Imposiciones y dedazos

Todos son iguales

2022-08-26

La Iglesia, como pocas otras instituciones en Centroamérica, ha sido la vocera desde hace ya...

Por | Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones de Bogotá

Momentos muy difíciles está viviendo la Iglesia en Nicaragua. Y no solo la Iglesia, la prensa, las organizaciones no gubernamentales, la oposición política y todo aquel que no esté de acuerdo con el gobierno despótico de la pareja Ortega - Murillo. Cualquiera que levante la voz reclamando libertad, democracia, respeto por los derechos humanos, honestidad en el gobierno, es declarado enemigo del Estado. Y eso se paga con cárcel, destierro, tortura, atropellos de todo tipo.

Este dúo que ejerce el poder en Nicaragua ha entrado en esa etapa de los tiranos en que la paranoia se apodera de ellos y ven enemigos por todas partes, tratando a todos como si en realidad lo fueran.

La Iglesia, como pocas otras instituciones en Centroamérica, ha sido la vocera desde hace ya varias décadas de los que no tienen voz, de los pobres, de los marginados. Y esta labor profética ha costado la vida de muchos de sus miembros. La Iglesia en Nicaragua está ahora sumando dolor y sangre a esta misión tan difícil, pero tan necesaria. De lo contrario los países centroamericanos pasarían a ser parte de las naciones olvidadas de la humanidad, aunque sus poblaciones sufran toda clase de atropellos y violaciones a sus derechos.

Por otra parte, cada vez se suman más voces de solidaridad con la Iglesia en Nicaragua. El Santo Padre ha llamado al diálogo y numerosas conferencias episcopales han expresado todo su apoyo a los obispos, a los sacerdotes y al pueblo nicaragüense.

No falta quienes piden que el Papa o las iglesias de otras latitudes se manifiesten duramente contra el régimen totalitario, que lo condenen y lo bloqueen a nivel internacional. Aunque todo esto suena lógico, nunca hay que perder de vista que a quienes tiene a mano la dictadura no son ni al papa ni a los obispos de otros países, sino a los de Nicaragua y a los católicos de allí, sobre los cuales descargarían, como ya lo están haciendo, la furia de los dictadores. Todos los dictadores son iguales y entre más tiempo están en el poder suelen convertirse en seres más sanguinarios y crueles.

La Iglesia siempre llamará a que las partes se reconcilien; a que la libertad sea protegida, incluso la libertad religiosa de todos; a que la democracia se conserve, pues la ve como un sistema de gobierno, si no perfecto, el que más ofrece posibilidades de realización de la justicia y la paz.

La Iglesia, que ha conocido como pocos el terror de los dictadores y de las dictaduras, sabe que hay caminos para llevarlas a su fin, sin necesidad de acudir a la violencia ni a nada semejante. Con toda seguridad, desde el Vaticano, desde las iglesias de diferentes partes del mundo, se están haciendo gestiones para que Nicaragua pueda tener una luz de esperanza en medio de un momento histórico oscuro y complejo. Puede que la dictadura no caiga mañana, pero de todos modos caerá, como lo enseña la historia.



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