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Barack Obama y Kamala Harris: entretelones de una amistad clave

2024-08-21

“Dejó claro que se trataba de un amigo que trataba de halagar a una amiga”, dijo...

Katie Rogers / NYT

La Nochevieja de 2007, Kamala Harris, entonces fiscala del distrito de San Francisco, se preparaba para pasar las fiestas a unos 1600 kilómetros de su California natal. Era la primera vez que volaba a Iowa y aterrizó en Des Moines durante uno de los inviernos más lluviosos jamás registrados.

Harris se presentó en una lúgubre oficina de campaña, con un abrigo acolchado y botas. Cerca de una maraña de cables eléctricos, alguien había recargado un cartel de “Afroamericanos por Obama” contra la pared. En medio de aquel crudo invierno del Medio Oeste, Harris estaba allí para llamar a las puertas en favor de Barack Obama, el senador júnior de Illinois que preparaba una improbable candidatura a la presidencia.

“Estar aquí vale más que 1000 botellas de champán y cohetes”, dijo Harris a un periodista el día de Año Nuevo, rodeada de escombros de campaña. “Es lo mismo en cuanto a la emoción, el entusiasmo y la promesa para el mañana”.

Apoyar a Obama era un riesgo político. Harris fue una de los pocos californianos con un cargo electo —y una de pocos del Partido Demócrata en general— que lo apoyó para la presidencia. La mayor parte del peso institucional del partido se había volcado en respaldar a Hillary Clinton, senadora por Nueva York, quien tenía en su marido, el expresidente Bill Clinton, a un poderoso representante.

Pero la apuesta precoz de Harris rindió sus frutos, y Obama nunca lo ha olvidado.

“Fue una defensora incondicional del presidente en un momento en el que toda la clase política no estuvo con él”, dijo Buffy Wicks, integrante de la Asamblea del Estado de California, quien fue la 32ª persona contratada por la campaña de Obama. “Dedicó mucho tiempo y energía a ayudar a que fuera elegido, y eso fue muy apreciado por él”.

El martes por la noche, en la Convención Nacional Demócrata, Obama le devolverá el favor pronunciando un discurso en el que lleva trabajando al menos tres meses, según una persona informada de sus preparativos. Por supuesto, en las últimas semanas ha reformulado sus comentarios para adaptarlos a otro aspirante, alguien que se ha alineado políticamente con él durante dos décadas. Ambos comparten una visión de la política que se define por ofrecer oportunidades económicas y sociales a quienes históricamente han estado al margen de ellas.

“La política no se trata de uno mismo”, dijo Dan Pfeiffer, quien fue uno de los principales asesores de Obama. “Se trata de construir un movimiento”.

Después de que Obama obtuvo la nominación presidencial demócrata en junio de 2008 y la presidencia en noviembre, Harris gozó de una marea de titulares halagadores y comparaciones favorables con el nuevo líder del partido. Poco después de la investidura de Obama, Harris se presentó como candidata a fiscala general de California.

“Hay un halo de Obama que, ya sabes, la iluminó”, dijo Brian Brokaw, quien dirigió la campaña de Harris para la fiscalía general. “Las comparaciones surgieron de forma natural y rápida”.

Por aquel entonces, Obama pensaba que ella era “superinteligente”, según comentaba a sus ayudantes, elogiando sus habilidades como intérprete política y su dureza en su improbable campaña para convertirse en la máxima responsable de las fuerzas de seguridad de California. Sin embargo, él se había convertido sin duda en la gran estrella, y el apoyo de Harris a su campaña solo la impulsó hasta cierto punto.

Obama no la apoyó hasta después de que Harris ganó las primarias. El hecho de que un presidente apoyara a una candidata en una elección estatal de bajo perfil habría sido inusual, pero incluso después de ganar, ella tuvo que solicitarle respaldo, recordó Brokaw.

En otra ocasión, añadió Brokaw, Harris trató de asistir a un acto encabezado por Obama en San Francisco, solo para ser rechazada en la puerta por no contar con la invitación correcta. Dijo a la policía que custodiaba el acto que era la fiscala del distrito, y la dejaron entrar para ver al presidente.

Sin embargo, cuando Harris visitó la Casa Blanca, fue recibida “con los brazos abiertos” por Obama, recordó Wicks, quien trabajó en el gobierno de Obama como subdirectora de la Oficina de Participación Pública de la Casa Blanca.

“Se conocieron, congeniaron y a lo largo de los años han desarrollado una amistad muy cercana”, dijo Valerie Jarrett, una de las amigas más íntimas de Obama y una de sus principales asesoras cuando era presidente.

La relación se remonta a 2004, cuando Harris ayudó a recaudar fondos para la candidatura de Obama al Senado en el salón de un hotel de San Francisco. Jarrett añadió que Obama y Harris no tardaron en estrechar lazos por sus antecedentes culturales, encontrando reconfortantes puntos en común en un ambiente dominado por políticos blancos.

Ambos son estadounidenses mestizos, nacidos de padres procedentes de diferentes partes del mundo, una experiencia compartida que les llevó a ambos “a creer que se puede encontrar algo en común con casi todo el mundo”.

En 2007 y 2008, Harris, hija de un científico indio y de una profesora de economía jamaicana, se convirtió no solo en una poderosa defensora de las políticas de Obama, sino también en embajadora de su trasfondo cultural, explicando las complejidades de su identidad a votantes que nunca antes habían contemplado a un candidato presidencial como él.

“Muchos de nosotros tendemos a simplificar demasiado las etiquetas políticas”, dijo Harris en 2007. ”Él es mucho más interesante y complejo que esas categorías normales”.

El estilo político que comparten se basa en la idea de que el ascenso de personas con orígenes raciales y culturales como los suyos es un testimonio de las fortalezas del país, y no un rechazo a sus valores.

Ambos han dedicado sus carreras a convencer a un país predominantemente blanco de que “un chico flaco con un nombre raro”, como se definió a sí mismo Obama en la convención demócrata de 2004, cuando fue candidato al Senado, y Harris, “una hija de Oakland” criada en Berkeley por una madre soltera, podrían ayudar a los estadounidenses a tender puentes culturales entre sí y trascender las diferencias políticas.

Al principio de su relación política, Harris argumentó que el origen de Obama —su madre era blanca de Kansas y su padre de Kenia— era una ventaja, el tipo de identidad que un número cada vez mayor de estadounidenses consideraría no una amenaza para el statu quo, sino una característica deseable de vivir en una democracia diversa.

Su relación se ha definido por sus trayectorias políticas mutuamente beneficiosas, según quienes los conocen. Pero parece que Obama también vio algo más. En 2013, estuvo en el centro de una tormenta mediática por elogiar el aspecto físico de Harris en una recaudación de fondos en California.

“Hay que tener cuidado, en primer lugar, de decir que es brillante, dedicada y dura, y que es exactamente lo que uno querría en alguien que está administrando la ley, y asegurándose de que todo el mundo está recibiendo un trato justo”, dijo Obama en ese momento. “También resulta ser, por mucho, la fiscal general más guapa del país”.

Obama no advirtió de inmediato que había cometido un error, según dos antiguos asesores de la Casa Blanca que trabajaban para él en aquel momento. Pero uno de ellos, que habló bajo condición de anonimato para describir la delicada situación que siguió, recordó haber deseado “que la tierra me tragara entero” para evitar las preguntas de los periodistas después de que Obama hizo el comentario. Obama se disculpó más tarde con Harris. Según el excolaborador de la Casa Blanca, ella no expresó al bando de Obama ningún enfado o molestia por el comentario.

“Dejó claro que se trataba de un amigo que trataba de halagar a una amiga”, dijo Gil Durán, quien trabajó como ayudante de Harris cuando era fiscala general.

El episodio no dañó su relación. De hecho, Harris fue propuesta como posible sustituta de Eric Holder Jr. en 2014, cuando éste se preparaba para dejar su cargo de fiscal general de EE. UU. Holder la llamó y le preguntó si podía ser su sustituta, según las memorias de ella, publicadas en 2019, Nuestra verdad. Ella hizo una lista de pros y contras en un bloc de notas, y al final decidió no optar al puesto: “Cuando se trataba del trabajo que más me importaba, aún no había terminado”.

A través de llamadas telefónicas regulares y comidas ocasionales, el involucramiento de Obama en su carrera aumentó durante la vicepresidencia de Harris. Cuando las cosas iban mal, le ofrecía apoyo y sugerencias.

Hace más de un año, una de las exasesoras de Obama, Stephanie Cutter, empezó a trabajar con Harris. El papel de Cutter en la campaña presidencial de 2008 consistió en dar forma a la imagen pública de Michelle Obama y ayudarla a evitar los escollos que entrañaba ser la esposa negra del primer candidato presidencial negro. Cutter es ahora asesora principal de la campaña de Harris.

Cuando el presidente Joe Biden tomó la decisión de poner fin a su campaña de 2024 y se lo comunicó a la vicepresidenta, ésta tuvo que hacer una ronda de llamadas. Las primeras fueron a familiares, entre ellos Doug Emhoff, su marido. Pero de las más de 100 personas con las que la vicepresidenta habló ese día, Obama fue el tercero o cuarto en su lista, según una persona informada de sus llamadas.

Desde entonces, Obama ha ayudado a asesorarla sobre mensajes políticos y de personal, incluida la elección de su compañero de fórmula. Y no es casualidad que la campaña de Harris se haya centrado en las ideas de alegría y libertad, 16 años después de que la campaña de Obama prometiera esperanza y un nuevo comienzo.

“Ambos son espíritus alegres y optimistas”, dijo Jarrett, quien voló con Obama desde Martha’s Vineyard a la convención de Chicago el lunes por la tarde. “Es algo con lo que nacieron. Eso no ha cambiado con el tiempo”.



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