Reportajes

El problema de credibilidad de Jamie Dimon

2011-06-29

A medida que los inversionistas comenzaron a perder el entusiasmo por las CDO en 2007, muchos...

David Weidner, Dow Jones Newswires

Cuando se trata de elegir a uno de los banqueros más capaces de comunicar el mensaje del sector a Washington, Jamie Dimon se ha convertido en el emisario favorito de Wall Street. Está libre de los antecedentes que tienen sus homólogos.

Este mes, fue Dimon quien contradijo públicamente al presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Ben Bernanke, acerca de reglamentaciones bancarias que Dimon sostuvo eran demasiado onerosas.

"Tengo un gran temor de que alguien escribirá un libro en el que diga que las cosas que hicimos en la crisis demorarán la recuperación", dijo Dimon. Las palabras surtieron efecto. Muchos parecían coincidir y no era simplemente la élite del sector bancario.

El argumento de Dimon de que demasiada intervención gubernamental perjudicará la economía se ajustaba bien al discurso de que fue un error de Washington, no de Wall Street, el que causó la crisis financiera. Dimon no tiene un pensamiento conservador, pero su discurso reciente le ha ganado partidarios en la derecha y, por supuesto, ha recibido la bendición de los grandes nombres de las finanzas.

Es un papel natural para el presidente ejecutivo de J.P. Morgan Chase & Co. Dimon tiene la estatura, la influencia y un banco que no cometió los devastadores errores de sus rivales.

Hasta ahora.

El acuerdo extrajudicial de J.P. Morgan por US$154 millones con la Comisión de Bolsa y Valores de EU (SEC, por sus siglas en inglés) por presuntamente engañar a inversionistas de obligaciones de deuda colateralizada (CDO, por sus siglas en inglés) pone de relieve cómo incluso los bancos más honestos de Wall Street sucumbieron a la presión del sector para impulsar las ganancias por medio de prácticas cuestionables.

La pregunta ahora es en qué medida esta nueva revelación perjudicará a Dimon mientras lucha contra fuerzas políticas y regulatorias en Washington. ¿Pasará inadvertido o ignorado el acuerdo como una infracción única o privará a Dimon de su encanto?

Por medio de un portavoz, Dimon se negó a hacer comentarios. Pero cuando se trata del efecto del acuerdo sobre su influencia, la colocación presuntamente fraudulenta de los CDO debería dañar la reputación del banco y la de Dimon debido a la naturaleza consciente de las decisiones.

A medida que los inversionistas comenzaron a perder el entusiasmo por las CDO en 2007, muchos bancos como Citigroup Inc. y Merrill Lynch & Co. se vieron obligados a hacer una rebaja contable de sus activos hipotecarios.

No los pudieron mover.

En cambio, J.P. Morgan y Goldman Sachs Group Inc., siguieron promoviendo paquetes de basura a instancias de fondos de cobertura como Magnetar Capital y Paulson & Co., incluso permitiendo a las firmas, como ha acusado la SEC, la posibilidad de estructurar tales acuerdos para que pudieran ganar con ellos. Los perdedores fueron fondos de pensión, hospitales e inversionistas regulares a través de fondos mutuos. Sus inversiones fueron prácticamente borradas. Por otra parte, Magnetar, el fondo de cobertura que ayudó a escoger la cartera, hizo una apuesta en contra por un valor nominal de US$600 millones, con la ayuda de J.P. Morgan.

En un mensaje electrónico particularmente revelador, un empleado bancario que trataba de impulsar el malhadado acuerdo, escribió "Estamos tan embarazados con este acuerdo que necesitamos una carretilla para movernos… Programemos la cesárea, ¡por favor!"

Estos banqueros bien pueden haber estado al tanto de que Squared, el trato en cuestión, costaría a los inversionistas —incluso el banco—, pero no está fuera de consideración de que Squared y negocios como ese fueron líderes de pérdidas. Cementaron relaciones con fondos como Magnetar. Ello trajo más negocios y mayores comisiones que con frecuencia compensaban las pérdidas que pueden haber generado los CDO en cuestión.

Debería señalarse que J.P. Morgan encara hasta US$30,000 millones en demandas de inversionistas, reguladores y otras entidades por acuerdos similares. Se calcula que la mitad de ello se debe a tratos suscritos por Bear Stearns Cos., la cual J.P. Morgan adquirió en marzo de 2008.

Que J.P. Morgan sea responsable de la otra mitad da una mala imagen de Dimon, quien famosamente defendió el modelo de supermercado financiero de J.P. Morgan contra los de Bank of America Corp. y Citigroup Inc. aduciendo que, "no es el modelo, es la gerencia".

En el caso de CDO estructurados por fondos de cobertura que apuestan a la baja, es tanto el modelo y la gerencia. Si Dimon quiere tomar crédito por los segmentos del negocio a los que les fue bien —el fuerte departamento de crédito de J.P. Morgan, por mencionar uno— también debe asumir la responsabilidad por los errores.

Pero no son solo los CDO los que socavan a Dimon. El banco ha sido acusado de una multitud de pecados de crisis financiera, incluso documentación de ejecución hipotecaria con "firma robot" y ejecuciones hipotecarias de casas de militares activos.

"J.P. Morgan ha cometido varios errores en los últimos años", dijo Erik Oja, analista de S&P Equity Group. Estos "probablemente han socavado la capacidad de Dimon de influir en la regulación y la promulgación de leyes".

Ya es suficientemente malo que Dimon está defendiendo públicamente un sector cuyos errores son visibles. Peor es que la institución de la cual es responsable realizó prácticas presuntamente fraudulentas. Es el insulto supremo al público y a los inversionistas que la compañía esté tratando de insinuar anónimamente que la compañía perdió dinero en el negocio por el cual firmó el acuerdo extrajudicial con la SEC y que por ende no tenía incentivos para engañar a los inversionistas.

El temor de Dimon de que alguien, algún día escriba un libro sobre la regulación de Wall Street puede estar justificado. Después de todo, las estanterías de libros están repletos de autopistas de la crisis financiera, desde "Too Big to Fail" a "Aftershock" y "A Colossal Failure of Common Sense".

Esos libros dicen la otra parte de la ecuación: la de una economía que fue arruinada por la falta de salvaguardas.



TRO

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