Sin Vergüenza

La década de Salinas

2008-05-09

Salinas se equivoca en varias cosas a lo largo de su libro, pero sobre todo en creer que puede...

César Cansino

Conozco a más de un despistado que aceptaría con gusto las tesis del ex presidente Salinas defendidas en su libro La década perdida. En esta posición estarían sobre todo los muchos intelectuales y periodistas que Salinas compró durante su sexenio para que lo adularan y ensalzaran y cuya credibilidad se esfumó a la par que la imagen de su adorado presidente fué cayendo entre los mexicanos. Pero he ahí que el libro no aporta nada convincente como para hacernos cambiar de opinión sobre su persona. Constituye un capítulo más de esa novela que Salinas ha venido escribiendo desde que dejó Los Pinos para demostrar que él no es el villano, sino la víctima de intereses perversos y de traidores. En esta ocasión, su recurso es mostrar la ineficacia y corrupción que acusaron los dos gobiernos que le sucedieron en el poder, los de Zedillo y Fox, para probar indirectamente que si hubo en los tiempos recientes un gobierno eficaz y responsable, fué el suyo.

En un sentido, Salinas tiene razón: los gobiernos de Zedillo y Fox pasarán a la historia por su mediocridad. En ninguno de los dos el papel crucial que les tocó desempeñar para concretar con éxito nuestro difícil tránsito a la democracia les alcanzó para paliar el enorme desencanto que ambos generaron en todo lo demás, desde el "error de diciembre" con Zedillo hasta el "desafuero" con Fox, pasando por un interminable alud de errores, promesas incumplidas, contradicciones, ineptitudes, irresponsabilidades, parálisis.

Pero la estrategia de Salinas tampoco es suficiente para deslindar a su gobierno de todo lo que vino cuando dejó el poder. De hecho, sin dejar de reconocer la mediocridad de sus sucesores, buena parte de los problemas con los que lidiaron sus gobiernos se gestaron durante el sexenio de Salinas, un eslabón crucial de la cadena de despropósitos y excesos que mantienen al país al borde de la ingobernabilidad y la crisis institucional. Revelar los errores de unos no exonera a Salinas de los suyos, que fueron decisivos en todo lo que vendría después.

Salinas se equivoca en varias cosas a lo largo de su libro, pero sobre todo en creer que puede seguir alimentando la idea de que su gobierno, en contraste con otros, fué eficaz y responsable. En los hechos, la prosperidad del salinato fué más un espejismo. Las cifras de concentración de la riqueza y de marginalidad durante su sexenio son más que elocuentes. Además, como todo mundo sabe, la crisis de 1994 se debió básicamente al desequilibrio natural de su proyecto económico, mantenido de manera artificial, pues el déficit en la cuenta corriente no correspondía a la paridad cambiaria de nuestra moneda. A ello debe sumarse que buena parte del capital externo que permitió "financiar" el ajuste económico salinista mediante la apertura económica promovida no se invirtió en la planta productiva, sino en la bolsa, con la consecuente volatilidad de esos bienes.

Pero Salinas se equivoca en apostarle a la desmemoria colectiva para intentar resarcir su imagen. Así como el actual "desastre económico, social, político y moral" del que habla Salinas no es imputable sólo a sus sucesores, "regresar al proceso de la modernización popular y soberanía" como Salinas califica al "liberalismo social" que encabezó en su sexenio y que según él fué pisoteado por la "alianza" ulterior entre neoliberalismo y populismo autoritario, operada por Zedillo y Fox, sería lo peor que podría pasar al país.

El así llamado liberalismo social de Salinas sólo fué un ardid para posponer indefinidamente la transición democrática. Con Salinas se reconsolidó al régimen posrevolucionario en sus rasgos más autoritarios (excesiva concentración del poder en manos del Ejecutivo, sometimiento de los demás poderes de la Unión, imposición de gobernadores, prácticas clientelistas, sobornos e intimidación a los disidentes, etcétera). Además, su liderazgo de los primeros años le permitió movilizar el apoyo directo de amplios sectores pero para promover políticas económicas neoliberales, contradictorias con la idea de justicia social tutelada por el Estado y que había dado sustento ideológico al régimen posrevolucionario.

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Director del Centro de Estudios de Política Comparada 



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