Punto de Vista

Adiós a la hegemonía yanqui

2008-05-23

México ha de prepararse para un mundo multipolar y fortalecer sus vínculos con...

Rodolfo Echeverría Ruiz, El Universal

Inmersos como estamos en un debate imprescindible encaminado a discernir el destino de nuestra industria petrolera —privatizarla de manera encubierta o fortalecerla como bastión del desarrollo mexicano—, conviene tomar en cuenta, con las debidas reservas, las consideraciones formuladas en la revista Foreign Affairs (mayo-junio) en torno de la progresiva declinación de la hegemonía de Estados Unidos en el mundo.

Un conjunto de complejos factores determina la pérdida gradual de la preeminencia de Estados Unidos. Y nosotros, los mexicanos, deberíamos tener plena conciencia de ello: uncidos como estamos al carro estadounidense, veamos cómo la potencia imperante ha empezado a dejar de serlo.

A partir del segundo periodo de Bush, el enseñoramiento unipolar yanqui comenzó a manifestar señales de fatiga. Su predominio —político y económico, financiero, militar y cultural— se debilita y ha empezado a declinar mucho antes de lo previsto en los textos de los analistas internacionales. No pocos de ellos fincaron sus asertos en las características de los nuevos acomodos de poder al cabo del colapso de la Unión Soviética. Y, sin embargo, la realidad dice otras cosas. En opinión de diferentes autores se configura un orden mundial multipolar o, como también pudiera describírsele, una escena internacional sin una potencia superior a todas las demás.

Existe hoy una gran cantidad de poderosos organismos a escala planetaria: la OPEP; el Banco Mundial; el FMI; la Organización de Cooperación de Shangai; y algunas entidades derivadas de la ONU como la OMS; la Organización Internacional de la Energía Atómica, la Cepal, la OMC, la OCDE, la OIT… Añadamos a esa lista la existencia de medios de comunicación, también muy poderosos, como BBC, CNN, Al-Jazira, para sólo mencionar a tres de los más influyentes.

De manera simultánea ha menguado, también, la capacidad de la ONU para funcionar como instancia eficaz en la solución de los conflictos bélicos. Prueba irrefutable de su extrema debilidad: Estados Unidos y sus aliados perpetraron la injustificada invasión de Irak sin el consentimiento del Consejo de Seguridad.

¿Por qué ha durado tan escaso tiempo, en términos relativos, la superioridad estadounidense si la comparamos con otras fuerzas entonces preponderantes en su tiempo como el imperio español o la comunidad británica? Estados Unidos ha perdido todas sus guerras en menos de 60 años. Recordemos Corea y Vietnam. Calibremos el desastre yanqui en Irak.

Al destruir su equilibrio fiscal interno y al padecer un déficit creciente en sus cuentas internacionales, el gobierno de Washington se ha saltado a la torera al mismísimo Consenso de Washington: los yanquis lo habían propuesto como paradigma del equilibrio mundial. La guerra de Irak les ha costado 500 mil millones de dólares a fondo perdido. Y no ven para cuándo salirse de ese infierno.

La fatalidad geográfica, incambiable como es, nos situó en vecindad perenne con una incontrastable potencia mundial que ahora ha iniciado su proceso de declinación. Y, aunque ese periodo se extenderá durante varias décadas, urge a nuestro país diversificar sus relaciones internacionales. Y ello, sin perder de vista las ventajas y las oportunidades que nos ofrece nuestra proximidad con el aún primer mercado del orbe.

México ha de prepararse para un mundo multipolar y fortalecer sus vínculos con nuestra América, Europa y Asia. Y, en lo concerniente a la industria petrolera, debemos, en esta hora crucial, replantearnos la estructura misma de Pemex. Se trata de inducir una reforma profunda capaz de encaminarla hacia una nueva etapa caracterizada por una menor exportación de crudo y una cada vez más sobresaliente de refinados y elaborados. No deberíamos exportar el crudo como hoy lo hacemos. Ello significa dilapidar de manera irrecuperable nuestra principal riqueza.

Al declinar la hegemonía estadounidense consolidemos la propiedad inalienable e imprescriptible de la nación sobre los recursos del subsuelo. De ese modo robusteceremos las capacidades decisorias del Estado mexicano en un mundo caracterizado por el debilitamiento de las soberanías nacionales.

Analista político



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