Vox Dei
«Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto»
Evangelio, Juan 20,1-9
«Jesucristo ha vencido a la muerte»
El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos.
Reflexión
S.S. Francisco
«Hasta entonces no habían comprendido que según la
Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos»
En el Evangelio de hoy vemos que resaltan tres verbos. Profundicemos en ellos:
1) Salieron: es la actitud de Juan, al que se refiere como «el otro discípulo». Es un apóstol joven y fuerte. Y como todo joven, le mete pasión a lo que hace. Cree en el maestro y constantemente lo busca, permaneció en el momento de la crucifixión y ahora va a confirmar que su Maestro está vivo. Hoy tenemos que salir, dejemos de estar dando vueltas en lo mismo. Salgamos porque Cristo ha resucitado, salgamos a buscar a Jesús porque está vivo. Sal, corre, camina, contagia la alegría de los cristianos, muéstrate alegre, jovial. Pon pasión a lo que haces, allí está tu fuerza.
2) Vio: hoy volvemos a ver a Jesús, tratamos de encontrarnos con Él; volvemos a encender esa llama que en un momento nos dio vida. Hoy las vendas están tiradas pero acomodadas. Lo que nos ata, o lo que nos ató, Cristo ya lo redimió. Con Él y el tiempo, todo quedará acomodado. Veamos a nuestro alrededor que hay luz, que caigan las vendas de nuestros ojos; miremos lo que somos, miremos al espejo y fijémonos que somos libres; no dejemos que nada ni nadie nos haga sus esclavos.
3) Creer: me encantó aquella frase del Papa «una fe sin crisis es una crisis de fe». El creer es un proceso y nosotros vamos haciendo un camino, no siempre vamos a estar al máximo en nuestra relación con Dios, habrá momentos que nos costará la oración y hasta incluso no tendremos ganas. Formemos nuestra fe, leamos la vida de los santos, estudiemos el catecismo, hablemos con alguien nuestras dudas. Eso es lo lindo que tenemos en nuestra fe, que se puede profundizar y explicar mucho. Es hacer teología. Pero vivamos, porque nuestra vida, la tuya y la mía, es creer para celebrar, celebrar para vivir y vivir para adorarlo.
«La fraternidad es el fruto de la Pascua de Cristo que, con su muerte y resurrección derrotó el pecado que separaba al hombre de Dios, al hombre de sí mismo, al hombre de sus hermanos. Pero nosotros sabemos que el pecado siempre separa, siempre hace enemistad. Jesús abatió el muro de división entre los hombres y restableció la paz, empezando a tejer la red de una nueva fraternidad. Es muy importante, en este tiempo nuestro, redescubrir la fraternidad, así como se vivía en las primeras comunidades cristianas. Redescubrir cómo dar espacio a Jesús que nunca separa, siempre une. No puede haber una verdadera comunión y un compromiso por el bien común y la justicia social sin la fraternidad y sin compartir. Sin un intercambio fraterno, no se puede crear una auténtica comunidad eclesial o civil: existe sólo un grupo de individuos motivados por sus propios intereses. Pero la fraternidad es una gracia que hace Jesús».
JMRS