Pura Demagogia

Política, mentiras y filtraciones

2017-02-22

Aunque la Ley de Seguridad Nacional de 1947, que estableció el Consejo Nacional de...

Por Sonia Schott / Diario Las Américas

Ha habido tantas revelaciones suministradas por funcionarios anónimos, tal vez por insatisfacción o desconfianza con el presidente Donald Trump, que la nueva administración en la Casa Blanca se la ha pasado aclarando si el último material divulgado es verdadero o falso.

Las filtraciones sobre Michael Flynn, asesor de Seguridad Nacional, hasta su sorpresiva renuncia la semana pasada, han sido más que devastadoras.

El Presidente le pidió su dimisión porque descubrió que suministró información falsa al vicepresidente Mike Pence, al negar que hubiera hablado con el embajador ruso en Washington sobre las sanciones que mantiene Estados Unidos contra Moscú.

Aún más sensacional fue la información publicada por The Washington Post sobre Flynn, según la cual él le negó al FBI haber tocado el tema de las sanciones.

Sin embargo, la agencia encargada del contraespionaje, que escucha con regularidad las llamadas de los representantes del Kremlin, estaba en poder de una transcripción completa de la conversación telefónica,

Flynn ahora podría estar en serios problemas porque mentir al FBI es un delito.

Mientras tanto, The Wall Street Journal no se quedó atrás, cuando informó que los servicios de inteligencia estaban tan preocupados por las conexiones de Trump con Rusia, que decidieron no pasarle información sensible al Presidente. Tanto el jefe de la CIA como el director de Inteligencia Nacional tuvieron que salir al paso para negar que estuvieran guardando secretos a la Casa Blanca.

Las fugas de información son siempre temidas por los gobiernos, pero cuando involucran material clasificado ponen en riesgo la seguridad del Estado y el funcionamiento eficiente de una administración.

Desafortunadamente para Trump, debido a su estilo de liderazgo y su pelea con los servicios de inteligencia y los medios de comunicación, es probable que continúen las fugas, aunque él afirme que todo marcha sobre ruedas.

Entretanto, ya Trump perdió a un asesor de Seguridad Nacional, y su segunda opción, el vicealmirante retirado Robert Harward, rechazó la oferta, dejando en el aire muchas interrogantes.

El asesor de Seguridad Nacional es un cargo estratégico de confianza del Presidente, del que se asesora en temas de seguridad nacional y política exterior, y que no necesita confirmación del Senado.

Aunque la Ley de Seguridad Nacional de 1947, que estableció el Consejo Nacional de Seguridad, no menciona al asesor de Seguridad Nacional, esta posición comenzó a despuntar bajo la presidencia de John F. Kennedy y adquirió protagonismo cuando Henry Kissinger ocupó el cargo bajo el presidente Richard Nixon, entre muchos otros que vinieron luego.

En esta atmósfera turbulenta y confusa, ya nadie sabe a quién creer: ¿al presidente Trump, a los servicios de inteligencia o los medios de comunicación?

En todo caso, algo tendrá que cambiar por el bien del país y el bienestar futuro del pueblo estadounidense.



yoselin
Utilidades Para Usted de El Periódico de México