Policrato Philodemos

Improvisación e Inseguridad

2008-02-04

El futuro del país no se identifica con el futuro propio y generalmente actuamos como si las...

Nuestra constante sempiterna

En el enunciado y planteamiento
correcto de un problema, siempre se
encuentra la solución del mismo.

Sin importar el medio social o económico en que nos encontremos, todos los días escuchamos juicios diversos sobre los problemas del país, así como un sinnúmero de soluciones, que generalmente se componen de ideas superficiales y en muchas ocasiones de ocurrencias delirantes, dado que en su afán de presentar soluciones inmediatas y coyunturales, solo se preocupan de remediar temporalmente los efectos visibles del problema, soslayando el fondo y origen de aquello que critican, ya sea por ignorancia, superficialidad, búsqueda del aplauso (o votos) fáciles, olvidando la verdad que encierra el viejo paradigma científico que se ha señalado en el epígrafe, por lo que estos juicios nunca pasan de ser charlas de café que no solucionan nada, excepto la forma chabacana y ociosa de pasar el rato con los amigos, o para presumir de inteligencia o de erudición política entre la peña reunida.

 Esta superficialidad en hacer juicios y remiendos para solucionar de inmediato cualquier tipo de problemas sin ir más allá de lo coyuntural, nos ha vuelto incapaces de planear el futuro y de tener un proyecto claro y viable de nación; Esta mentalidad presta a la improvisación parece ser endémica de nuestro políticos que buscan solucionar demagógicamente todo lo que se les plantea, poniendo parches provisionales sin llegar al fondo de los problemas, para luego dejar lo hecho como solución permanente, y sin que les preocupen las secuelas de lo improvisado, son los culpables de obstaculizar el desarrollo del país, de donde se deriva nuestra situación tercermundista, así como el habernos convertido en un satélite más del colonialismo tecnológico, que se ha irradiado también hacia el ámbito político y el social.

 Lo trágico del asunto es que esta actitud mental también se encuentra arraigada en todos los niveles de la sociedad, como parte de una idiosincracia que cotidianamente contamina todas las actividades y órdenes de la vida en México, dando lugar a que ya nos parezca normal, lo que se ejemplifica en la muy conocida frase típica, del "aí se vá", que encierra todo el cinismo irresponsable de la improvisación que escuchamos especialmente entre quienes se dedican a reparaciones mecánicas o eléctricas, así como entre sastres o carpinteros chambones cuando dan por terminado algún tipo de trabajo, en donde además se vanaglorian de una supuesta astucia para improvisar, como cuando (por citar un ejemplo), utilizan un pedazo de mecate para fijar alguna pieza que va a estar sometida a altas temperaturas, sin advertir que el calor lo destruirá, y/o que esto pueda provocar un accidente; Cuando esta actitud mental es trasladada a quienes deciden los destinos del país, ya sean maestros, políticos, o tecnócratas de la burocracia, podremos entender las causas que nos han llevado al tercermundismo que padecemos.

Otra de las secuelas de este comportamiento entre la sociedad se manifiesta en el abandono de las responsabilidades ciudadanas, ya sea por desidia o valemadrismo, así como en la apatía para reclamar los derechos que nos corresponden, actitudes que facilitan la corrupción de quienes gobiernan y que ha sido la madre de la inseguridad en que vivimos, por permitir conductas abusivas de las autoridades, quienes aprovechan la pasividad y mansedumbre ciudadana para prevaricar y/o atropellarlos, pasando por encima de la ley que dicen cumplir y hacer respetar.

Este escenario cotidiano de farsa en la que, por indolencia, cobardía, o conveniencia, todos se convierten en cómplices de la simulación, en un juego de hipocresía y cinismo donde es común el espectáculo de autoridades que se dirigen a la ciudadanía con discursos patrióticos y exaltadores de las virtudes cívicas y ésta les aplaude como si les creyera, haciéndose los sordos y los ciegos ante la impudicia y corrupción evidentemente obscena que practican abiertamente con cinismo ante los ojos de la sociedad, que al mismo tiempo busca la forma de aprovecharse de este juego perverso, para eludir sus obligaciones ciudadanas, de carácter fiscal, o buscando el soborno paternalista de esas mismas autoridades cuando dilapidan el erario para comprar complacencias, siempre en deterioro de la nación o de la calidad ambiental.

Si revisáramos la historia patria con espíritu crítico, encontraríamos que, salvo contadas excepciones, esa actitud de apatía y relación convenenciera entre  autócrata-vasallo (y nunca de estadista-ciudadano), ha sido la constante desde la época colonial, en la que el futuro del país no se identifica con el futuro propio, actuando como si las cosas públicas y las del gobierno fueran ajenas a los intereses individuales y sociales, o como si se trataran de un destino manifiesto dado por alguna divinidad, sinrazones por la que en México se confunde tolerancia con sumisión pasiva y civilidad ciudadana con mansedumbre, dejando que el país sea botín de los políticos, de agiotistas internacionales, y de un hampa organizada que se ha dejado crecer hasta convertirse en un problema de seguridad nacional.



JMRS