Como Anillo al Dedo

El éxito del gobierno de Boric depende más de su alianza que de la oposición

2023-01-19

Lo que apenas parecía una intención soterrada tomó forma hasta volverse una...

Yasna Mussa | The Washington Post

Las últimas encuestas publicadas esta semana en Chile reflejan una baja aprobación ciudadana del gobierno y gestión del presidente Gabriel Boric. El entusiasmo manifestado cuando apenas comenzaba su mandato ha ido menguando por causas propias y ajenas: una crisis heredada de la que el país aún no se ha podido recuperar, una inflación severa, el resultado negativo del plebiscito a una nueva Constitución en septiembre, los altos índices de delincuencia y los indultos a presos del estallido social, entre otros, han pasado factura al mandatario más joven de la historia de Chile.

Es innegable que el gobierno de Boric ha cometido errores y se ha tardado en comunicar de manera certera y efectiva decisiones clave de su gobierno, como los indultos a los presos de la revuelta que comenzó en octubre de 2019, en medio de las demandas sociales que exigía la ciudadanía, o el aplastante triunfo del Rechazo en septiembre sobre la opción que respaldaba el oficialismo. Material seguro para la oposición que le enrostra una falta de experiencia y un rol amateur a la hora de dirigir el país.

Podríamos resumir los últimos dos años como un vaivén de colgados y descolgados, que se guían por el péndulo del oportunismo político y el interés personal que determinan las encuestas, más que por convicciones o proyectos compartidos. Ahora, en medio de los números desfavorables y cuando el gobierno necesita mostrar una fortaleza que impacte en la seguridad y confianza de la ciudadanía —y, por lo tanto, en asegurar la democracia—, quienes nunca estuvieron del todo convencidos tiran dardos incluso más pesados que los de la oposición real.

Aprovechando la atención mediática que han tenido los resultados de las últimas encuestas, políticos de partidos de la coalición de gobierno han deslizado la idea de que el oficialismo vaya por separado en dos listas para la próxima elección de los miembros del Consejo Constitucional, que conformarán el órgano redactor de la nueva propuesta para reemplazar la actual Constitución. Es decir, que por un lado se presente el pacto Apruebo Dignidad, conformado por partidos del Frente Amplio —al que pertenece Boric— y el Partido Comunista; y por otro, una lista integrada por el Socialismo Democrático, compuesto por una coalición de centroizquierda, entre los que se encuentran el Partido Socialista y la Democracia Cristiana.

Lo que apenas parecía una intención soterrada tomó forma hasta volverse una opción concreta en la voz de Guido Girardi, exsenador del Partido por la Democracia (PPD). “Nosotros queremos apoyar al presidente Boric, que ha tenido muchas dificultades. Eso es evidente, muchos errores, pero creemos que por el bien de Chile es importante que a este gobierno le vaya bien”, dijo Girardi en lo que parecía una posición cerrando filas para respaldar al presidente, pero luego aseguró que la mejor fórmula sería ir en listas separadas pues muchos no querrán votar por una lista única. “Va a ser la lista del indulto”, dijo Girardi en una frase que parecía más una sentencia que un comentario al paso.

El exsenador y diputado concertacionista hacía mención al pasado 30 de diciembre, cuando Boric indultó a 13 personas, 12 de ellas condenadas en el marco del estallido social. La medida desencadenó la que, probablemente, sea la crisis más profunda que ha debido enfrentar el actual gobierno. Aunque después de los dichos de Girardi la misma presidenta de su partido, Natalia Piergentili, salió a poner paños fríos, aunque sin descartar del todo la idea, asegurando que “no hay que demonizar las dos listas ni que esto implica un desmarque del gobierno”.

Recuperar fuerzas después de la derrota del Apruebo en el plebiscito de la nueva Constitución ha sido tan difícil como recomponer la confianza entre todas las partes involucradas. Las discrepancias al interior de la izquierda y centro izquierda fueron tan evidentes que proyectaron una imagen de segregación e hicieron eco discursos contradictorios que hoy, más que mostrar unidad, generan confusión en un electorado cansado y con una enorme desafección. Que una parte del oficialismo esté planteando este divorcio oficialista —y desde mucho antes de que se anunciaran los indultos— solo alimentará a una derecha hambrienta que ya sacó réditos suficientes después del plebiscito y que no ha dudado en aliarse con la extrema derecha poniendo, incluso, en riesgo ciertos términos democráticos.

El cálculo cortoplacista de quienes defienden la idea de las dos listas le da más ventaja a la derecha en la próxima carrera por los consejeros constitucionales, una carrera acotada en donde serán apenas 50 escaños en un proceso que, pese al desgaste, sigue siendo clave, y cuyo voto obligatorio exige una estrategia bien pensada para no repetir la última paliza electoral. De ser así, se seguirá debilitando la posición endeble en la que se encuentra el gobierno, pese a las declaraciones de buenas intenciones que pronuncian los personeros del Socialismo Democrático.

Si bien figuras históricas del PPD hicieron un llamado a crear un “marco común” del oficialismo para las elecciones de consejeros constitucionales, lo cierto es que en los medios parecen resonar mucho más aquellos solitarios y nostálgicos exconcertacionistas que a la primera amenaza de tormenta prefieren abandonar el barco olvidando las responsabilidades que también alcanzan a sus sectores. Caricaturas como las de Girardi apuntan a radicalizar aún más la mirada convenciendo que se trata de dos bandos en tensión, cuando la realidad es que políticos de su propio partido tienen un protagonismo que no es gratuito: Carolina Tohá, una de las fundadores del PPD, es la ministra del Interior que reemplazó a Izkia Siches tras un cambio en el gabinete que fue también una señal al país.

Aún quedan tres años en los que la cotidianidad política podrá poner de cabeza el tablero actual o volver a meter en orden el plan original con un programa que entusiasmó a buena parte de la población. Ahí podría estar el énfasis de estos descolgados: en proponer asuntos programáticos que repercutan en el futuro y en la proyección de lo que dejará el gobierno después de cuatro años en La Moneda. La credibilidad del gobierno no pasa únicamente por el presidente, sino por demostrar que hay convicción en la dirección que siguen sus aliados más allá de las cuotas de poder mezquinas que algunos intentan vender como buenismo democrático.
 



aranza

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