Anecdotario
Henry Ford, una vocación bien definida
Gabriel Marañon Baigorrí
Henry Ford, el magnate del automóvil, nació en una humilde granja de los Estados Unidos. Cuando de niño venía de la escuela, su sitio favorito era estar junto al fuego de la cocina. Y allí se pasaba horas y horas entretenido en desarmar un reloj y en armarlo otra vez. Quería ser relojero.
Siendo adolescente, empezó a hacer toda clase de experimentos de física, por eso, no consentía que se tirara nada a la basura, ni siquiera un cuchillo rolloso, ni una lata de conservas.
En una ocasión construyó una represa, con el fin de probar la fuerza del agua, pero la hizo tan sólida que los campos vecinos se anegaron y el padre tuvo que pagar una buena suma de dinero. Su madre decía, toda apenada: "Es un excéntrico, cualquier día saldrá fabricando una máquina."
Henry Ford cobró gran afición a la mecánica. Se metió por todos los talleres y se hacía explicar el funcionamiento de las máquinas y motores. Cuando iba a la ciudad acompañado de su padre era para él un día de fiesta detenerse en los comercios y ver en sus escaparates la maquinaria que se ofrecía en venta.
Un día, oyeron un estrépito horroroso en la carretera: salieron todos los vecinos y entre ellos Henry Ford y vieron todos un automóvil en que el conductor tuvo que moderar la marcha para no espantar los caballos. Entonces apenas había automóviles. El muchacho se acercó al conductor y comenzó a hacerle mil preguntas, que aquél no tuvo más remedio que contestar explicándole todo el mecanismo del automóvil. Henry Ford, entonces, se fabricó un coche de madera y por motor puso una lata vacía. Cuando cumplió los dieciséis años quiso ir a trabajar a Detroit. El padre quería que fuera granjero como él. Pero el muchacho, obstinado, quería estudiar Ingeniería en una de las fábricas de Detroit. Se colocó en un taller y trabajó con tal diligencia y entusiasmo que parecía ser el dueño del negocio. Cuando regresaba a la casa de huéspedes se quedaba estudiando hasta la madrugada libros de ingeniería mecánica.
Quedó sin colocación. Y un día entró en un taller pidiendo trabajo. El dueño le dijo que no tenía trabajo para él. En aquel instante el jefe del taller estaba entregado al arreglo de un viejo motor. Henry Ford echó una ojeada al motor, lo observó bien y comenzó al instante a arreglarlo y el viejo motor funcionó a maravilla. El dueño tomó a Ford como especialista de motores, pagándole 45 dólares.
Ford contrajo matrimonio y se fue con su esposa a vivir a Detroit. En las horas libres se encerraba en un cobertizo y trabajaba haciendo experimentos hasta la madrugada. Por fin una noche, en que llovía torrencialmente, le hizo a su esposa levantarse de la cama y le dijo que viniera con un paraguas. Fueron los dos al cobertizo. Tenía un motor de dos cilindros. La señora Ford estaba emocionada. La puerta se abrió y salió el coche a la calle y partió. Los vecinos empezaron a reírse. Al cabo de un rato Ford regresó con el coche. Marido y mujer se abrazaron, emocionados. Habían triunfado.
Un poco más tarde. Henry Ford fundó una sociedad para explotar la industria del automóvil en la ciudad de Detroit. El primer año vendió 1,700 coches. En 1914 fabricó 300,000 automóviles. Y en 1915 realizó el sueño de su niñez: fabricar tractores para la agricultura.
Henry Ford traía, desde niño una vocación clara y fija: la mecánica, la ingeniería y, por tanto, se veía lo que iba a ser: un mecánico genial y un hombre emprendedor de la industria del automóvil. Cuando Ford murió era uno de los más poderosos magnates del automóvil.
Explicación Doctrinal:
Lo importante en la vocación profesional, ya quieras ser ingeniero, carpintero, médico, sacerdote, ajustador, etc., es tener una gran afición a una cosa y tener aptitudes para realizarlas. Cuando se tiene un gran entusiasmo por una profesión por lo general se triunfa en ella. La inteligencia se ve como estimulada y agrandada por la vocación.
Hay chicos y chicas que ya vienen con una inclinación a algo determinado. Y sus juegos favoritos consisten en jugar en aquello que ellos quieren ser de mayores.
Pero aunque te guste tal o cual carrera u oficio pregunta a tus padres, profesores y amigos en qué consiste la profesión que te gusta a ti, cómo es su trabajo, qué aptitudes hay que tener.
Puede ocurrir que no tengas ninguna vocación y afición a algo determinado. En este caso conviene que te preguntes a ti mismo: "¿Qué me gustaría ser?" Y sobre todo observa el trabajo y la profesión de los demás. Pregunta a tus padres, hermanos, compañeros de clase sobre las distintas profesiones que hay en la vida y en qué consiste su trabajo. Es muy importante pedir a los demás orientaciones sobre la vida profesional. Porque a veces te parece a ti que es esta profesión -ingeniero, médico, electricista, etc,- la que te gusta y, sin embargo, no es esa, como ha ocurrido muchas veces, entre ellos a Ramón y Cajal, Roberto Koch y otros más. Resulta que en el fondo tienen una vocación, pero dormida, y necesitan que alguien les despierte la inclinación que tienen en su espíritu. No hay que lanzarse en seguida a decir: "¡Quiero ser ésto!" Sino mirar despacio y tantear otros terrenos.
Norma de Conducta:
Pediré a Dios su ayuda para saber cuál es mi vocación.
EEM