Calamidades
Ucrania y Palestina, retos ineludibles para la Unión Europea
Josep Borrell | Política Exterior
Al inicio de su mandato, la actual Comisión Europea aspiraba a ser una “Comisión geopolítica”. Ahora, ante un escenario de dos guerras, tiene la ocasión de demostrarlo y la necesidad de hacerlo.
La Unión Europea se encuentra entre dos guerras, en Ucrania y en Palestina. No participa en ellas directamente pero la afectan existencial y geopolíticamente. Ambas han sido iniciadas por acciones injustificables, causan un elevadísimo número de muertos y provocan una grave crisis humanitaria. Pero también ocurren en zonas en las que había un conflicto sin resolver y que, especialmente en Palestina, la comunidad internacional, también los países europeos, había renunciado a solucionar. Ucrania ya tenía una guerra abierta con Rusia en el Dombás que había causado 14,000 muertos. En Palestina, la violencia y el intento de acabar con ella mediante más violencia ha sido una constante desde hace un siglo.
En Ucrania, la polarización de la política entre candidatos presidenciales pro-europeos y prorrusos, la falta de desarrollo del Estado de Derecho y la división entre los países occidentales, han provocado que su integración en la OTAN y en la UE lleve años estancada y sea objeto de polémica.
En la cumbre de Bucarest de abril de 2008, los países miembros de la OTAN llegaron divididos respecto a si ofrecer a Georgia y Ucrania el Membership Action Plan (MAP), el primer paso hacia un eventual ingreso en la Alianza. Estados Unidos, los países bálticos y Polonia querían ofrecerlo. En cambio, Alemania, Francia, España, Italia, Portugal, Noruega, Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo se opusieron. Al final se llegó a una solución de compromiso: no se ofreció el MAP, pero en el comunicado conjunto de la cumbre se declaró que “La OTAN acoge con satisfacción las aspiraciones euroatlánticas de Ucrania y Georgia de ingresar en la OTAN. Hoy hemos acordado que estos países se convertirán en miembros de la OTAN.” El resultado práctico fue que los dos países fueron etiquetados como futuros miembros de la OTAN sin recibir a cambio ninguna garantía de seguridad. En agosto de 2008, Rusia ocupó un tercio del territorio de Georgia, al igual que después haría en Ucrania, con el pretexto de socorrer a una población rusófona perseguida y oprimida.
En 2013, bajo la doble presión de Rusia y de la Unión Europea, el presidente Viktor Yanukóvich aplazó la firma del Acuerdos de Asociación con la UE. Por un lado, Rusia había suspendido las importaciones de Ucrania como medida de presión por su rechazo a integrarse en una unión aduanera con Rusia, Bielorrusia, y Kazajistán. Y, por otro, José Manuel Durão Barroso, entonces presidente de la Comisión Europea, había dicho que formar parte de la mencionada unión aduanera era incompatible con el tratado de libre comercio con Europa. El aplazamiento dio lugar a la “revolución de la dignidad” en la plaza de Maidán en la que murieron más de 80 personas. Yanukóvich escapó a Rusia, y posteriormente fue elegido un nuevo presidente pro-europeo, Petró Poroshenko, que firmó el Acuerdo de Asociación en junio de 2014. Aprovechando el vacío de poder que se creó, Vladímir Putin, invadió y anexionó Crimea. El presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, dijo en su discurso: “en Kiev y en otros lugares, la gente dio su vida por este vínculo más estrecho con la Unión Europea. No lo olvidaremos”. Pero la UE se contentó con sanciones económicas no demasiado relevantes. Pocos días antes de la invasión de febrero de 2022, el presidente Volodimir Zelenski recordaba las expectativas nunca cumplidas sobre la pertenencia de Ucrania a la OTAN y a la UE. Hoy sigue abierto un debate entre quienes opinan que, si se hubiera concedido el MAP a Georgia y Ucrania, Putin no las hubiera invadido y quienes, al contrario, argumentan que es la propia promesa de ingreso en la OTAN la que provoca el comportamiento de Putin. Lo que está claro es que las agresiones de Rusia son flagrantes e inaceptables violaciones de la Carta de las Naciones Unidas. Aunque no todo el mundo comparte esta condena y, sobre todo, no extrae las mismas conclusiones de la misma.
Compromiso a largo plazo
La UE ha prometido apoyar a Ucrania todo el tiempo necesario y, por primera vez en su historia, financió el envío de armas letales a un tercer país en guerra. A final de 2023, el valor conjunto de la asistencia financiera y militar comprometida supera ya la de EU y alcanza los 85,000 millones de euros. Aunque en el Consejo Europeo de diciembre pasado no se pudo avanzar en la modificación de las perspectivas financieras por la oposición de Hungría, finalmente en enero se ha podido ampliar el apoyo a Ucrania en 55,000 millones de euros. También se ha aprobado el inicio de las negociaciones para que Ucrania entre en la UE después de haberle concedido en un tiempo récord el estatus de candidato. Ucrania está pagando un altísimo precio diario en vidas humanas por defender su independencia y su lucha también lo es para la seguridad de Europa. La UE debe prepararse para mantener el apoyo incluso sorteando la oposición de alguno de sus miembros y debe ser capaz de reemplazar a EU si su crucial apoyo disminuye.
Como los propios dirigentes ucranianos admiten, la contraofensiva de otoño no produjo los resultados esperados. Pero las fuerzas ucranianas han liberado más de la mitad del territorio tomado por Rusia desde febrero de 2022 en un proceso que no ha sido lineal. Tras la recuperación del noreste en los primeros meses de la guerra, Ucrania perdió terreno en el este antes de volver a ganar. Efectivamente el número de efectivos movilizables por Putin es superior dada la diferencia de población entre los dos países. Pero el ejército y el pueblo ucranianos ya han demostrado que la guerra no es simple cuestión de aritmética demográfica.
«Ucrania pide medios para poder convencer a Putin de que no ganará. La UE ha respondido a esa llamada y debe seguir haciéndolo»
A pesar de que Ucrania ya estaba en guerra con Rusia y de la enorme concentración de tropas rusas en su frontera, los europeos no creímos que Putin intentaría una invasión a gran escala hasta que empezaron los bombardeos. El rechazo de la invasión rusa por Ucrania siempre tendrá un coste moral, geopolítico y económico muy inferior al de cualquier otra alternativa. Ucrania pide medios para poder convencer a Putin de que no ganará. La UE ha respondido a esa llamada y debe seguir haciéndolo.
Putin juega a largo plazo y debe saber que nosotros también. La paz aceptable para Ucrania y la UE solo llegará después de que Putin se convenza de que su guerra de desgaste no tiene opciones de victoria militar ni a corto ni a largo plazo. Y para conseguirlo, es imprescindible que en este momento los Estados miembros de la UE aumenten de forma significativa la capacidad de su industria de defensa, en particular en la producción de municiones. Pero hace menos de un año que la UE se marcó el objetivo de suministrar un millón de proyectiles de artillería y hay que redoblar los esfuerzos para poderlo cumplir durante el transcurso de 2024.
Conflicto irresponsablemente aparcado
Sobre el conflicto palestino-israelí, los países europeos y el conjunto de la comunidad internacional llevamos ya décadas hablando de la solución de los dos Estados, sin hacer nada para que sea una realidad ni para impedir las acciones que contribuyen a alejarla como la constante expansión de los asentamientos ilegales en Cisjordania.
Los dirigentes palestinos con los que recientemente me he reunido en Ramala reconocen que los horrores cometidos por Hamás y otros extremistas van en detrimento de los intereses palestinos. Sin embargo, para ellos la cuestión fundamental es la ocupación israelí. Les cuesta explicar a sus ciudadanos por qué se restringe su libertad de movimiento mientras florecen los asentamientos ilegales y los colonos cometen actos de creciente violencia de forma impune. Y mientras esto ocurre, no están en condiciones de garantizar la seguridad en la Cisjordania ocupada, ya que Israel les retiene los ingresos fiscales que recauda en nombre de la Autoridad Palestina.
Gravísima situación humanitaria
El ataque de Hamás a los kibutz fronterizos con Gaza fue terrible y totalmente injustificado. Por ello la UE lo ha condenado con toda la fuerza posible. Pero, como he dicho varias veces, un horror no justifica otro. Los bombardeos del ejército de Israel contra la Franja de Gaza y el corte de suministros a la población civil han producido una gravísima crisis humanitaria en Gaza, con un inaceptable número de víctimas mortales civiles que aumenta cada día y que, en gran medida, son mujeres y niños. Los informes de los responsables de las distintas organizaciones de la ONU desplegadas sobre el terreno son estremecedores. Como ha expresado el expresidente Barack Obama, la forma en que Israel lleve a cabo su derecho a la defensa contra Hamás importa. Y mucho. Israel debe respetar el Derecho Internacional con especial atención a las normas existentes para evitar, en la medida de lo posible, la muerte o el sufrimiento de la población civil. Negar a toda una población el agua, alimentos, y electricidad y condenarla a un desplazamiento masivo es contrario al Derecho Internacional Humanitario. Aunque el Consejo Europeo no ha alcanzado el consenso suficiente para pedir el alto el fuego, cada vez es mayor el número de Estados miembros que lo han apoyado con su voto en la Asamblea General de la ONU, mientras otros se oponían y otros se abstenían, mostrando así la clara división dentro de la UE. Mi reciente viaje a la región ha reforzado mi convicción de que la mejor garantía para la seguridad de Israel es la creación de un Estado palestino. Mientras eso no ocurra, debemos evitar debilitar a la Autoridad Palestina. El problema palestino-israelí no es religioso ni étnico, es un problema nacional. Es el problema de dos pueblos que tienen derecho a existir en la misma tierra, y la única solución que no sea el exterminio o la expulsión de uno de ellos, es que la puedan compartir.
En los últimos años, los europeos hemos vivido acomodados en la creencia de que el problema palestino-israelí iba a resolverse a base de rondas sucesivas de los llamados Acuerdos de Abraham (alcanzados en 2020 y 2021 entre Israel y Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Marruecos y Sudán) aunque la situación sobre el terreno siguiera deteriorándose para la población palestina. Era una ilusión compartida por todo Occidente. La tesis era que la normalización de las relaciones entre los Estados árabes e Israel traería la paz entre palestinos e israelíes. Pero no ha sucedido. Sí, siempre hemos estado formalmente comprometidos con la solución de los dos Estados, pero sin tener ninguna hoja de ruta creíble para alcanzarla.
Anticipación internacional
Es necesario empezar a concebir ya la gobernanza de Gaza para el día después del cese de las operaciones militares. Y no debería ser recolonizada por Israel. Sin una actuación coordinada de la comunidad internacional se generará un vacío de poder que será rápidamente ocupado por fuerzas incontroladas que desencadenarían otro ciclo de violencia y terrorismo. Desde Thomas Hobbes sabemos que una sociedad sin un Leviatán, un Estado, está condenada a la violencia y al caos. Hemos sido testigos de situaciones similares en demasiadas ocasiones. Hemos visto los flujos de refugiados que escapan del conflicto de Siria hacia Líbano, Jordania y Turquía. Estos países no pueden soportar otra llegada masiva de refugiados. En palabras de uno de mis interlocutores, “no sobreviviremos a otra Nakba”. Europa y la comunidad internacional no pueden aceptar, ni aceptarán otro desplazamiento masivo forzoso de palestinos. Para evitar que Gaza caiga en manos de grupos armados incontrolados que puedan desestabilizar toda la vecindad, empezando por Israel, el territorio debe ser gobernado por una autoridad que represente al pueblo palestino en su conjunto. La propia seguridad de Israel exige la creación de un Estado palestino en Gaza y Cisjordania ocupada, incluido Jerusalén Este.
Cómo y cuándo lo logremos dependerá de todos nosotros. Todos mis interlocutores en el mundo árabe han aceptado la existencia de Israel, reconocen la inmensa oportunidad que supone el desarrollo de relaciones en la región y el potencial económico de Israel. Pero todos están de acuerdo en que la cooperación árabe-israelí depende de la resolución de la cuestión palestina.
La Unión Europea geopolítica
Es necesario trabajar para propiciar un proceso político que cuente con la participación de Israel, la Autoridad Palestina, los Estados árabes, la Unión Europea, Turquía, Estados Unidos y Noruega, que ha desempeñado un papel esencial en el pasado. La Unión Europea quiere contribuir a la reactivación de un proceso político basado en la solución de los dos Estados y apoya la celebración de una conferencia internacional de paz propuesta por el presidente del gobierno de España, Pedro, Sánchez, y que, como la Conferencia de paz de Madrid celebrada en 1991, suponga un impulso, esta vez definitivo, al acuerdo entre israelíes y palestinos.
Nadie debe esperar que la UE financie una vez más la reconstrucción de Gaza sin una perspectiva clara de resolver realmente el conflicto subyacente. EAU ya ha anunciado que su contribución financiera a la reconstrucción dependerá de la clara voluntad política de aplicar la solución de los dos Estados. Por supuesto, hay muchas razones para dudar de que “esta vez será diferente”. Pero tenemos el deber de intentarlo. La UE debe involucrarse en la búsqueda de una solución al conflicto no solo por razones de humanidad, justicia o moralidad, sino también por nuestro propio interés, para evitar el desplazamiento forzado de personas, exacerbar el riesgo de terrorismo y las tensiones intracomunitarias en nuestras sociedades.
Al inicio de su mandato, la actual Comisión Europea manifestó su intención de ser una “Comisión geopolítica”. Y ciertamente ahora no solo tiene la ocasión de demostrarlo sino la necesidad de hacerlo. Es meridianamente claro que Ucrania y Palestina son dos retos ineludibles para la UE cuya importancia justifica, como ya ha ocurrido en el Consejo Europeo de diciembre de 2023, encontrar, cuando sea necesario, el mecanismo para avanzar a pesar de la fatiga de algunos.
JMRS