Diagnóstico Político
Lula tuvo más votos, pero el conservadurismo se arraigó en Brasil
Sylvia Colombo | The Washington Post
El resultado de las elecciones presidenciales de ayer domingo en Brasil mostró que el pensamiento conservador está arraigado en la sociedad. Es cierto que Luiz Inácio Lula da Silva obtuvo 48.43% de los votos, contra 43.2% del presidente Jair Bolsonaro. Sin embargo, la derecha ganó poder en el Congreso y el mandatario mostró que tiene más músculo del que señalaban las encuestas.
Para gran parte de los votantes, los valores conservadores demostraron ser más importantes a la hora de votar que un análisis crítico y pragmático de lo que ha sido hasta ahora el gobierno de Bolsonaro. Su gestión tenía solo 31% de aprobación en septiembre, mientras que 44% de la población la consideraba mala o pésima, especialmente en lo que respecta a la gestión de la pandemia y la economía.
Lula da Silva sigue siendo el favorito para ganar la segunda vuelta de las elecciones el 30 de octubre. Como se esperaba, mantuvo una votación alta y estuvo cerca de ganar la primera vuelta. Pero las encuestas fallaron no solo en pronosticar que Bolsonaro llegaría fortalecido a la próxima contienda —lo colocaban entre 10 y 15 puntos detrás de Lula—, sino también en la victoria generalizada que obtuvieron exfuncionarios bolsonaristas. Los candidatos a gobernador apadrinados por él ganaron en primera vuelta en nueve estados, algunos de ellos muy importantes como el Distrito Federal, Paraná o Río de Janeiro. Los cercanos a Lula solo obtuvieron cinco gubernaturas.
Además, el oficialista Partido Liberal tendrá la mayor bancada en la Cámara de Diputados, con 99 escaños. Y en el Senado se fortalecerá, pues de los 27 senadores elegidos este año —de un total de 81—, obtuvo 14, cinco más de los que ya tenía. Su victoria es una derrota no solo para las encuestadoras, que no supieron medir su fuerza real, sino también para el periodismo que intentó combatir su desinformación, al igual que para la ciencia y el sentido común.
El caso más emblemático es el del exministro de Salud del gobierno de Bolsonaro, Eduardo Pazuello, quien fue el diputado más votado en Río de Janeiro. Pazuello, como el presidente, es un negacionista de las vacunas contra el COVID-19 y promovió el uso de medicamentos como cloroquina y la hidroxicloroquina, no aprobados contra la enfermedad.
También ganó Ricardo Salles, exministro de Medio Ambiente, quien en 2020 sugirió a Bolsonaro aprovechar que la gente estaba distraída con la crisis de COVID-19 para realizar cambios en la legislación, que permitieron deforestar aún más la Amazonía.
Damares Alves, exministra de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos, fue electa senadora por el Distrito Federal. Es evangélica, asegura haber visto a Jesucristo de niña y cree que él le dio la misión de luchar contra la “ideología de género”. Es la autora del famoso eslogan “el niño viste de azul, la niña viste de rosa”. Es prácticamente imposible imaginar el avance de leyes de género, diversidad sexual o que permitan el aborto en un Brasil que eligió a Damares.
Otro congresista electo es el exvicepresidente Hamilton Mourão. Cuando fueron asesinados el periodista inglés Dom Phillips y al ambientalista Bruno Pereira en la Amazonía, prácticamente los culpó de su muerte al decir que no deberían haberse entrometido con los “empresarios locales”, refiriéndose a la mafia del contrabando en la Amazonía, y atribuyendo el delito al alcohol.
En esta elección no solo la derecha radical salió victoriosa, también la desinformación y el negacionismo. Por eso, aunque Lula ganara en la segunda vuelta, deberá enfrentarse no solo a los bolsonaristas sino al llamado “Centrão”: un grupo de diputados que, a través de alianzas y prácticas corruptas, controlan la agenda de la Cámara de Diputados. Tendrá entonces enormes dificultades para hacer avanzar agendas progresistas, detener el avance de la deforestación en la Amazonía, luchar por los derechos de las mujeres y de la comunidad LGBT, y poner a Brasil nuevamente en una posición de liderazgo en la región en la lucha contra el cambio climático.
El éxito de la agenda conservadora es la razón de que Bolsonaro llegue a la segunda vuelta más fuerte de lo esperado. Es posible que las encuestas no registraran la fortaleza de su candidatura porque a los ciudadanos le dio vergüenza decir que votarían por él, o porque su campaña fue más eficiente en llevarse los votos de la centroderechista Simone Tebet y del centroizquierdista Ciro Gomes, que se desinflaron en los últimos días y obtuvieron 4.1% y 3%, respectivamente. Estos votos serán arduamente disputados por Lula y Bolsonaro en las próximas semanas.
Por eso, en su discurso de ayer domingo por la noche, Lula dio un giro hacia el centro en la búsqueda de aquellos votantes que no se suscriban a una agenda progresista. Hábil estratega político, podemos esperar de él que en las próximas semanas salga a abrazar a líderes evangélicos, banqueros, militares o lo que sea necesario para obtener los votos que le faltan.
Por el contrario, Bolsonaro vio reforzado su discurso de ataque contra las encuestas y a los medios. Se puede apostar a que seguirá siendo aún más enfático en su defensa de los valores religiosos, la familia tradicional y la propiedad, y en contra del aborto y la legalización de las drogas. Se aferrará más a su discurso con la ayuda de su esposa, Michelle Bolsonaro, líder evangélica de gran influencia.
Incluso con una victoria de Lula, Brasil tendrá en su futuro inmediato un choque agotador entre el presidente y el Congreso, y el aumento de la polarización. Con un triunfo de Bolsonaro, la hipótesis más segura es la de un gobierno aún más autoritario, apoyado por un Congreso a modo y gobernadores a su favor, y que seguirá avanzando contra las instituciones, la Corte Suprema, el periodismo independiente, y los derechos de las minorías y de las mujeres. Será importante que las próximas semanas sean de diálogo y autocrítica por parte de ambos candidatos, y no de campañas sucias y polarizadas como las que se realizaron el último mes.
Al final, sin importar quién gane, en Brasil hará falta reflexionar sobre la razón por la cual la extrema derecha se ha hecho tan popular. También sobre el precio a pagar de sus victorias, que implican aislarnos aún más del resto de América Latina, en donde cada vez hay más gobiernos progresistas moderados, y también del mundo, donde la discusión sobre el cambio climático es un elemento esencial.
aranza
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