Cuentas Claras

El paso de vencedor a vencido

2009-03-28

Los negocios más sólidos de Bear han sido absorbidos por J.P. Morgan, que pagó...

Por Robin Sidel y Kate Kelly

A mediados del año pasado, ejecutivos de J.P. Morgan Chase & Co. decidieron cambiar los nombres de algunos de los comedores renovados del piso 49 de su sede en Nueva York en homenaje a compañías que absorbió. Chase Manhattan, Manufacturers Hanover, First Chicago e incluso Texas Commerce son algunas de las empresas conmemoradas. Pero no hay ningún comedor Bear Stearns Cos.

Un año después de que uno de los pesos pesados más antiguos de Wall Street acabara en manos de J.P. Morgan en una venta orquestada por el gobierno, quedan pocos vestigios del nombre de Bear, de su cultura arriesgada y agresiva ni de su estrepitosa caída.

Los negocios más sólidos de Bear han sido absorbidos por J.P. Morgan, que pagó unos US$1,500 millones por la firma de valores.

De los 14,000 empleados que trabajaban en Bear el pasado marzo, sólo unos 5,000 lo hacen ahora para J.P. Morgan, donde representan una pequeña porción de los 225,000 empleados de la compañía financiera.

Una de las pocas operaciones de Bear que conserva su antiguo nombre es Bear Stearns Private Client Services, un negocio de corretaje donde todavía trabaja Alan "Ace" Greenberg, el legendario ex presidente ejecutivo del banco.

El resto de Bear, desde sus generosos incentivos hasta sus competitivos operadores, que frecuentemente apostaban por la clase de riesgo que llevó la firma al colapso, se está desvaneciendo. J.P. Morgan añadió sólo unos cuantos reportes anuales de Bear a los grandes archivos del banco, que contienen la carta de J. Pierpont Morgan de 1907 en la que garantizaba los bonos de la Ciudad de Nueva York durante un pánico financiero.

Los típicos cristales grabados con el nombre de Bear Stearns en la sede de la firma en Nueva York fueron reciclados y en su lugar se instalaron otros con una inscripción del nombre de J.P. Morgan.

Los empleados de Bear que acabaron en J.P. Morgan reconocen que las cosas podrían ser mucho peores, como por ejemplo los empleados de Lehman Brothers Holdings Inc., que se declaró en bancarrota en septiembre. Con todo, no hay duda de que la vida en J.P. Morgan es muy distinta de lo que era en Bear.

El día en que fue anunciada la venta, los empleados de Bear recibieron un informe del departamento legal anunciando que cualquier incursión en "nuevos tipos de negocios" o "la iniciación de cualquier operación de más de US$500,000" requeriría la aprobación de J.P. Morgan.

El presidente de J.P. Morgan, James Dimon, ha dicho en repetidas ocasiones que no se arrepiente de haber comprado Bear, a pesar de que le ha acabado costando al banco varios miles de millones de dólares, incluyendo pérdidas en posiciones de Bear que perdieron valor. El gobierno acordó absorber hasta US$29,000 millones en pérdidas de Bear, y J.P. Morgan espera que la antigua Bear genere ganancias de US$1,000 millones este año.

Dimon, que compró las operaciones bancarias de Washington Mutual cuando éste fue intervenido por reguladores federales en septiembre, también ha asegurado que era de interés nacional adquirir a Bear y evitar que acabara en bancarrota. Eso podría haber provocado una crisis financiera incluso mayor.



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