Religión

El papa Francisco recibe reprimenda del rey de Bélgica y de víctimas de abusos por los escándalos

2024-09-27

Víctimas y activistas señalaron que esos hallazgos eran la punta del iceberg y que la...

 

BRUSELAS (AP) — En un día brutal para el frágil y envejecido papa Francisco, el rey de Bélgica, su primer ministro y el rector de la universidad católica que lo invitó a venir arremetieron contra la Iglesia por una serie de pecados: por encubrir casos de abusos sexuales cometidos por clérigos y por estar muy rezagada en la aceptación de las mujeres y de la comunidad LGBTQ+.

Y todo eso fue antes de que Francisco se reuniera con la gente que se ha visto más afectada por la Iglesia católica en Bélgica: los hombres y mujeres que fueron violados y abusados por sacerdotes cuando eran niños. Diecisiete sobrevivientes de abusos pasaron dos horas con el pontífice el viernes por la noche, contándole sus traumas, vergüenza y dolor y exigiéndole indemnizaciones por parte de la Iglesia.

Durante los eventos del día, Francisco expresó su arrepentimiento, solicitó su perdón y prometió hacer todo lo posible para garantizar que ese tipo de abusos nunca vuelvan a ocurrir. “Esta es nuestra vergüenza y humillación”, dijo en sus primeras declaraciones en suelo belga.

Francisco ya ha visitado antes países con un lamentable legado de fechorías eclesiásticas. En 2018 pidió disculpas a los sobrevivientes de abusos en Irlanda, y en 2022 viajó a Canadá para expiar los traumas causados a generaciones de indígenas por los internados eclesiásticos.

Pero es difícil pensar en un sólo día en el que el líder de la Iglesia católica de 1,300 millones de feligreses haya sido objeto de críticas tan fuertes y públicas por parte de las figuras institucionales más importantes de un país —de la realeza, del gobierno y del ámbito académico— por los crímenes de la Iglesia y sus aparentes oídos sordos en sus respuestas a las exigencias de los católicos de hoy en día.

Luc Sels, el rector de la Universidad Católica de Lovaina —cuyo 600mo aniversario fue parte de la razón oficial por la que Francisco visitó Bélgica—, le dijo al papa que los escándalos por abusos habían debilitado tanto la autoridad moral de la Iglesia que haría bien en reformarse si es que quiere recuperar su credibilidad y relevancia.

“¿No sería la Iglesia un sitio mucho más cálido si a las mujeres se les diera un lugar destacado, el sitio más destacado, también en el sacerdocio?”, le preguntó Sels al pontífice.

“¿No ganaría la Iglesia autoridad moral en nuestra región si no fuera tan rígida en su enfoque hacia las cuestiones de género y diversidad? ¿Y si abriera más sus brazos a la comunidad LGBTQ+, como la universidad lo hace?”, cuestionó.

Los comentarios ciertamente reflejaban las opiniones de los progresistas sociales europeos. Pero también reflejaban a la Iglesia con mentalidad reformista que Francisco ha adoptado, hasta cierto punto, en su intento por hacer que la Iglesia universal sea más relevante y responda mejor a los católicos de hoy.

El día comenzó con la bienvenida que el rey Felipe le dio a Francisco en el Castillo Real de Laeken, la residencia de la familia real belga. En su discurso, el monarca mencionó los escándalos de abusos y adopciones forzadas cuando le pidió que la Iglesia trabajara “incesantemente” para redimirse de los crímenes y ayudar a que las víctimas sanen.

Posteriormente fue el turno del primer ministro Alexander De Croo, al que también se le permitió hablar, en una excepción al típico protocolo del Vaticano. Aprovechó la oportunidad de un encuentro público cara a cara para exigir “medidas concretas” con el fin de que se confiese toda la verdad sobre el escándalo de abusos y se pongan los intereses de las víctimas por encima de los de la Iglesia.

“Las víctimas necesitan ser escuchadas. Necesitan estar en el centro. Tienen derecho a la verdad. Las fechorías deben ser reconocidas”, dijo al papa. “Cuando algo va mal, no podemos aceptar encubrimientos”, aseveró. “Para poder mirar al futuro, la Iglesia tiene que confesar su pasado”.

Fue uno de los discursos de bienvenida más mordaces que se le hayan dirigido al papa durante una visita al extranjero, donde los refinados dictados del protocolo diplomático suelen mantener los comentarios públicos libres de ultrajes.

Pero el tono puso al descubierto lo mucho que el escándalo de abusos sigue siendo profundamente doloroso en Bélgica, donde dos décadas de revelaciones de abusos y encubrimientos sistemáticos han devastado la credibilidad del clero y han contribuido a un declive general de la religión católica y de la influencia de la alguna vez poderosa Iglesia.

En general, las víctimas acogieron con satisfacción las palabras de la Iglesia y del Estado. El sobreviviente Emmanuel Henckens señaló que “hasta cierto punto llegaron al meollo del mal. Dijo que ya no era posible hacerse de la vista gorda”.

Pero otro sobreviviente de abusos, Koen Van Sumere, dijo que ahora es esencial que la Iglesia ofrezca a las víctimas indemnizaciones económicas sustanciales.

“Si se quiere avanzar hacia el perdón y la reconciliación no basta con decir ‘lo siento’, sino que hay que asumir las consecuencias que ello conlleva y compensar los daños”, declaró Van Sumere. Señaló que hasta ahora lo que la Iglesia belga había pagado “equivalía a una limosna”, y que la indemnización que recibió por los abusos que sufrió ni siquiera cubría los gastos de su terapia.

Las víctimas —17 de las cuales se reunieron con Francisco en la residencia del Vaticano el viernes por la noche— le habían escrito una carta abierta en la que le exigían un sistema universal de reparaciones de la Iglesia por sus traumas. En un comunicado emitido tras la reunión, la Santa Sede dijo que el pontífice examinará sus solicitudes.

“El papa pudo escuchar y acercarse a su sufrimiento, expresó gratitud por su valentía y el sentimiento de vergüenza por lo que sufrieron cuando eran niños a manos de los sacerdotes a los que fueron confiados, y mencionó las solicitudes que le han hecho para que pueda estudiarlas”, señala un comunicado del portavoz del Vaticano.

Las revelaciones sobre el terrible escándalo de abusos en Bélgica han ido saliendo a cuentagotas a lo largo de un cuarto de siglo, acentuadas por una noticia de gran relevancia en 2010, cuando el obispo del país con más tiempo de servicio, Roger Vangheluwe, obispo de Brujas, fue autorizado a renunciar sin castigo tras admitir que había abusado sexualmente de su sobrino durante 13 años.

Francisco no expulsó a Vangheluwe sino hasta este año, en una medida claramente pensada para eliminar una fuente persistente de indignación entre los belgas antes de su visita.

En septiembre de 2010, la Iglesia publicó un informe de 200 páginas que señalaba que 507 personas habían contado historias de haber sido víctimas de abusos por parte de sacerdotes, lo cual incluyó a niños de apenas 2 años. Identificaba al menos 13 suicidios de víctimas e intentos de quitarse la vida de seis más.

Víctimas y activistas señalaron que esos hallazgos eran la punta del iceberg y que la verdadera magnitud del escándalo es mucho mayor.

En sus declaraciones, Francisco insistió que la Iglesia estaba “abordando enérgica y decisivamente” el problema de abusos mediante la implementación de programas de prevención, escuchando a las víctimas y acompañándolas para que sanen.

Pero después de la impactante reprimenda del primer ministro y del rey, Francisco hizo a un lado sus declaraciones preparadas, expresó la vergüenza de la Iglesia por el escándalo y manifestó su compromiso para acabar con todo ello.

“La Iglesia debe avergonzarse y pedir perdón y tratar de resolver esta situación con humildad cristiana y poner todas las posibilidades para que esto no vuelva a suceder”, declaró el papa. “Pero aunque fuera una sola (víctima), es suficiente para avergonzarse”.

El primer ministro, el rey y el pontífice también se refirieron a un nuevo escándalo relacionado con la Iglesia que sacude a Bélgica, por las así llamadas “adopciones forzadas”, lo cual trajo a la memoria revelaciones previas por los así llamados hogares para madres y bebés de Irlanda.

Después de la Segunda Guerra Mundial y hasta la década de 1980, la Iglesia belga obligó a muchas madres solteras a ofrecer a sus recién nacidos para que fuesen adoptados, casos en los que hubo dinero de por medio.

Francisco dijo que estaba “entristecido” de enterarse de estas prácticas, pero dijo que esos delitos estaban “mezclados con lo que desafortunadamente era el punto de vista que prevalecía en todas las partes de la sociedad en esa época”.



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