El Pez Muere por la Boca

Reforma o restauración

2007-07-21

La reforma del país y de sus instituciones para rehacer el país innovando; para...

Mauricio Rossell

Los indicios de la disfuncionalidad de nuestro esqueleto institucional se agolpan unos tras otros, mientras México se entrampa en el dilema de cambiar y reformar el viejo régimen o permanecer igual, incluso restaurando el antiguo sistema. Pero aun dentro de esta discusión hay algo que resulta irrebatible para todos. El hecho de que la realidad y las reglas del juego se han transformado a tal grado en nuestro país que los viejos diseños y las viejas normas de operación son obsoletos e ineficientes para responder a las nuevas demandas y a la nueva realidad del país, es decir, la democracia no es gobernable ni la gobernabilidad democrática.

Sólo así puede entenderse la crisis tan profunda y en todos los órdenes que vive el país; y también el hecho de que los problemas sociales y políticos se hayan desbordado a tal grado sin que nadie haya sido capaz de estructurar golpes de precisión que se transformen en soluciones reales y de largo plazo a los graves problemas que aquejan al país.

La naciente democracia mexicana ha quedado así atrapada entre el inmovilismo y la confrontación, pero también entre la corrupción, la opacidad gubernamental, los intereses particulares, el egoísmo, la desigualdad, el patrimonialismo, el uso arbitrario del poder y la impunidad; factores todos ellos que han contribuido en buena medida a la difícil situación que vive ahora el país y colocado a la gobernabilidad al borde del desfiladero; no sólo no habido reforma del Estado, sino incluso es cuestionable la viabilidad del mismo.

Este estado de malestar generalizado que aqueja a nuestra democracia exige que seamos capaces al menos de aplicarle los primeros auxilios para evitar que ésta muera en el intento de lograr su consolidación, pero no puede haber democracia con estos "demócratas". La política está en crisis.

De ahí que cada vez sean más las voces de apremio que exijan reconstruir nuestra democracia para asegurar su permanencia. Que demanden configurar una democracia de calidad mediante la reforma y la reinvención de nuestra arquitectura institucional que nos permita ir más allá de la simple democracia electoral. Que exhorten a generar un espacio de neutralidad en el que todos los agentes estén dispuestos a negociar para atender las demandas y necesidades de una frágil y naciente democracia como la nuestra.

Para todos es evidente que México se encuentra estático, sin rumbo, incluso en retroceso, ante la falta de normas acordes a la nueva realidad y de respuestas a las exigencias de un modelo democrático que nos exige a gritos que lo dejemos vivir; que lo salvemos de la crisis que aqueja a la política y a los políticos; que le ayudemos a renovarse para estar en disposición de dar solución eficiente a los problemas que aquejan al país.

En este escenario, la reforma es la única opción que tiene la democracia mexicana para sobrevivir; la visión restauradora es el abismo. La reforma del país y de sus instituciones para rehacer el país innovando; para alterar, reemplazar y sustituir aquello que no sirve hoy; para replantear nuestras instituciones y restablecer nuestras reglas del juego; para estar en posibilidades de evolucionar y garantizar un nuevo proyecto de país a las presentes y futuras generaciones.

La posibilidad de que México, como país, pueda cumplir esta empresa depende sin embargo de la altura de miras, de la capacidad y de la imaginación que mostremos todos los mexicanos para reinventar al país logrando puntos de equilibrio entre el Estado, el mercado y la sociedad. Lo cual implica, además de la reforma institucional, la atención a otros temas medulares que debemos afrontar en primerísimo lugar y sin evasivas.

El combate a la desigualdad es uno de ellos. Y es un problema que debido a su complejidad implica atender un cúmulo de cuestiones tan vastas y tan dispares como son aquellas relacionadas con la pésima distribución del ingreso y de las oportunidades que existen en el país, la inequidad entre grupos, la injusticia, la discriminación, la exclusión social, el atraso e incluso la pobreza. Las cuales sólo pueden ser atendidas a través de políticas integrales que se apoyen en acciones de distinta naturaleza (sociales, educativas, redistributivas, etcétera).

La lucha contra la inseguridad es el otro. Y al igual que el anterior desafío, exige una atención múltiple para poner fin a la impunidad, acabar con el tremendo poder fáctico que han conseguido arrogarse los grupos criminales, reintegrar al Estado el monopolio de la violencia legítima, y reconstruir la credibilidad y la fuerza de nuestro estado de derecho. Los avances alcanzados hasta ahora en esta materia, como vemos, no son suficientes.

La viabilidad de México depende de la atención de inicio de al menos estos tres extremos.

Diputado del Congreso de Hidalgo (PRI)



AAG
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