Vox Dei
«Jesús, maestro, ten compasión de nosotros»
Evangelio, Lucas 17,11-19
«Levántate y vete; tu fe te ha salvado»
Un día, de camino a Jerusalén, Jesús pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!». Al verlos, les dijo: «Id y presentaos a los sacerdotes».
Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. Tomó la palabra Jesús y dijo: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?». Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado».
Reflexiones
Llucià Pou Sabaté
«Todos quedan curados, pero únicamente uno regresa»
Jesús está en camino, en su último viaje «hacia Jerusalén» donde matan a los profetas (cf Lucas 13,33). El camino de cruz ha comenzado desde hace ya mucho tiempo. Va Jesús subiendo hacia Jerusalén, libremente, conscientemente, voluntariamente.
“Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron hacia Él diez leprosos. Le pararon a distancia y le gritaron...” están marginados y han de avisar al que se le acerca gritando: «¡impuro!, ¡impuro!» (Levítico 13,45). Despreciables, estaban proscritos y aislados. Comían lo que los peregrinos les arrojaban. Eran considerados impuros y no aptos para vivir en sociedad. Jesús permite que un grupo de leprosos se le acerque. -«¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» Uno de los grandes clamores de toda humanidad sufriente. Plegaria que repetimos en la misa: «¡Señor, piedad!» Que no tenga yo jamás miedo de clamar al Señor, de apelar a su misericordia. En la Biblia, la lepra es a menudo el símbolo del pecado, el mal que desfigura.
Jesús rompe con este gesto la mentalidad segregacionista que divide el mundo en puros e impuros, sacros y profanos. -“Al verlos, Jesús les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes.»” Era también la Ley (Levítico 14,2). De paso, es un hermoso ejemplo de sumisión de Jesús a las autoridades de su país. “Mientras iban de camino quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a voces. Se echó, el rostro contra el suelo, a los pies de Jesús, dándole las gracias”. De camino, todos quedan curados, pero únicamente uno regresa. Es extranjero. Hay personas que nos parecen alejadas y que nos dan lecciones, saben reconocer la cercanía de Dios.
«Eucaristía», es «acción de gracias». Ayúdame, Señor, a saber reconocer tus beneficios... Ayúdame a orar con mis alegrías, mis horas felices, con las gracias que recibo de ti. Cada noche, examinar cómo he pasado el día para darte las gracias. Ir a la eucaristía con el corazón rebosante de gozo por las maravillas de Dios. Y estar dispuesto, durante el acto litúrgico, a glorificar a Dios «de viva voz». Me imagino al leproso curado, sus gritos de alegría, sus gestos...
“Era un «samaritano»”... Una vez más (Lucas 10,30) Jesús pone como ejemplo a los que eran mal vistos por los judíos fieles. Algunos paganos, por sus cualidades humanas auténticas, pueden estar más cerca de Dios que algunos fieles. A través de esos hechos evangélicos, adivinamos la apertura del Evangelio a naciones y países hasta aquí apartadas del pueblo de Dios. -“¿Y los otros nueve? ¿Sólo este extranjero ha vuelto para dar gracias a Dios?”
Alejamiento y vuelta que nos muestra Lucas; podemos también decirle nosotros, sintiéndonos vulnerables como los leprosos: "Jesús, maestro, ten compasión de mí". En este Evangelio vemos las claves de lo que debe ser la vida del cristiano, resumida en tres sencillas palabras: misericordia, fe y agradecimiento. Jesús, ¡qué grande es tu misericordia, ante los necesitados y enfermos especialmente! Tu piedad, Jesús, no rebaja sino que libera, levanta a las personas. Siente como tuyo el dolor o el sufrimiento de la persona que tiene ante sí. Esta compasión ayuda a quien te mira a tener fe, y así tú puedes hacer milagros con él. Y así puede quien es por ti curado vivir el agradecimiento siendo a su vez misericordioso con los que le rodean.
Pienso que vemos este rostro de Dios cuando nos encontramos a alguien que se detiene en su camino para ayudarnos cuando estamos necesitados, en la carretera por ejemplo, si nuestro coche se ha averiado. Pero también en los pequeños detalles, cuando nos ceden el paso en medio del tráfico, nos sonríen amablemente en el trabajo los lunes por la mañana. Cito una noticia de periódico: Montse está viva gracias a que una mujer que viajaba con ella en un bus urbano de Barcelona a principios de año identificó en su cara unas señales sintomáticas de un tumor. Hoy, operada y recuperada, busca a su 'ángel de la guarda' a través de la prensa para darle las gracias. Después de los análisis que su ángel le aconsejó, y operarse, ella busca a la mujer que la ayudó en el bus. Quiere darle las gracias por salvarle la vida.
Ángeles que Dios pone en nuestro camino… “¿Qué cosa mejor podemos traer en el corazón, pronunciar con la boca, escribir con la pluma, que estas palabras: ¡Gracias a Dios!? No hay cosa que se pueda decir con mayor brevedad, ni oír con mayor alegría, ni sentirse con mayor elevación, ni hacer con mayor utilidad” (San Agustín).
JMRS