Enfoque

Una respuesta unificada a Cuba

2009-04-14

Es un buen momento para reconocer que ni el embargo estadounidense ni los esfuerzos del resto del...

Por Maria Werlau, Dow Jones Newswires

El ascenso de Raúl Castro a la presidencia de Cuba ha alimentado expectativas de reforma en una dictadura que ya lleva 50 años. Esta semana, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, tendrá que pronunciarse sobre el asunto en la Cumbre de la Américas en Trinidad y Tobago.

Es un buen momento para reconocer que ni el embargo estadounidense ni los esfuerzos del resto del mundo han ayudado a los cubanos a obtener sus derechos. Las sanciones, aunque éticamente justificadas, no pueden surtir efecto unilateralmente; tratar a Cuba como un socio normal es inmoral y contraproducente. Se necesita un nuevo enfoque unificado.

Del mismo modo que las personas oprimidas de Sudáfrica, Chile y otras tiranías recibieron respaldo internacional, es un deber común encontrar un planteamiento efectivo al problema de Cuba. También está en el interés de todos. Una Cuba democrática, estable y próspera dejaría de amenazar la seguridad de la región, desaceleraría el flujo de refugiados cubanos y proveería mejores oportunidades comerciales y empresariales.

Si el presidente de EE.UU. entiende el totalitarismo mejor que sus contrapartes de América Latina y el Caribe, les recordará que en la Cumbre Iberoamericana de 1996, Fidel Castro firmó la Declaración de Viña del Mar prometiendo apoyar el pluralismo democrático. Castro ha ignorado constantemente todos los acuerdos internacionales de este tipo. Ahora, los asistentes a la Cumbre de Trinidad y Tobago deberían conjuntamente exponer el engaño de Cuba.

Lo que se necesita es una política de diálogo exhaustivo y condicional. Las medidas elegidas del menú de posibles políticas no deberían depender de la cooperación de Cuba, deberían ser flexibles si Cuba responde y deberían incluir sanciones cada vez más firmes. Desarrollar un esfuerzo multilateral ampliaría la responsabilidad de la democratización de Cuba a la comunidad internacional, donde pertenece.

Desde hace mucho, los hermanos Castro han alimentado falsas ilusiones que de el diálogo con el régimen producirá cambios, sin importar que las legiones de emisarios que promueven la reforma constantemente han vuelto con las manos vacías.

Los ineficientes esfuerzos para acabar con el aislamiento de Cuba son evidentes en la industria del turismo. Más de dos millones de turistas de todo el mundo viajan a Cuba todos los años, incluyendo visitantes que viven en EE.UU. (se estima que 1,3 millones han realizado el viaje en los últimos 10 años). Sin embargo, leyes estrictas aún gobiernan las relaciones laborales con el sector internacional. Los trabajadores son seleccionados por su lealtad política y tienen que ser contratados por una empresa estatal que se queda con más del 90% de sus sueldos y la totalidad de las propinas. El Estado todavía es dueño de la industria del turismo, por lo que miles de millones en ingresos continúan yendo directamente a sus arcas o a cuentas bancarias en el exterior.

EE.UU. también ha buscado entablar una relación comercial con Cuba. Las ventas de productos médicos y agrícolas han estado exentas del embargo desde hace mucho. Pero los cubanos tienen prohibido importar esos bienes o ser propietarios de empresas que los distribuyan o vendan. La élite gobernante, en cambio, disfruta de acceso privilegiado a alimentos, bienes de consumo y servicios médicos de primera clase, a los que la población no tiene acceso. Muchas farmacias y hospitales ni siquiera tienen aspirina. La ración obligatoria de alimentos es lamentable y no provee las calorías suficientes.

Las "reformas" más recientes, muy publicitadas, consistieron fundamentalmente en permitirles a los ciudadanos la compra de teléfonos celulares y el ingreso a instalaciones turísticas. Pero el costo de una llamada por celular o una noche de hotel supera el salario anual del trabajador promedio (US$16 al mes). El gobierno lanzó un novedoso "diálogo" en toda la isla, el que cesó rápidamente cuando las fallas del régimen se volvieron muy evidentes. Finalmente, una purga reciente dentro del régimen dejó al nuevo dictador en jefe con un firme control.

Veinte años después del colapso de la Unión Soviética y "de la apertura del mundo a Cuba", los cubanos no son más libres. El Estado aún decide dónde pueden trabajar, estudiar y vivir y es dueño de todos los medios de comunicación y medios de producción. Internet, los viajes al extranjero y todas las organizaciones no afiliadas al Partido Comunista o el Estado están prohibidas.

No es posible entablar ninguna clase de diálogo con un liderazgo dispuesta a hacer lo que sea necesario para sobrevivir y sostenida por un arraigado aparato represivo. Entre sus herramientas favoritas están la vigilancia, el despojo de de empleos y viviendas, el exilio forzado y la detención arbitraria.

Cuba es considerado por Freedom House como uno de los países más represivos del mundo. Más de 200 prisioneros políticos están cautivos junto a decenas de miles encarcelados por "crímenes económicos" como recurrir al mercado negro para lograr el sustento que la ruinosa planificación central no puede brindarles. Las condiciones en las prisiones son salvajes. La lista de muertos incluye grandes cantidades de personas asesinadas mientras intentaban huir de la isla o perdidos en el mar. En el olvidado Guantánamo —del lado cubano—no sólo hay horrendas prisiones sino también el equivalente de dos muros de Berlín alrededor de la base naval de EE.UU. para impedir escapes, uno por tierra y el otro por agua, en la misma bahía.

Una tiranía implacable ha durado demasiado tiempo. Exige una respuesta sensata y unificada.

Werlau es una consultora que vive en Nueva Jersey y es cofundadora del proyecto sin fines de lucro Cuba Archive.

Mary Anastasia O'Grady está de viaje.



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