Internacional - Población
Enorme deslave en ciudad de Alausí, en Ecuador, deja 7 muertos
Por PATRICIA OLEAS y CÉSAR OLMOS
ALAUSÍ, Ecuador (AP) — Un enorme deslizamiento de tierra en la ciudad de Alausí del sur de Ecuador dejó 7 muertos, informó el presidente Guillermo Lasso el lunes durante una visita a los afectados.
A lo largo del día, la Secretaría de Gestión de Riesgos e Iván Vinueza, gobernador de la provincia de Chimborazo, donde ocurrió la tragedia el domingo por la noche, habían señalado que había 16 víctimas, pero inesperadamente y sin mayores explicaciones redujeron ese número.
Al llegar a Alausí, unos 222 kilómetros al sur de Quito, Lasso lamentó la tragedia, que también provocó la desaparición de 62 personas.
“Vamos a seguir trabajando en labores de rescate; hay más de 300 personas trabajando en labores de rescate”, señaló el mandatario, con el apoyo de la policía, las fuerzas armadas, la Cruz Roja y otras instituciones.
Luis Montesdeoca, jefe policial de la Dinased (el área de delitos contra la vida) de la provincia de Chimborazo, dijo que ya se han entregado a sus familiares seis cadáveres recuperados.
En declaraciones a The Associated Press, Vinueza señaló que los heridos, que en su mayoría tienen múltiples traumatismos, fueron evacuados a hospitales de la zona. Mientras tanto, las alarmas seguían sonando debido a nuevos temblores de tierra.
Destacó que, en el sector donde ocurrió la tragedia, hace unos dos meses empezaron los deslizamientos y agrietamientos de tierra, y desde entonces se había pedido que la población evacuara. Dijo que el sábado en la mañana los temblores aumentaron y muchos pobladores decidieron salir por miedo, pero otros no lograron irse.
“Mi madre está sepultada, no sé de qué lado se encuentre... Baja la montaña y la sepulta. Estoy tan triste, destrozado. Aquí no hay nada, ni las casas, ni nada; estamos sin casa, sin familia”, dijo a la AP Luis Ángel González, de 58 años, quien también perdió a otros familiares.
Con la luz del día se podía observar la magnitud del deslizamiento de la madrugada. Una parte de un cerro se desprendió y se precipitó, arrastrando consigo árboles, casas, antenas de telefonía y otras construcciones, y dejando un hueco de aproximadamente unos 150 metros de ancho por cerca de 700 metros de largo. La conexión telefónica y de internet fue intermitente hasta por lo menos el lunes por la tarde.
Una cinta amarilla con la leyenda “peligro”, rota, marca la zona de riesgo. Desde el patrimonial “puente negro” —como es conocido por los lugareños_, por el que años atrás transitaba la que fue considerada la línea de ferrocarril más difícil del mundo debido al zigzagueo de su trazado, decenas de personas miraban incrédulas las labores de rescate de bomberos llegados de diferentes ciudades de Ecuador.
Más de cincuenta casas quedaron sepultadas debajo de toneladas de tierra. Por su parte, los sobrevivientes alojados en albergues temporales lloran su desgracia. En el de la Iglesia Matriz de Alausí está la familia Zuña, que se salvó por minutos del deslave.
Lo que antes eran cuartos destinados a catequesis o reuniones parroquiales fueron adecuados con literas días atrás, después de que el 10 de marzo se declarara en emergencia esa zona debido al riesgo. Hay otro albergue en la Casona Municipal, sede del gobierno local, y otros 11 en poblaciones vecinas.
Sonia Guadalupe Zuña contó a la AP cómo su madre estaba reacia a dejar lo que construyeron en años, pese al paisaje de escombros en que quedó el sector.
“Ya nos dijeron que evacuemos. Estaba feo. Fuimos al albergue, pero mi mamá no quería”, relató la residente de Alausí. “Después mi hija se fue a convencerle. Cuando caminaban por los rieles todo se vino abajo; llegaron cubiertas de tierra y llorando”, cuenta mientras le enseñan ejercicios de relajación para aminorar su ansiedad e impotencia. Su familia sólo se quedó con lo que llevaban puesto.
“No sé a dónde, pero nos vamos todos. Mis padres nos enseñaron que trabajando duro se consigue lo material, pero estar juntos no tiene precio”, manifiesta entre lágrimas.
La Secretaría de Gestión de Riesgos informó en un comunicado el lunes que también hay 163 viviendas afectadas, así como 150 metros de carretera, el 60% de la red de agua potable y 25% de la red de alumbrado público.
El deslizamiento ocurrió cerca de las 10 de la noche del domingo en el sector conocido como Nuevo Alausí, y también destruyó un tramo de la Carretera Panamericana. Los únicos accesos son por vías secundarias, de tierra, llenas de baches, estrechas y cubiertas de una espesa neblina constante.
El rescatista y paramédico Alberto Escobar aseguró a la AP que, dado el tiempo transcurrido, es improbable que halla sobrevivientes. “Tuvimos una llamada de auxilio en el lado izquierdo, pero la población no colabora, no hace silencio”, comentó resignado. “Vinieron los perros de rescate”, apuntó y añadió que las labores de búsqueda se mantendrán mientras no llueva, por seguridad del personal.
El personal de rescate se ha concentrado en los flancos del deslizamiento debido a que allí quedan rastros de casas y escombros de las viviendas.
Imágenes de cámaras del servicio de emergencias ecuatoriano mostraron que vecinos del sitio de la tragedia se apresuraban a desocupar casas y pequeños edificios con la ayuda de otros pobladores y transportaban electrodomésticos y otros enseres en vehículos hacia zonas seguras.
En una vivienda de tres pisos, el profesor Luis Daquilema trataba de sacar a media tarde todas sus pertenencias de lo que hasta ahora había sido su casa. Algunos conocidos le ayudaban con sus camionetas mientras él abrazaba a su mujer y ambos lloraban. Ha perdido, según contó, todo lo conseguido en 15 años. Construyó una casa donde arrendaban una panadería y ahora todos deben abandonar el sitio.
“Tengo miedo. Me costó mucho, era el patrimonio de mis hijas, pero la vida es más”, indicó.
El domingo por la noche llegaban de un paseo familiar y antes de alcanzar su casa, escucharon un sonido fuerte y gritos.
“Parecía una volqueta (camión) de arena; ya enseguida se fue la luz y los gritos eran desesperantes”, rememoró a la AP, todavía asustado. “No sé qué voy hacer, me voy con lo que puedo salvar”.
Entre tanto, la arrendataria que maneja la panadería trataba de sacar pan. “Vivo más arriba. Ni siquiera puedo sacar nada, todo se queda ahí”, lloraba desconsolada. “No tengo a dónde ir”.
A decir de muchos de los habitantes de Alausí, estas historias de desgracia pudieron haberse evitado si se actuaba a tiempo.
Desde finales de febrero, las autoridades habían identificado el riesgo de movimientos de masa de tierra en esa zona, de lo que dan cuentan reportes de la Secretaría General de Riesgos, y se habilitaron albergues en al menos seis cantones (municipios). Están llegando víveres desde otras partes del país para alimentar a los refugiados y se solicitan de urgencia cobijas y ropa abrigada.
Jamileth