Internacional - Política
Los republicanos culpan a Harris de la migración descontrolada
Por Zolan Kanno,Youngs y Jazmine Ulloa | NYT
Biden no le asignó el cargo de “zar fronteriza” ni la responsabilidad de supervisar las políticas de aplicación de la ley en la frontera, como sugiere la campaña de Trump en un anuncio.
Mientras buscan argumentos eficaces para atacar a la vicepresidenta Kamala Harris, los republicanos están poniendo los ojos en el papel que ha desempeñado en las políticas fronterizas y migratorias del gobierno de Biden, intentando culparla del aumento de inmigrantes que han llegado a Estados Unidos en los últimos años.
Un análisis de su participación en el asunto muestra un historial más matizado.
El presidente Biden no le asignó el cargo de “zar fronteriza” ni la responsabilidad de supervisar las políticas de aplicación de la ley en la frontera entre EE. UU. y México, como sugirió el martes la campaña de Trump en su primer anuncio dirigido contra ella. No obstante, ella sí tuvo un papel destacado en tratar de afianzar que un aumento récord de la migración mundial no se agravara aún más.
Luego de que el número de migrantes que cruzan la frontera sur alcanzara niveles históricos en algunos momentos de los tres primeros años del gobierno, los cruces han caído a sus niveles más bajos desde que Biden y Harris asumieron el cargo.
El presidente Biden habla sobre la seguridad fronteriza en enero de 2023 mientras Harris lo observa. (Doug Mills/The New York Times)
Sus primeros esfuerzos en el rol y las políticas de la gestión fueron ampliamente criticados —incluso por algunos demócratas— como torpes y contraproducentes, especialmente al mostrarse a la defensiva al cuestionarle por qué no había visitado la frontera. Algunos de sus aliados consideraron que se le había encomendado una misión sin posibilidades de ganar.
En los primeros días del gobierno de Biden, Harris desempeñó un papel que llegó a definirse como una combinación de jefa de recaudación de fondos y conducto entre los líderes empresariales y las economías de Guatemala, Honduras y El Salvador. Su intento de convencer a empresas de todo el mundo de que invirtieran en Centroamérica y crearan puestos de trabajo para los posibles migrantes tuvo cierto éxito, de acuerdo con expertos en inmigración y funcionarios y exfuncionarios del gobierno.
Sin embargo, estos éxitos solo resaltaron la magnitud del abismo de oportunidades económicas entre Estados Unidos y Centroamérica, y la manera en que las políticas creadas para reducir ese abismo podrían tardar años, o incluso generaciones, en dar resultados.
En lugar de desarrollar formas de rechazar o detener a los migrantes en la frontera entre EE. UU. y México, el trabajo de Harris incluyó motivar a una fábrica de piezas de automóviles con sede en Japón, Yazaki, a construir una planta de 10 millones de dólares en una región occidental de Guatemala que registra altas tasas de migración y presionar a una empresa cafetera con sede en Suiza a aumentar su adquisición en más de 100 millones de dólares en una región rica en granos de café.
Reunió a líderes de decenas de empresas y ayudó a recaudar más de 5000 millones de dólares en fondos públicos y privados.
“No es una cantidad enorme pero tampoco es una insignificancia, y eso se traduce en empleos”, dijo Mark Schneider, quien trabajó con países de América Latina y el Caribe como alto funcionario de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional durante el gobierno de Bill Clinton.
Jonathan Fantini-Porter, director ejecutivo de la Alianza para Centroamérica, la asociación público-privada que Harris ayudó a dirigir, señaló que el dinero había generado 30,000 puestos de trabajo, con otros 60,000 en camino a medida que se construyan nuevas fábricas.
También presionó a los gobiernos centroamericanos para que colaboraran con Estados Unidos en la creación de un programa que permitiera a los refugiados solicitar protección dentro de la región.
Sin embargo, algunas de las personas que critican a Harris dijeron que su enfoque en los países del “Triángulo Norte” de Guatemala, Honduras y El Salvador había sido un error.
La mayoría de los migrantes que cruzaron la frontera entre EE. UU. y México durante los gobiernos de Obama y Trump procedían de esos países. Sin embargo, mientras la migración desde esa región se estabilizaba durante el gobierno de Biden, la procedente de países como Haití, Venezuela y Cuba se disparaba.
Los países del Triángulo Norte representaron aproximadamente 500,700 de los 2,5 millones de cruces en la frontera suroeste en el año fiscal de 2023, una caída del 36 por ciento respecto al año fiscal de 2021, según datos del Wilson Center.
“No se preocuparon por hacer un buen diagnóstico del asunto, y solo se han centrado en una parte muy pequeña del tema”, dijo Guadalupe Correa-Cabrera, profesora de ciencias políticas en la Universidad George Mason, quien ha estudiado las relaciones latinoamericanas y su impacto en la migración. Correa-Cabrera dijo que Harris había “fracasado completamente” en su misión al seguir un enfoque anticuado para abordar las causas de la migración.
Biden tenía responsabilidades similares a las de Harris cuando era vicepresidente. Él estuvo a cargo de abordar los problemas económicos de Centroamérica, recaudando cientos de millones de dólares de ayuda para una región en la que Estados Unidos tiene un legado complicado.
Tras contribuir a alimentar violentas guerras civiles en la década de 1980, Estados Unidos se retiró antes de ver aprobadas las reformas de paz, una medida que en parte preparó el terreno para los políticos corruptos y grupos criminales que explotarían la falta de oportunidades económicas de los países, superarían a las fuerzas policiales regionales y finalmente incitarían a cientos de miles de personas —entre ellas muchos menores solos— a emprender el peligroso viaje hacia el norte.
Pero las iniciativas de ayuda exterior de EE. UU. no siempre han servido para disuadir la emigración. A lo largo de los años, algunas inversiones han sido mal gestionadas, dando prioridad a los programas de capacitación sobre los empleos reales que podrían mantener a los posibles migrantes en sus países de origen. El expresidente Donald Trump congeló los programas de ayuda exterior en 2019.
Cuando Biden le dio a Harris la tarea de analizar las causas de la migración, algunos de sus aliados temían que se le estuviera asignando a una situación sin posibilidades de éxito. Durante su primer viaje a Ciudad de Guatemala en 2021, se encontró con la indignación de los progresistas liberales y los defensores de la inmigración cuando lanzó un mensaje contundente a los migrantes: “No vengan”.
Los republicanos la criticaron cuando desestimó las preguntas sobre por qué aún no había visitado la frontera.
“Nunca he estado en Europa”, dijo Harris durante una entrevista con el presentador Lester Holt en NBC News. “No entiendo a qué quiere llegar”.
Sus colaboradores trataron agresivamente de distanciar a la vicepresidenta del creciente número de cruces en la frontera, una de las principales preocupaciones de los votantes de ambos partidos.
El representante Henry Cuellar, demócrata por Texas, quien trabajó con Biden cuando tenía esta responsabilidad como vicepresidente, dijo que su tarea estaba intrínsecamente relacionada con el número récord de cruces en la frontera, aunque estuvo de acuerdo en que ella no era una “zar fronteriza” a cargo de la aplicación de la ley.
“Creo que se suponía que analizara los problemas diplomáticos fundamentales”, dijo Cuellar, quien firmó una resolución propuesta por los republicanos de la Cámara de Representantes criticando el trabajo de Harris en materia de migración. “Pero, de nuevo, no se puede hablar de lo que ocurre en Centroamérica sin llegar a la propia frontera. El centro de atención es la frontera”.
“Creo que ella trató de distanciarse de eso”, agregó Cuellar.
Ricardo Zúñiga, quien fungió como enviado especial del Departamento de Estado para Honduras, Guatemala y El Salvador, dijo que Harris fue esencial para reunir a los líderes empresariales latinoamericanos y estadounidenses para impulsar la inversión en Centroamérica.
Menos de una semana después de haber asumido su cargo, recordó Zúñiga, Harris se sentó con miembros del equipo de seguridad nacional y economistas del Departamento del Tesoro. Tras una ronda de presentaciones, se puso rápidamente a sondear las personalidades de los líderes latinoamericanos con los que iba a interactuar.
Zúñiga dijo que más tarde la vio poner en práctica la información que había recopilado. En Ciudad de México, conectó con el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador al interesarse por las obras de arte de su palacio presidencial.
En Guatemala, adoptó un enfoque mucho más directo con el presidente Alejandro Giammattei. El año pasado le advirtió de los intentos de perturbar el traspaso de poderes del nuevo presidente electo, Bernardo Arévalo, al tiempo que le presionaba para que ayudara a crear programas que los migrantes pudieran utilizar para solicitar refugio en Estados Unidos más cerca de sus países de origen.
“Se mostraba curiosa e hizo muchas preguntas”, dijo Zúñiga. “No tardó en darse cuenta de que no íbamos a resolver 500 años de historia problemática en un solo mandato”.
El martes, Harris intentó contraatacar a Trump. Durante un mitin de campaña en Georgia, destacó el esfuerzo de Trump por bloquear una ley que contaba con apoyo bipartidista y que habría frenado la inmigración ilegal. “Donald Trump”, dijo, “ha estado hablando mucho de proteger nuestra frontera. Pero no hace lo que dice”.
aranza
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