Internacional - Política
El legado de Biden podría estar manchado por el regreso de Trump
Por Michael D. Shear, Zolan Kanno-Youngs | NYT
Durante 1333 días, el presidente Biden fue el único, insistió en repetidas ocasiones, que podría volver a derrotar al expresidente Donald Trump.
Ignoró su promesa de ser un puente hacia una nueva generación. Dijo a quien quisiera escucharle que él era la mejor opción para los demócratas, incluso cuando la inflación se disparaba y su índice de aprobación caía en picada. Su fe en sí mismo permaneció inquebrantable ante el impacto cada vez más evidente de su edad, que le impidió presentar eficazmente argumentos contra Trump.
El martes, Biden observó desde la residencia de la Casa Blanca cómo los votantes rechazaban a la vicepresidenta Kamala Harris y devolvían a Trump al poder durante otros cuatro años. Biden, quien advirtió repetidamente sobre el peligro que supone Trump, se encuentra con la realidad de que su predecesor es ahora su sucesor, elegido con lo que probablemente será la mayoría del voto popular.
Entre sus aliados más cercanos, Biden será recordado como la persona que derrotó a Trump en 2020 y puso fin a su propia campaña de reelección por el bien del país. Pero muchos demócratas ya lo están poniendo bajo una luz muy distinta, y muy poco halagadora: un presidente de un solo mandato que encaminó a su partido al fracaso en 2024.
“Se suponía que iba a ser el puente, un puente de transición para la próxima generación de demócratas”, dijo Douglas Brinkley, un historiador presidencial veterano. En lugar de eso, dijo Brinkley, “hizo volar el puente” al no retirarse antes de la carrera presidencial de 2024.
El regreso de Trump al poder está ahora destinado a ser el centro del legado de Biden.
Los historiadores discutirán durante años cuánta responsabilidad tiene Biden en ese resultado. Pero algunas cosas ya están claras. A pesar de llevar medio siglo en la política, el presidente juzgó fundamentalmente mal al electorado estadounidense y subestimó su disposición a aceptar a Trump y su comportamiento autoritario, sus transgresiones legales y sus promesas de represalia.
La decisión de Biden a principios de 2023 de aspirar a un segundo mandato a los 80 años privó a los demócratas de la oportunidad de un debate robusto sobre quién sería la persona más adecuada para impedir que el expresidente volviera al cargo para un segundo mandato. Biden esperó tanto para abandonar su candidatura a la reelección que Harris heredó de hecho la nominación sin tener que preguntar a los votantes qué opinaban.
Los líderes del partido, incluido el expresidente Barack Obama, elogiaron en ese momento la disposición de Biden a renunciar al poder y hacerse a un lado. Pero muchos demócratas dijeron que les enfadaba que el momento elegido por Biden dejara solo unos meses a Harris para montar una campaña.
“Deberíamos haber celebrado unas primarias con todos los talentos y eso nos habría dado una mejor oportunidad para hacer saber a todo el mundo quiénes eran los candidatos”, dijo Mark Buell, un destacado donante demócrata que apoyó la campaña de Harris.
Luchando por contener las lágrimas
A las 4:02 p. m. el día de las elecciones, la Casa Blanca envió una nota a los periodistas. Biden había terminado la jornada. No se reuniría con Harris en su fiesta de victoria prevista en la Universidad Howard. Vería los resultados con su familia y un puñado de sus ayudantes más cercanos.
Su personal hizo lo mismo. Algunos se refugiaron en casa. Otros fueron a bares. Un pequeño grupo de verdaderos creyentes de su equipo se reunió en el ala oeste de la Casa Blanca, esperando —o tal vez deseando— que Harris lograra una ajustada victoria sobre el expresidente.
Cuando quedó claro que no iba a ser así, algunos ayudantes contuvieron las lágrimas. Muchos llevaban casi una década con Biden. Habían interiorizado el optimismo del presidente y creían que los votantes recompensarían a Harris por formar parte de una agenda que incluía la reducción de los precios de los medicamentos, millones de nuevos puestos de trabajo e inversiones en infraestructuras.
Buena parte de los miembros del equipo del presidente creyeron hasta las últimas horas que el país se había cansado de Trump, señalando unos resultados demócratas mejores de lo esperado en las elecciones intermedias de 2022. Esas elecciones se consideraron en su momento como un rechazo al movimiento de Trump “Make America Great Again”. Muchos miembros del equipo de Biden repitieron la recurrente afirmación del presidente de que él era el único que había derrotado a Trump.
“No he perdido. Le gané la última vez. Le ganaré esta vez”, insistió Biden a los presentadores de tendencia izquierdista del programa Morning Joe de MSNBC el verano pasado, solo 13 días antes de que lo presionaran para abandonar la contienda.
El martes, en la Universidad Howard, donde miles de partidarios de Harris se habían reunido para celebrar la elección de la primera mujer presidenta, el ambiente pasó de la euforia al desaliento y, finalmente, a la preocupación. Lo que empezó como una fiesta en el patio, se agrió cuando CNN, que se emitía en grandes monitores exteriores, mostró que Trump iba ganando terreno.
Muchos de los asistentes abandonaron el patio después de que CNN informara que Trump había ganado Carolina del Norte. Cuando el copresidente de la campaña de Harris, Cedric Richmond, subió al escenario y dijo que Harris no hablaría, muchos de los que antes abarrotaban la zona ya se habían marchado.
A primera hora de la mañana del miércoles, cuando estaba claro que Trump había ganado, los creyentes intentaban dar sentido a lo que había ocurrido, y cuál sería probablemente el destino de la agenda en la que todos habían trabajado durante años.
“Su presidencia no obtendrá altas calificaciones porque fue contratado para extinguir a Trump y al trumpismo, y ambos están vivos y coleando en Estados Unidos”, dijo Brinkley.
El presidente y sus principales ayudantes han advertido durante semanas que Trump destrozaría la agenda de Biden, ayudado por un Congreso que podría estar totalmente bajo control republicano y una Corte Suprema que él apiló con jueces conservadores durante su primer mandato. Otros dijeron que creían que a los republicanos les resultaría más difícil hacer retroceder programas populares como las ayudas a los precios de los medicamentos o las inversiones en puentes, carreteras y aeropuertos.
Afuera del complejo de 18 acres de la Casa Blanca, los aliados de Biden lidiaban con lo que podría haber sido. ¿Culparon los votantes a Harris por formar parte del gobierno de Biden? ¿Podría ella haber hecho algo más para separarse del presidente en un esfuerzo por definir mejor su propia identidad política? ¿Habría cambiado algo?
“Estas fueron unas elecciones sobre las políticas del gobierno de Biden, sobre todo la inflación y la economía”, dijo Quentin James, cofundador del Collective PAC, organización centrada en apoyar a las personas negras votantes y en cargos electos.
“Puede que ella tuviera la oportunidad de distanciarse del presidente Biden en materia de economía”, dijo, “y creo que es ahí donde tenemos que mirar atrás y decir qué podríamos haber hecho”.
¿Durante cuánto tiempo?
En el verano de 2021, Biden se reunió con líderes europeos por primera vez como presidente en Cornualles, Inglaterra. Trump había sido expulsado de su cargo, dijo a sus homólogos, y “Estados Unidos ha vuelto”.
La respuesta de ellos, según ha dicho Biden en repetidas ocasiones desde entonces, fue ominosa: “¿Pero por cuánto tiempo?”. Querían garantías de que el mandato de Trump había sido una aberración y de que podían confiar en que la política exterior de EE. UU. no volvería a virar hacia el enfoque confrontacional de “Estados Unidos primero” del expresidente.
En aquel entonces, les dijo que Trump sería solo un momento en la historia, un breve desvío del lugar que ocupaba Estados Unidos en el mundo desde la Segunda Guerra Mundial.
Pero el martes se demostró que estaba equivocado.
Para Biden, ese puede ser el golpe más cruel a una carrera política que se construyó en gran medida sobre su reputación de maestro de los asuntos mundiales. Como senador, viajó a las capitales del mundo como el poderoso presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado. Durante ocho años como vicepresidente, fue el experimentado asesor de política exterior de Obama. Y como presidente, Biden se erigió como protector de la democracia y principal defensor de las instituciones internacionales, especialmente la OTAN.
Pero los votantes decidieron respaldar una nueva dirección el martes por la noche.
Trump se ha mostrado desdeñoso con la OTAN, acusando a las naciones europeas de depender demasiado de Estados Unidos para su defensa.
“La cuestión es cuál es la norma y cuál la excepción”, dijo Richard Haass, expresidente del Consejo de Relaciones Exteriores. “Es posible que Biden se convierta en el último presidente post-Segunda Guerra Mundial y Trump en el primero de una nueva era”.
Y añadió: “Probablemente no lo sabremos hasta dentro de cuatro años por lo menos”.
‘No lo creyeron’
Asesores que trabajaron en la órbita de Biden dijeron que este siempre tuvo la intención de presentarse a la reelección. Un exasesor, que habló bajo condición de anonimato para no enfadar al presidente, dijo que Biden y sus estrategas hablaban con frecuencia sobre cómo enmarcar su agenda para ganar un segundo mandato.
Pero el presidente hizo poco, que fuera evidente, para desarrollar a Harris como su sucesora inevitable. Sin embargo, cuando abandonó la contienda, no tardó en apoyarla como la única sustituta posible y ella consolidó rápidamente su aparato de campaña.
El senador demócrata por Delaware, Chris Coons, dijo el miércoles que tanto Harris como Biden defendieron ante los votantes que la agenda del gobierno había beneficiado a los estadounidenses y debía extenderse otros cuatro años.
“Pero no lo creyeron”, dijo Coons en una entrevista en la CNN. “Y no nos dieron crédito por ello”.
Michael LaRosa, quien fue uno de los principales ayudantes de la primera dama, Jill Biden, dijo que los votantes juzgarían a Biden “justa o injustamente” por su decisión de presentarse a la reelección, no por sus logros legislativos. Dijo que a los demócratas les esperaban semanas o meses de dudas y recriminaciones.
“Eso es lo que hacemos en esta ciudad, republicanos o demócratas”, dijo LaRosa. “Es una tradición bipartidista hacer una resonancia magnética pública de cualquier campaña perdedora”.
aranza
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