Nacional - Política
Claudia Sheinbaum pone a prueba su liderazgo para sofocar las pugnas internas en Morena
Zedryk Raziel, El País
Claudia Sheinbaum, próxima abanderada presidencial de Morena, se está encontrando ya con las primeras pruebas que definirán su liderazgo en el partido que le ha heredado Andrés Manuel López Obrador, presidente de México y patriarca del movimiento izquierdista. Sheinbaum, una científica con doctorado que gobernó Ciudad de México, ha enfrentado en las últimas semanas múltiples presiones y revueltas internas por el reparto de las candidaturas en los Estados.
Sheinbaum se ha visto obligada a salir esta semana a aclarar que no tiene favoritos, y ha pedido a los aspirantes respetar los resultados de las encuestas y las decisiones que tome el partido a la hora de asignar las candidaturas. Morena ha informado de que el 10 de noviembre se sabrá quiénes llegarán a la boleta. La pugna ha sido fuerte y representa un desafío a la autoridad de Sheinbaum.
La primera gran prueba que tuvo que atravesar la exmandataria capitalina fue hacerse con la candidatura presidencial por encima de su rival principal, el excanciller Marcelo Ebrard. La elección interna fue controvertida, en medio de las acusaciones del segundo lugar de que hubo múltiples irregularidades que viciaron todo el proceso. Para sellar las fisuras y garantizar la unidad en torno a la ganadora, en un acto cargado de simbolismo, López Obrador entregó a Sheinbaum el “bastón de mando” del partido y de su movimiento político. El siguiente reto de la abanderada morenista es dar contenido a ese liderazgo que recibió por herencia. La tarea no ha sido fácil, con López Obrador aún proyectando sobre ella la alargada sombra de su poder carismático. Y también por la misoginia histórica de la que la izquierda no ha podido desprenderse. “En primer lugar, Claudia es mujer, y aunque haya mucha más igualdad en varios ámbitos, siempre, el que sea mujer, se presta más a que se le regatee cierta autoridad”, señala la lingüista y analista política Violeta Vázquez-Rojas. “Todas las cosas que creemos que se han superado, siguen muy arraigadas en el imaginario colectivo y por supuesto que le van a pasar factura a ella”, sostiene.
Además de las presiones por las candidaturas, Sheinbaum ha hecho grandes esfuerzos por diseñar un plan de Gobierno propio para implementarlo en su sexenio, en caso de ganar los comicios de junio de 2024. En un principio, un grupo de intelectuales elegido por López Obrador elaboró un Proyecto de Nación 2024-2030 que, en teoría, deberá implementar la abanderada en su Administración. El documento incluye algunos compromisos que abiertamente contradicen las posturas de Sheinbaum sobre la administración pública, como la construcción de una nueva refinería de hidrocarburos (la exmandataria capitalina es una promotora de las energías limpias). Para que ese proyecto, que recoge los designios de López Obrador, no sea una camisa de fuerza, la abanderada ha conformado un equipo de expertos y políticos que ha trabajado en un plan de Gobierno más a la medida de ella, a fin de hacer realidad el que fuera su eslogan en la campaña interna de Morena: “Continuidad con sello propio”.
Un integrante de ese equipo asegura a este periódico que el nuevo programa retomará aspectos del plan obradorista, pero en otros habrá distancia. Se prevé que Sheinbaum presente un esbozo de su propuesta gubernamental el 20 de noviembre, fecha de inicio de las precampañas. “Lo que queremos es evitar que nos avasalle el grupo de técnicos del Gobierno, que son muy puristas, los soldados de la Cuarta Transformación”, afirma la fuente consultada. El político se refiere a los funcionarios pertenecientes al ala dura de Morena, que se rigen por el manual de los principios obradoristas de austeridad en el gasto, soberanía del petróleo y desconfianza hacia los órganos reguladores y a los jueces. En la lista incluye al vocero presidencial, Jesús Ramírez; a la secretaria de Economía, Raquel Buenrostro; a la directora del Conahcyt, Elena Álvarez-Buylla, y al exsubsecretario de Salud y hoy aspirante al Gobierno de Ciudad de México, Hugo López-Gatell.
Los especialistas coinciden en que el poder carismático de López Obrador no se puede traspasar como si se tratara de una prenda (como el “bastón de mando”), de modo que Sheinbaum deberá conquistar la autoridad dentro del movimiento izquierdista, primero para apagar los fuegos, pero también para cobijar a los miles de mexicanos que quedarán huérfanos políticamente tras el retiro del presidente. “López Obrador tiene el apoyo de la gente y tiene legitimidad, puede negociar cosas que creíamos innegociables, por ejemplo, con las cúpulas empresariales. El que se sienta a la mesa a negociar no es una persona, es todo un pueblo, él tiene esa investidura”, señala la lingüista Vázquez-Rojas. “Yo creo que eso sí se transfiere a Sheinbaum, pero no al 100%, hay una parte que se tiene que seguir ganando, y en la medida en que ella sea cercana a la gente, escuche y siga recolectando el apoyo popular, va a tener una legitimidad muy cercana a la que tiene López Obrador, quizá no en las mismas dimensiones, porque el fenómeno de él es histórico”.
Ciudad de México es una muestra de cómo la pugna intestina por las candidaturas ha llegado al extremo de afectar la propia carrera de Sheinbaum a la presidencia de México. La disputa entre Omar García Harfuch, exsecretario de Seguridad capitalino, y Clara Brugada, exalcaldesa de Iztapalapa, muestra la confrontación de dos visiones dentro del partido. La apariencia de unidad en torno a Sheinbaum, al proyecto y al movimiento se fisura con los golpes bajo la mesa. De un lado, varios pesos pesados de Morena, entre ideólogos y fundadores, se han volcado a operar a favor de Brugada, en quien ven a una militante que encarna los valores tradicionales de la izquierda. Del otro, un grupo de morenistas más pragmático ha arropado a Harfuch, el puntero en las mediciones de opinión pública, al que apuestan como garantía para que el partido retenga el poder en la capital.
Una imagen cristaliza el costo de la división en Ciudad de México: el estadio donde Sheinbaum daría un discurso hace dos semanas y que quedó semivacío. El fiasco fue especialmente duro para una política que gobernó la capital de 2018 hasta hace pocos meses. Jugaba de local y no llenó su casa. “El estadio vacío no es el reflejo de una candidata sin apoyo, sino de las luchas intestinas de Morena”, afirma el politólogo Javier Rosiles. Más allá de las justificaciones que ha dado públicamente el partido en el sentido de que “faltó organización”, la realidad es que los líderes políticos de Morena en la ciudad, entre ellos Brugada y Harfuch, no se pusieron de acuerdo para llenar el sitio con sus bases y obsequiar a Sheinbaum una estampa de apoyo popular y unidad. “Las estructuras políticas de respaldo de Morena se deben mucho a que se nutren de recursos públicos, en forma de programas sociales o porque son parte del propio gobierno. Esas estructuras no le responden al partido ni a la dirigencia nacional, sino a liderazgos locales, y esos líderes pueden decidir apoyar o no”, sostiene Rosiles.
La pelea en la capital ha escalado de tono esta semana y ha hecho crujir al partido. Primero, la dirigencia local del Partido Verde avisó de que solo cumpliría su alianza con Morena si Harfuch era electo candidato, aunque después se retractó de la amenaza. Luego, se divulgó un audio atribuido al jefe de Gobierno capitalino, Martí Batres, en el que se le oye dar órdenes para “bajar a Harfuch” y promover a Brugada (el mandatario aseguró que el audio fue creado mediante inteligencia artificial). Como tercer acto, en un periódico se publicó un desplegado firmado por decenas de consejeros de Morena mostrando apoyo al exjefe de la Policía capitalina. “Con Harfuch garantizamos carro completo”, decía, una expresión del argot priista que se refiere a la conquista de todos los cargos en disputa en una elección. Varios consejeros se deslindaron del desplegado, acusaron que su firma fue tomada sin su consentimiento y declararon su apoyo a Brugada.
El telón de fondo de los conflictos es el criterio de paridad de género que obliga a los partidos a postular al menos a cinco mujeres en las nueve gubernaturas en disputa. Al margen de los resultados de las encuestas que ha levantado Morena para medir a los 54 aspirantes, algunos hombres tendrán que hacerse a un lado. El presidente del partido, Mario Delgado, ha ofrecido posiciones en el Senado para los sacrificados, pero ninguno ha aceptado el premio de consolación. Además, varios gobernadores impulsan con recursos públicos a sus delfines y quieren llevar mano sobre las candidaturas al Congreso federal y a las alcaldías, lo que abre otro frente de batalla para Sheinbaum, según ha comentado a este diario un colaborador del cuarto de guerra de la abanderada presidencial.
De acuerdo con la misma fuente del entorno de la candidata, a la dificultad de las negociaciones abona también la interferencia del exsecretario de Gobernación Adán Augusto López y el exsenador Ricardo Monreal, dos vencidos en la interna de Morena a los que Sheinbaum incorporó a su campaña. En Chiapas el escenario congrega todas las complejidades. La senadora Sasil de León tiene ventaja en la mayoría de las encuestas, pero su posición es disputada por el senador Eduardo Ramírez; a su vez, el gobernador, Rutilio Escandón —cuñado de Adán Augusto—, da impulso a su delfín, el secretario de Salud, José Manuel Cruz. En Tabasco, las encuestas dan la ventaja a Javier May, exdirector del Tren Maya y muy cercano al presidente López Obrador; el mandatario estatal, Manuel Merino, que fue colocado por Adán Augusto cuando este asumió la secretaría de Gobernación, promueve a la alcaldesa de Villahermosa, Yolanda Osuna, y al dirigente estatal de Morena, Raúl Ojeda.
Veracruz es otro territorio muy disputado. Rocío Nahle, exsecretaria de Energía y encargada de la construcción de la refinería de Dos Bocas, encabeza las encuestas; no solo es de todas las confianzas de López Obrador, sino que el gobernador, Cuitláhuac García, también la apoya abiertamente; le disputa la candidatura el diputado Sergio Gutiérrez, impulsado por Adán Augusto y en franca confrontación con el mandatario veracruzano. En Puebla, el diputado Ignacio Mier y el senador Alejandro Armenta —este último del grupo de Ricardo Monreal— pelean la nominación al secretario de Gobierno, Julio Huerta, el delfín del mandatario estatal, Sergio Salomón Céspedes, y primo del fallecido gobernador Miguel Barbosa.
El politólogo Javier Rosiles afirma que la crisis que está padeciendo Sheinbaum muestra la heterogeneidad y la fuerza de los grupos internos, que solo un liderazgo como el de López Obrador logra aplacar y unificar. “Ella tiene que gobernar la victoria, porque no tiene el liderazgo ni el carisma de López Obrador, y esto se traduce en una falta de capacidad para aglomerar los grupos e intereses tan diversos que explican la fuerza que tiene Morena. Para que el partido pudiera ganar en 2018, se requirió de la aglomeración de grupos e intereses, que hoy no ven en Sheinbaum ese liderazgo que los pueda cohesionar. La posible salida de Marcelo Ebrard de Morena demuestra que Sheinbaum no tiene el control del proceso interno para la selección de las candidaturas”, afirma el especialista.
JMRS
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