Pan y Circo
La disputa por la presidencia de México no está pareja
Ricardo Raphael | The Washington Post
El 20 de septiembre por la mañana el embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, cometió un lapsus línguae que no pudo pasar desapercibido. Durante un evento para presentar la futura sede diplomática de su país dijo que gracias a los vecinos y a “la presidenta” Claudia Sheinbaum llegaría pronto el día de su inauguración. Al escucharlo, la jefa de gobierno de Ciudad de México alzó la ceja y luego sonrió con satisfacción observando cómo la miraba el público que percibió el error.
Las elecciones presidenciales en México están programadas para celebrarse el 2 de junio de 2024. Sin embargo, las manecillas del reloj político se han adelantado tanto que, hasta el experimentado Ken Salazar —quien habla un castellano casi perfecto— tergiversó el cargo que actualmente ostenta Sheinbaum.
Después el embajador trató de enmendar el error, pero mientras más explicaciones propinaba más se hacía evidente que ese lapsus no iba a ser olvidado con facilidad: no solo reveló un resorte de su propia inconciencia, sino de la inconciencia colectiva que trae prisa por resolver, con 22 meses de anticipación, el tema de la sucesión presidencial.
Según varios signos de la época, hoy Claudia Sheinbaum parece ser la aspirante con mayores probabilidades de ganar la candidatura del partido oficialista Morena, el mejor situado para triunfar en 2024. Esto no se debe al azar. La percepción de triunfo es obra de una estrategia que ha tenido, hasta ahora, muy buen tino. El primer dato que conjura a favor de esta percepción son las encuestas de distintas casas que hoy profetizan la inevitabilidad del triunfo de Morena.
De acuerdo con un sondeo celebrado durante este septiembre por la empresa encuestadora De las Heras (aún no hecho público), 44% de las personas interrogadas afirman tener mayor identificación con ese partido en comparación con el resto. Le siguen el Revolucionario Institucional (PRI), con 12%, y Acción Nacional (PAN) con apenas 9%.
Cuando se cuestiona a la gente sobre su opción para la presidencia, resulta que Morena —en alianza con los partidos del Trabajo y Verde Ecologista— alcanzaría 57% de los sufragios; 39 puntos arriba de la opción más próxima (una alianza PRI-PAN-PRD).
Resulta interesante para este ejercicio que, aún en ausencia del nombre de la persona que podría abanderar al oficialismo, los resultados sean tan contundentes. La misma encuesta señala que, entre las personas aspirantes, quien tendría un peor desempeño es Adán Augusto López, secretario de Gobernación, que bajo ningún escenario conseguiría rebasar 48% de los votos. Esto querría de decir que, en el remoto caso de que se hiciera con la candidatura, obtendría alrededor de nueve puntos menos que lo esperado para la coalición.
De acuerdo con De las Heras, la mayoría de los votos extraviados irían a parar a Movimiento Ciudadano (MC), siempre y cuando este partido presentase como candidato al actual alcalde de Monterrey, Luis Donaldo Colosio Riojas.
Los otros escenarios explorados permiten afirmar que la competitividad, tanto de Claudia Sheinbaum como del canciller, Marcelo Ebrard, es todavía similar, siempre y cuando ambos concurran bajo las siglas de Morena. El mejor escenario le entregaría a la alcaldesa capitalina 59% de la votación y a Marcelo Ebrard 54%.
Cabe especular con que, a diferencia de Sheinbaum, Ebrard comparte electorado con otras opciones de centro tales como la representada por Colosio, el priista Alfredo del Mazo o el panista Ricardo Anaya.
A estas alturas una diferencia de solo cinco puntos entre Sheinbaum y Ebrard tiene poca importancia sobre todo porque, a diferencia de la alcaldesa, el canciller aún no ha desplegado todavía una campaña abierta en medios de comunicación, espectaculares y otras formas de propaganda en calle.
Donde las ventajas de ambos se apartan con gravedad es dentro de las filas de los dirigentes de Morena. En efecto, en el seno de ese partido cada día es más evidente el crecimiento de las expresiones de apoyo a favor de Sheinbaum: secretarias y secretarios de Estado, gobernadoras y gobernadores, líderes clave de los órganos nacionales de Morena, diputadas, senadores y representantes locales que, independientemente de lo que pueda ocurrir de aquí a dos años, ya han tomado la decisión de cargarse del lado de la alcaldesa capitalina.
A este capital político nada despreciable debe sumarse el apoyo que el cuerpo de servidores de la Nación —35,000 simpatizantes de la Cuarta Transformación investidos como funcionarios públicos— está dispuesto a entregar a favor de ella. Son estas personas quienes gestionan los programas sociales que entrega el gobierno federal y, en simultáneo, hacen proselitismo por Morena.
No cabría suponer que la cargada a favor de Sheinbaum haya ocurrido por generación espontánea, o gracias a la exclusiva operación política de su equipo de campaña. Es obvio que desde Palacio Nacional el presidente Andrés Manuel López Obrador ha enviado señales tan audibles que hasta el inconsciente del embajador Salazar debió percibir.
Si Ebrard continúa acariciando la idea de ser candidato presidencial para el 2024, como lo declaró ayer 20 de septiembre en entrevista con el periodista Joaquín López Dóriga, tendrá que procurarse las condiciones parejas que hoy no tiene. Tal cosa habría de comenzar por desatar los lazos impuestos por su pertenencia al gabinete lopezobradorista. Mientras siga siendo canciller, los compromisos derivados de su responsabilidad pública le impedirán concentrarse en hacer campaña para mejorar la oportunidad de su causa entre la amplísima militancia de Morena y más allá de ella.
No hay que descartar que, en caso de que el suelo disparejo se mantenga como consigna presidencial, podría venir una ruptura dentro de la autodenominada Cuarta Transformación, la cual terminaría proponiendo, en vez de una, dos candidaturas presidenciales para 2024.
Las manecillas adelantadas del reloj llevan a todo mundo a equivocarse: unas llegan antes, otros después, pero solo quien sea puntual se quedará con el cargo.
aranza
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