aguas del Océano Pacífico, según nos lo recuerda el historiador ecuatoriano Manuel Medina Castro, en su libro "El gran despojo".

2a. parte, La Corrupción, condimento típico del pueblo; siguiente.



JMRS