Policrato Philodemos

La rebelión pasiva

2009-02-12

Esta situación degradada parece estar gestando una rebelión pasiva de la...

El menosprecio a la ciudadanía envilece al oficio
político y deslegitima al gobernante.

Tal parece que el envilecimiento de la política en México durante los últimos 25 años ha seguido una curva logarítmica ascendente, debido a que cada una de las decisiones ajenas a los intereses de la sociedad que toma la clase política, la aleja cada vez más de la ciudadanía a la que debe servir, creando un abismo de incomunicación, de credibilidad, y de rencor social, que deslegitima a todo tipo de autoridad emanada de los procesos electorales.

Esto se ha dado especialmente en las cámaras de diputados y senadores, quienes han olvidado que representan al pueblo y se han dedicado a servir a sus propios intereses o a los de sus partidos, llegándose a la situación en que el poder legislativo parece tener como meta principal de sus empeños, el acotamiento absoluto del poder ejecutivo y la desciudadanización de los institutos ciudadanos, para lo cual ha ido creando leyes a su favor y para reforzar el monopolio de los partidos en la liza electoral, de modo que la autoridad y capacidades restadas a otros organismos se sumen a las que ya tiene el poder legislativo, aumentando así su protagonismo político, proceso que nos ha llevado a la tiranía de facto de una partidocracia insolente en las cámaras, que no ha dudado en romper las reglas del juego democrático, a sabiendas de que al actuar de esa manera estaba degradando la estructura de las instituciones del gobierno y acotando las libertades de la ciudadanía.

Lo anterior ha llevado a la clase política a comportarse como unos bucaneros, que han tomado como botín el erario de la nación para repartírselo en forma de altísimos sueldos, prebendas, privilegios, y compensaciones, a la manera de verdaderos piratas, que cada vez se parecen y actúan más como las bandas del crimen organizado, que actualmente asolan y feudalizan territorios de nuestra nación… dejando entre la ciudadanía la idea de que ambas mafias (la política y la delincuencial), ya se han convertido en un problema de seguridad nacional y de inseguridad ciudadana.

Esta situación degradada parece estar gestando una rebelión pasiva de la ciudadanía, ante la insensibilidad de la clase política, de la clase empresarial y de la complicidad de los medios, cuyas consecuencias serán evidentes durante los próximos comicios intermedios, en los que los analistas políticos pronostican un abstencionismo masivo de votantes potenciales, dada la destrucción de las esperanzas ciudadanas de un cambio favorable para el país.
Actualmente la selección de los candidatos de un partido político para competir en las elecciones a un puesto de elección popular, ha dejado de obedecer al compromiso, aceptación, y carisma del posible candidato dentro de la ciudadanía, para ser designado por el dedazo cupular dentro del partido, donde estas cúpulas están invadidas por la simulación y las mañas perversas que desconocen lealtades, y que se han acostumbrado a negociar dignidades y legalidad, circunstancia que modifica las lealtades y actitudes de los candidatos que se designan antidemocráticamente, y que por lo mismo no se sienten comprometidos con el pueblo que votará en los comicios respectivos, sino con quien o quienes los designaron, que los lleva ya electos a orientar sus programas para atender las necesidades de sus partidos y no a la de los ciudadanos.

De la misma manera, las modificaciones constitucionales que las cámaras legislativas le hicieron a la Ley Federal Electoral, eliminaron la independencia y desciudadanizaron al Instituto Federal Electoral, hasta convertirlo en un títere del poder legislativo, mismo que se ha abrogado el derecho de quitar y poner a sus integrantes según convenga a sus intereses, así como la de controlar a su antojo las partidas presupuestales que se le asignan al I.F.E., cuya misión parece quedar únicamente supeditada a vigilar y controlar los medios de difusión durante las campañas electorales.

También en la ley de marras (aún en contra de las garantías constitucionales que hablan del derecho de los ciudadanos mexicanos a votar y ser votados para los puestos de elección popular), quedaron  prohibidas las candidaturas ciudadanas independientes, lo que refuerza el monopolio de los partidos políticos, y en previsión de que la ciudadanía pueda enterarse de las corruptelas e historial oscuro de los candidatos que propongan para los puestos de elección popular, quedó prohibido que durante las campañas electorales se pueda hacer alusión alguna al pasado delincuencial, a sus limitaciones e ineptitudes, y/o a las características negativas, que puedan tener los candidatos o sus partidos, lo que impide que el ciudadano tenga una base real para poder razonar sus preferencias (con la información indispensable sobre la persona en quien va a depositar su lealtad para que lo represente o lo dirija y gobierne), así como el sentido y la orientación partidista de su voto durante las elecciones.

Por otro lado, todos los partidos políticos en México reciben un más que generoso subsidio para cubrir sus gastos administrativos y de campaña durante las elecciones, circunstancia que los ha convertido en jugosos negocios para sus cúpulas dirigentes, ya que pueden gastar discrecionalmente el dinero que les asignan del erario nacional…. Parece que les ha pasado lo mismo que a los equipos deportivos y al deporte de masas, que al separarse de su mística natural que les daba sentido y que los legitimaba ante el público, se convirtieron en negocios de alto rendimiento económico, en donde la codicia de ganancias y poder cada vez mayores los envileció…. Actualmente todos los partidos políticos que existen en México ya no representan a nadie en la sociedad, sino a sus propios intereses de poder y de dinero, que ha convertido al juego democrático de los comicios en una verdadera parodia, en donde el ciudadano es el convidado de piedra al que se pretende usar para que avale y/o legitime los intereses de una partidocracia, que opera en contubernio con las cámaras legislativas, pues gane el candidato que sea, de cualquiera de los partidos que compiten, no van a cambiar nada para la ciudadanía, ya que los intereses de candidatos y partidocracia los considera únicamente como fichas de cambio, que solamente le sirven para legitimarse y poder seguir apoyando sus negocios y posiciones de poder, además de asegurar la continuidad y reproducción del estatus de poder que han creado para medrar.

Ante este panorama ominoso y desalentador, el ciudadano, al que la partidocracia trata como a un imbécil o retrasado mental, pensando que puede seducirlo para jugar la parodia política de la simulación democrática, pero que durante los comicios y ante las urnas significa un voto potencial, que legitima su rapacidad y la de sus candidatos… a ese ciudadano solo se le presentan dos alternativas….

La primera es ir a votar por quien no lo representa ni se preocupará por resolver sus problemas, acto que legitimaría a quien no va a velar por sus intereses… Mientras que la segunda es el abstenerse de votar, para demostrar su rechazo a la parodia democrática que ha sido armada por la partidocracia, y de esa manera volver nulo un proceso amañado que ha sido fraguado a espaldas de la ciudadanía y de sus intereses.

Parece que la segunda opción va a ser la única respuesta lógica ante el atraco tramado por la partidocracia para los próximos comicios intermedios, ya que en los hechos ha demostrado su desprecio por la ciudadanía, así como su filia hacia los barones del dinero y su identificación con los oligopolios internacionales y domésticos, quienes por su codicia (ahora matizada y encubierta bajo el pomposo nombre de operaciones financieras), son los responsables de la recesión que actualmente se ha extendido por todos los países.



AGVR

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