Huesped

Solidaridad necesaria

2007-11-07

Es un acto de humanidad hacia los damnificados, ciertamente. Pero también es un acto de...

Ricardo Pascoe Pierce, El Universal

Resulta muy significativa la cantidad de solidaridad internacional que ha evocado la tragedia natural y humana en Tabasco primero y en Chiapas después. En la medida en que pasan las horas, la asombrosa tragedia de Tabasco ha llenado los noticiarios más escuchados en todo el mundo. En todas las frecuencias de radio y televisión, y relatos gráficos en los medios impresos, se observan imágenes de la impresionante afluencia de agua por todos los rincones de ese estado de la República. Ahora abundan reportes sobre un deslave de gran magnitud en el estado de Chiapas y seguramente en los próximos días escucharemos más y más sobre las dificultades que enfrenta esa parte del país.

Ahora le ha tocado a México lo que, en su momento, les tocó a otros países. La tragedia ha abierto, en nuestro país, debates políticos acerca de las fallidas políticas públicas para la contención de los desbordamientos de vías hidráulicas del estado de Tabasco, de corrupción gubernamental y de la empresa privada, del calentamiento global y sus efectos sobre esta zona del país, los patrones de conducta de las tormentas en la zona del Caribe. Es decir, estamos entrando al terreno de los señalamientos para tratar de deducir las responsabilidades específicas de conductas que podrían haber evitado la tragedia.

Al mismo tiempo, la gente se ahoga en su circunstancia. Después de las tormentas y el ahogo y el traslado de cientos de miles de personas a los albergues temporales establecidos, viene lo más difícil: cómo hacer que todas esas personas puedan sobrevivir, sin empleos, sin cosechas y sin perspectivas inmediatas de recuperación. El peligro de enfermedades como cólera, dengue, hepatitis e infinidad de males gastrointestinales y males dermatológicos está presente y requiere de atención inmediata.

Es decir, en un nivel está la gente en su sufrimiento cotidiano; sufrimiento que promete extenderse por mucho tiempo, a razón de la falta de economía para atender los satisfactores básicos de la población. Y, en otro nivel, se coloca el debate político que, primitivamente, no se resiste la tentación de señalar a los responsables y hallar culpables de la tragedia. Se quiere poner nombre y apellido al culpable, para, así, no resolver ningún problema práctico, pero sí satisfacer el instinto de la antropofagia de la política.

Hoy nos ha tocado vivir una tragedia de esta dimensión, en la medida en que nos vemos reflejados en el espejo del resto del mundo. Ha sido muy importante el paso dado por el gobierno federal de aceptar la ayuda del resto del mundo. Es un acto de humanidad hacia los damnificados, ciertamente. Pero también es un acto de humildad de México, al reconocer que nuestro país no es autosuficiente y que requiere del apoyo y del concurso de los otros. Uno de los efectos de la globalización es que los países se interrelacionan así: con una sobria interdependencia. Sí dependemos de otros, y nuestro país no es una isla.

Esta circunstancia cuestiona, por cierto, el concepto tradicional de la soberanía. Hemos hecho grandes esfuerzos por establecer y sostener la idea de que México lo puede todo solo, sin el concurso de otros países, fuerzas o intereses. Lo que descubrimos, de nosotros mismos como país, es que somos dependientes de otros. La autonomía es relativa, como lo es la soberanía. Esto no quiere decir que no exista; más bien, quiere decir que es relativo frente al mundo que interactúa con nosotros.

Es por esto que la solidaridad internacional que está recibiendo México debe acogerse con toda la gratitud y humildad de que somos capaces, pues son gestos de un mundo que se sabe interdependiente y que no nos juzga desde una óptica ideológica o política. Y es justamente por esa interrelación global que es solidaridad necesaria. De igual manera como México siempre debe ser solidario que el resto del mundo.



ROW

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