Salud
¿Cómo afecta dormir mal al dolor?
MADRID, 29 Ene. (EUROPA PRESS) - Cuando tenemos dolor, nos cuesta mucho dormir, pero ¿cómo afecta dormir mal al dolor? Científicos de la Universidad de California, Berkeley, en Estados Unidos, han respondido a esa pregunta al identificar fallos neuronales en el cerebro privado de sueño que pueden intensificar y prolongar la agonía de la enfermedad y las lesiones.
Sus hallazgos, que se publican este lunes en 'Journal of Neuroscience', ayudan a explicar los ciclos de auto perpetuación que contribuyen a la superposición de epidemias mundiales de pérdida de sueño, dolor crónico e incluso adicción a los opioides. Una encuesta de 2015 de la Fundación Nacional del Sueño descubrió que dos de cada tres pacientes con dolor crónico sufren trastornos de sueño recurrentes.
"Si el mal sueño intensifica nuestra sensibilidad al dolor, como lo demuestra este estudio, entonces el sueño debe ubicarse mucho más cerca del centro de atención al paciente, especialmente en las salas de hospital", afirma el autor principal del estudio, Matthew Walker, profesor de Neurociencia y Psicología de la UC Berkeley, en Estados Unidos.
Al aplicar niveles incómodos de calor en las piernas de dos docenas de adultos jóvenes sanos, mientras se escaneaban sus cerebros, Walker y el estudiante de UC Berkeley Adam Krause descubrieron que los mecanismos neuronales que detectan las señales de dolor, las evalúan y activan el alivio natural del dolor se interrumpen cuando se tiene un sueño insuficiente.
Mientras que los investigadores demostraron su hipótesis de que la privación del sueño aumentaría la sensibilidad al dolor, como lo demuestra una respuesta amplificada en la corteza somatosensorial del cerebro, lo que los sorprendió fue la actividad progresiva en el núcleo accumbens, una región del circuito de recompensa del cerebro que, entre otras funciones, eleva los niveles de dopamina para aliviar el dolor.
"La pérdida de sueño no solo amplifica las regiones sensibles al dolor en el cerebro, sino que también bloquea los centros de analgesia natural", afirma Walker. Otra región clave del cerebro que se encontró que se desaceleraba en el cerebro privado de sueño era la ínsula, que evalúa las señales de dolor y las ubica en contexto para preparar al cuerpo para responder.
"Es un sistema neuronal crítico que evalúa y clasifica las señales de dolor y permite que los analgésicos naturales del cuerpo acudan al rescate", afirma Krause, autora principal del estudio y estudiante de doctorado en el laboratorio de Walker del Centro Científico del Sueño Humano en la UC Berkeley.
INCLUSO LEVES CAMBIOS EN EL SUEÑO EMPEORAN LA SENSIBILIDAD AL DOLOR
Para probar aún más la conexión entre el sueño y el dolor en los escenarios más comunes de la vida diaria, los científicos entrevistaron a más de 230 adultos de todas las edades en todo el país a través del mercado en línea 'Amazon's Mechanical Turk'. A los encuestados se les pidió que informaran sobre sus horas de sueño nocturno, así como acerca de sus niveles de dolor diarios en el transcurso de algunos días.
Los resultados mostraron que incluso los cambios menores en sus patrones de sueño y vigilia se correlacionaron con cambios en la sensibilidad al dolor. "Los resultados muestran claramente que incluso cambios muy sutiles en el sueño nocturno, reducciones que muchos de nosotros pensamos poco en términos de consecuencias, tienen un impacto claro en la carga del dolor del día siguiente", afirma Krause.
Para el experimento, los investigadores reclutaron a 25 adultos jóvenes sanos que no sufrían trastornos del sueño o dolor. Debido a que diferentes personas tienen umbrales de dolor distintos, los autores del trabajo comenzaron por registrar el umbral de dolor inicial de cada participante del estudio después de una noche completa de sueño. Hicieron esto aumentando gradualmente los niveles de calor en la piel de la parte inferior de la pierna izquierda de cada participante mientras registraban su actividad cerebral en un escáner funcional de Imágenes de Resonancia Magnética (IRMf).
Los participantes del estudio calificaron su dolor térmico en una escala del 1 al 10 y reportaron, en promedio, molestias térmicas en alrededor de 111 grados Fahrenheit (aproximadamente 44 grados Celsius). Luego, una vez establecida la sensibilidad inicial al dolor de cada participante después de una noche completa de sueño, los científicos pudieron comparar cómo cambió ese umbral repitiendo el procedimiento en los sujetos después de una noche sin dormir.
De esta forma, encontraron que la gran mayoría de los sujetos privados de sueño reportaron sentir dolor antes, a unos 107 grados Fahrenheit (41,6 grados Celsius). "En todo el grupo, sentían malestar a temperaturas más bajas, lo que demuestra que su propia sensibilidad al dolor había aumentado después de un sueño inadecuado --apunta Krause--. La lesión es la misma, pero la diferencia es cómo el cerebro evalúa el dolor sin dormir lo suficiente".
Mientras tanto, las imágenes cerebrales después de una noche de insomnio mostraron fuertes incrementos en la actividad en la corteza somatosensorial y desactivación en el núcleo accumbens y la corteza insular, lo que indica un mal funcionamiento de los mecanismos neuronales que gestionan las respuestas fisiológicas a los estímulos dolorosos.
"Todo esto indica que el sueño es un analgésico natural que puede ayudar a controlar y disminuir el dolor", apunta Walker, autor del best seller 'Por qué dormimos'. "Sin embargo, irónicamente, un entorno donde las personas sufren más dolor es el peor lugar para dormir: el ruidoso pabellón de un hospital", añade.
El objetivo de Walker es trabajar con los hospitales para crear instalaciones para pacientes hospitalizados más amigables con el sueño. "Nuestros hallazgos sugieren que la atención al paciente mejoraría notablemente y que las camas de los hospitales quedarían libres antes, si el sueño ininterrumpido se incorporara como un componente integral de la gestión de la atención de la salud", concluye.
regina
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