Consultorio Financiero
Turbulencia en los mercados
Jorge A. Chávez Presa, El Universal
El reciente desplome en las cotizaciones de las bolsas de valores de los principales mercados financieros, así como los de las economías emergentes, incluyendo la mexicana, siembran incertidumbre y una pregunta obligada es: ¿cómo puede orientarse la reforma de la hacienda pública mexicana para contribuir a la estabilidad, como condición necesaria para el crecimiento económico y la generación de empleo, y dotarla de capacidad para actuar de manera contracíclica, esto es, a reducir el superávit fiscal cuando la economía se debilita, y a aumentarlo cuando la economía se acelera?
La Bolsa Mexicana de Valores registró un descenso de 4 mil 619 puntos, o 14% desde el máximo alcanzado en julio hasta el mínimo reciente de agosto. En esta ocasión le tocó al mercado financiero mexicano aguantar los vientos huracanados que se gestaron en Estados Unidos y Europa ocasionados por las pérdidas que han empezado a conocerse de los créditos hipotecarios de alto riesgo y baja calidad crediticia, que en el argot bursátil han denominado subprime.
A diferencia del descenso que empezó a darse desde mediados de julio hasta los primeros días de agosto en los índices de precios de las acciones, lo que ahora llamó fuertemente la atención fue la intervención de los bancos centrales de las principales economías para inyectar liquidez en los mercados de dinero, y en particular las acciones que ha adoptado la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed).
Los bancos centrales, cuyas funciones primordiales son el combate a la inflación y contribuir a preservar la estabilidad de los mercados financieros, se emplearon a fondo para cubrir esta segunda función y actuar como prestamistas de última instancia. Esto significa que cuando empieza a haber situaciones de falta de liquidez como estuvo registrándose en las últimas semanas, al dejarse los bancos comerciales de prestar entre sí al percibir gran incertidumbre y verse impedidos de medir el riesgo al que están expuestos, el banco central interviene y presta.
La Reserva Federal primero compró valores gubernamentales y posteriormente abrió su ventanilla de descuento reduciendo el rédito que cobra. También cambió la connotación del acceso a este instrumento, pues normalmente sólo los bancos con problemas severos recurrían a él, por lo que en la normalidad los bancos evitan a toda costa utilizarlo pues afecta severamente su reputación.
Este enrarecimiento de los mercados financieros internacionales agarra a México en condiciones muy diferentes a las que tenía hace más de 13 años, cuando el crecimiento y la generación de empleos del país sufrieron por la crisis que activó el vencimiento de los famosos Tesobonos.
Estos instrumentos de deuda mexicana indizada en dólares, que pagaba muy buenos rendimientos, atrajeron a muchos inversionistas extranjeros, especialmente a los de los fondos de retiro.
La nobleza del instrumento, que permitía emitir deuda interna y cubrir un interés más bajo que el que requería el endeudamiento en pesos mientras que daba cobertura cambiaria, pronto se volvió en veneno puro al concentrarse los vencimientos en un plazo muy corto y perderse la confianza de los inversionistas para renovar la inversión. Esto equivalió a una huida de depositantes de un banco que retiran sus ahorros por percibir insolvencia.
Ahí el Banco de México como prestamista de última instancia respondió con las reservas internacionales, en un contexto de tipo de cambio prácticamente fijo que se administraba dentro de unas bandas.
Ahora afortunadamente la economía mexicana tiene un tipo de cambio flexible que evita que el Banco de México interfiera en el mercado cambiario para hacer frente a ataques especulativos; las reservas internacionales superan los 70 mil millones de dólares (mmd); la deuda pública externa tradicional ha reducido su saldo a menos de 58 mmd, y las finanzas del sector público consolidado son superavitarias, aunque la hacienda pública es débil.
No obstante estas fortalezas, la fragilidad de la hacienda pública queda expuesta porque emplea ingresos de un recurso no renovable para cubrir el gasto de operación gubernamental como por la volatilidad a la que está expuesta a los precios y al volumen de producción del petróleo.
De ahí que una asignatura pendiente es la de dotar al Ejecutivo federal de un instrumento con la capacidad de com-pensar una disminución de la demanda agregada, como menores exportaciones, a través de la política fiscal, como lo hace la gran mayoría de los países Organiza-ción para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Y eso sólo se logrará aumentando la recaudación de impuestos y mejorando la aplicación del gasto, con lo que las turbulencias externas puedan mitigarse mejor.
AAG