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Tras una raquítica temporada de lluvias, la Ciudad de México empieza a racionar el agua
Por DANIEL SHAILER | Associated Press
CIUDAD DE MÉXICO — En una ribera de la presa Villa Victoria, donde en otros años los botes podrían haberlos utilizado para echar amarras, 10 bloques de concreto yacen expuestos al sol. Deberían estar bajo el agua, pero eso fue antes de que una intensa sequía provocara que el embalse alcanzara el nivel más bajo que Gabriel Bejarano ha visto desde que volvió a la granja de su abuelo hace una década.
“Se supone que llega el agua normal hasta aquí”, dijo Bejarano, un veterinario, mientras señalaba en dirección a una cerca ubicada a unos 90 metros (100 yardas) de la orilla de la presa una mañana reciente.
El nivel descendiente en la costa norte de este lago cerca de la ciudad de Toluca es un grave problema para la Ciudad de México, que se encuentra a unos 125 kilómetros (77 millas) hacia el oeste. Villa Victoria —cuyo nivel actual es de aproximadamente una tercera parte del que suele tener en esta época del año— y otras dos represas disminuidas forman la mayor parte del sistema Cutzamala, que surte a más de 20 millones de personas y se encuentra en un nivel históricamente bajo para este momento.
Y la situación es aún mas preocupante porque la temporada de lluvias en el país casi ha terminado, y ello pone fin a cualquier esperanza realista de que las presas vuelvan a llenarse antes del año próximo. La Comisión Nacional del Agua anunció el martes restricciones en el uso del líquido que equivalen a aproximadamente el 8% del flujo en el Cutzamala, y millones de usuarios de la Ciudad de México y Toluca temen que haya aún más restricciones durante el invierno.
La capital mexicana recibe más de una cuarta parte de su agua de estas presas. La mayor parte del resto es extraída del acuífero del Valle de México, cada vez más mermado. Los vecindarios que no tienen muchos pozos —y por lo tanto dependen más de las presas— sentirán primero la escasez, y en forma más aguda.
La sequía no se ha limitado al valle. El 75% de México enfrenta sequía actualmente, según los datos más recientes del Servicio Meteorológico Nacional, incluida sequía “extrema” a través de gran parte del centro y norte de la nación, y algo de sequía “excepcional” en los estados de Durango y San Luis Potosí. Para hacer frente a la emergencia, el gobierno ha distribuido camiones cisterna con agua en Durango a lo largo del verano, y casi 40 millones de litros de agua en otros ocho estados afectados por la sequía.
Mientras tanto, la navegación y el turismo en el lago de Pátzcuaro —conocido por sus icónicas celebraciones del Día de los Muertos en el estado occidental de Michoacán— corren el riesgo de verse afectados debido al nivel de agua cada vez más bajo.
En los últimos años, en la Ciudad de México no es inusual ver algo de escasez de agua antes de la temporada de lluvias. En la primavera de 2021, Villa Victoria se ubicaba en un tercio de su capacidad normal en lo que la entonces alcaldesa Claudia Sheinbaum describió como la peor sequía en la urbe en 30 años. Pero las lluvias veraniegas aliviaron esa sequía en gran medida, parte de un patrón climático en el que los meses más cálidos suelen traer consigo sistemas de baja presión que generan lluvias.
Pero ese patrón se vio alterado este año luego de que las condiciones provocadas por el fenómeno de El Niño crearon una cizalladura del viento sobre el Golfo de México, según declaró a The Associated Press la profesora de oceanografía Teresa Cavazos, del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada, en el estado de Baja California.
No es posible atribuirle solamente al cambio climático el hecho de que el verano haya estado más seco, dijo por su parte David K. Adams, científico atmosférico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pero sí “concuerda totalmente” con los patrones globales de un planeta que se calienta.
“La idea es que los climas secos tienden a volverse más secos, y los climas húmedos se tornan más húmedos”, señaló Adams.
Los estudios también han mostrado que el cambio climático está haciendo que el fenómeno de El Niño se intensifique.
La oportunidad para que la lluvia reabastezca el sistema está llegando a su fin rápidamente, según Manuel Perló Cohen, planeador urbano y profesor de urbanismo en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. La parte más intensa de la temporada de lluvias ya concluyó; las precipitaciones de noviembre y dicembre en el país suelen ser de menos de una décima parte de lo que cae durante los meses del verano.
“Estoy seguro de que vamos a tener un problema de escasez y estoy seguro de que la ciudad recibirá menos agua, y muchos habitantes sufrirán por ello”, declaró Perló.
El reparar el sistema de aguas de la Ciudad de México, sumamente propenso a las fugas, sería de ayuda en épocas de sequía. En 2018, académicos de la UNAM calcularon que del sistema se fugan 21,500 litros (5.680 galones) por segundo. Sheinbaum, ahora candidata a la presidencia, intentó abordar ese problema cuando era alcaldesa, pero los avances han sido lentos.
Perló dijo que reparar la que llamó “la infraestructura más grande y más complicada, sofisticada, de acceso al agua” en el mundo será caro, y no ha habido fondos para llevarlo a cabo.
“No deberíamos estar enfrentando este tipo de situaciones”, manifestó. “Tenemos agua suficiente, y no la estamos usando en forma eficiente”.
Algunos activistas han sugerido rehabilitar la última vía fluvial natural que aún existe en la Ciudad de México, el río Magdalena, pero para lograrlo habría que eliminar la contaminación que lo afecta a lo largo de todo su curso desde su fuente al oeste de la capital.
Gran parte de la ciudad depende de pozos que extraen agua de los mantos acuíferos del valle. En respuesta a los recortes anunciados el martes, el gobierno dijo que perforaría nuevos pozos. Pero podría ser difícil hallar agua nueva con ese método, especialmente porque menos agua regresa al acuífero sobreexplotado de la urbe.
“La Ciudad de México es un monstruo; es una bestia”, dijo Adams. “Todo el asfalto, todo el plástico en los desagües significa que el agua desaparece. Nunca entra al sistema” a través de su llegada al acuífero, señaló.
El gobierno también está trabajando en una nueva planta de tratamiento de aguas en la presa Madín, al noroeste de la Ciudad de México, que añadirá 500 litros (132 galones) por segundo al sistema Cutzamala.
“Esa no es una solución a mediano ni a largo plazo”, comentó Perló. “No podemos vivir al límite todo el tiempo”.
Otra solución podría ser la captación de agua a nivel local.
En asociación con la Secretaría del Medio Ambiente de México, Isla Urbana, un grupo que trabaja para mejorar el acceso al agua en la ciudad, ha instalado 10,000 sistemas de recolección de lluvia casa por casa en los distritos sureños de Tlalpan y Xochimilco, a los que normalmente se surte menos agua. Los sistemas reúnen, filtran y tratan la lluvia que cae sobre las construcciones, antes de almacenarla en un tanque personal.
Emilio Becerril, gerente de proyecto en Isla Urbana, dijo que ese tipo de aprovechamiento del agua de lluvia podría “modificar permanentemente la situación de acceso al agua” frente al cambio climático, la infraestructura envejecida y la inercia gubernamental.
Pero una solución duradera requiere cambios institucionales, advirtió.
“Incluso si construyes miles de sistemas, hay miles de casas que están siendo construidas... (las cuales generan) más y más extracción”, señaló Becerril.
En el 2018, el departamento de Perló en la universidad construyó un sistema de captura de lluvia de cuatro hectáreas en un parque infantil en el distrito de Iztapalapa, en el sureste de la capital. El mes pasado, el alcalde Martí Batres propuso instalar miles de sistemas de acopio de agua de lluvia en escuelas en toda la ciudad, un programa que Perló espera no sucumba a los mismos problemas de financiamiento que planes gubernamentales previos para manejar el agua.
Becerril también desea que se reutilicen las aguas residuales, y se establezca nueva infraestructura para separar el agua de lluvia de la que es de desecho. Esa idea, reconoce, se ubica entre lo “esperanzador” y lo “ilusorio”.
“Los patrones de lluvia están cambiando. Es el primer año que personalmente he visto eso claramente”, manifestó. “Hemos llegado al punto de urgencia”.
Bejarano, el veterinario que vive a orillas de la presa Villa Victoria, dijo que le preocupa menos el agua que requiere la granja de su abuelo, y más las generaciones más jóvenes como la de su hijo, que vestía una sudadera de Sonic el erizo mientras su padre lo llevaba por la propiedad en uno de sus brazos.
“Yo creo que todos tenemos hijos”, dijo. “Todos nos afectan, y más las aguas”.
aranza
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